miércoles, 19 de junio de 2024

FOUCAULT, GUATTARI Y EL PARADIGMA ESTÉTICO. CONFERENCIA HOMENAJE A FOUCAULT

FOUCAULT, GUATTARI Y EL PARADIGMA ESTÉTICO. CONFERENCIA HOMENAJE A FOUCAULT.

Intervención en Congreso Homenaje a los 40 años de la desaparición física de Michel Foucault, on line y colgada en Youtube, por grupo Transversalizando Grupo de Estudos e Pesquisas, de Universidad Federal de Pará, Brasil.

Tras el enlace del video dejo el texto en español completo.











 

Foucault, Guattari y el Paradigma ético-estético.

Foucault realiza para la edición norteamericana del libro de Gilles Deleuze y Félix Guattari, “El Anti Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia”, un famoso prefacio titulado “Una introducción a la vida no fascista”. El libro fue publicado en Francia en 1972, pero esta edición llega en el año 1983 al inglés en Estados Unidos. Es muy conocida la amistad de Michel con estos importantes autores franceses, sobre todo con el filósofo Deleuze, al menos desde el interés mutuo por la obra de Nietzsche. Y “El Anti Edipo” sin dudas marcó un punto importante de proximidad teórica, más allá de que estos autores han tenido también sus diferencias. Pero, sin dudas que a la larga son más las semejanzas que las diferencias.

Foucault en este pequeño texto comienza señalando que en los años 40 y 60 en Francia había un modo cuasi ortodoxo de pensar y actuar desde el marxismo, con una concepción del deseo centrada en las ideas de Freud y una lingüística basada en el significante. A fines de los 60 acaecen varios acontecimientos importantes a nivel socio-histórico que cambian los paradigmas, sobre todo el Mayo del 68. Nuevos modos de pensar la política, los discursos y la subjetividad se ponen en juego. Ahí aparecen Deleuze y Guattari, sobre todo este último quien fue un actor importante en las movilizaciones en París.

Félix Guattari es un actor político indiscutible, militante de múltiples movimientos de izquierdas, ecologista, incluso político en el campo de lo institucional, lo cultural, lo social, etc. Sabía junto con Deleuze que el fascismo no es un problema de ciertos regímenes o modos exclusivamente sociales, sino que transita todo el campo social, está en lo cotidiano, en los microfascismos. Como buenos actores de -y a su vez paridos por- Mayo del 68 (cuyos movimientos sociales fueron vistos como insignificantes para buena parte de la filosofía crítica y la política marxista, es más, Guattari siempre denunció la colaboración de los sindicatos y el partido comunista francés con el restablecimiento del orden impuesto por el gobierno derechista de De Gaulle), inmediatamente visualizaron las problemáticas de “lo minoritario”. Y minoritario no es un problema numérico, estadístico. Todo lo contrario, estas problemáticas son desde ese lugar de la mayoría de la población, como consideraban Franco y Franca Basaglia en “La Mayoría Marginada”. El tema pasa justamente por los agenciamientos que se evidencian en las producciones subjetivas, las catexis de deseo reaccionarias que la mayoría libidiniza. El Enano Fascista que todos agenciamos. Nos compone el Patriarcalismo, el Hombre Blanco, esa gran Máquina Abstracta que opera en todos los rincones del socius. No se puede devenir Hombre, pues Hombre es un tema de Estado, estamos siendo Hombre todos, predominantemente, como cuestión Molar, Mayoritaria. Se puede devenir mujer, niño, animal, planta, imperceptible…..

Foucault nos dice que El Anti Edipo se ríe de Freud. También lo hace en buena parte con los marxistas ortodoxos y los sacerdotes del significante. Dice genialmente que hay que leer a este gran libro no como la nueva teoría iluminadora, sino que hay que “abordarlo como un “arte” en el sentido, por ejemplo, que se habla de un “arte erótico”. Apoyándose en las nociones aparentemente abstractas de multiplicidad, de flujos, de dispositivos y de ramificaciones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la “máquina” capitalista ofrece respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se preocupan más por el cómo que por el por qué de las cosas. ¿Cómo se introduce el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de la política e intensificarse en el

proceso del derrumbe del orden establecido? Ars erotica, ars theoretica, ars politica” (Foucault, Prefacio ed EEUU).

Guattari en “La Revolución Molecular” (1977) en este mismo sentido señala que:

 “Detrás de Marx y de Freud, detrás de la marxología y la freudología, se encuentra la realidad merdosa del movimiento comunista y del movimiento psicoanalítico. Es de allí de donde hay que partir y es allí adonde debemos volver siempre. Y cuando hablo de mierda casi no se trata de una metáfora: el capitalismo lo reduce todo al estado de mierda, es decir, al estado de flujos indiferenciados y decodificados de los que cada uno debe extraer su parte de una manera privada y culpabilizada. Se trata del régimen de la intercambiabilidad: cualquier cosa, dentro de su «justa» medida puede equivaler a cualquier otra. Marx y Freud, por ejemplo, reducidos al estado de papilla dogmática, podrán ser comercializados sin ningún riesgo para el sistema. El marxismo y el freudismo, escrupulosamente neutralizados por los cuerpos constituidos del movimiento obrero, del movimiento psicoanalítico y de la Universidad, no solamente no incomodan a nadie, sino que han llegado incluso a convertirse en los garantes del orden establecido, la demostración por reducción al absurdo de que es imposible amenazarlo seriamente” (Guattari, La Revolución Molecular, p. 21).

De ahí es que también Foucault coloca a los tres enemigos principales del Anti Edipo. Los primeros, los derivados de lo que Guattari denominó marxología. “Los ascetas políticos, los militantes tristes, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad” (Foucault, op cit).

La freudología y los sacerdotes del significante tienen el segundo lugar para Foucault. “Los lamentables técnicos del deseo –los psicoanalistas y los semiólogos– que registran cada signo y cada síntoma, y que quisieran reducir la múltiple organización del deseo a la ley binaria de la estructura y de la falta” (Foucault, op cit).

Pero sin dudas estos son enemigos menores, en relación al principal enemigo de la vida en sí misma: el fascismo (en todas su variantes macro y microfascistas). “Finalmente, el mayor enemigo, el adversario estratégico (mientras que la oposición de El Anti-Edipo a sus otros enemigos constituye más bien un compromiso táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y Mussolini –que supo movilizar y utilizar muy bien el deseo de las masas- sino también el fascismo que reside en cada uno de nosotros, que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, y desear a quienes nos dominan y explotan” (Foucault, op cit).

Justamente en este sentido es que Foucault denomina que El Anti Edipo es un libro de ética. De ética frente a la vida, entendiendo por esta a una ética de la liberación, es un libro contra el fascismo y contra la muerte. Entendiendo a la muerte como todo aquello que oprime la vida, que la somete, la explota y no la deja expresarse en un nivel óptimo. Es un libro de ética de la liberación. En ese sentido es un libro revolucionario.

En tal sentido estas preguntas de Foucault son cruciales: “¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo desembarazar del fascismo nuestro discurso y nuestros actos, nuestro corazón y nuestros placeres? ¿Cómo hacer salir de su refugio al fascismo que se incrustó en nuestro comportamiento?” (Foucault, op cit).

Y en ese mismo sentido Michel Foucault coloca 7 deducciones del libro que sirven de manual a su entender sobre los contenidos del libro y sobre esta vida con ética no fascista:

“1 -Despoje la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante.

2 - Desarrolle la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, antes que por subdivisión, y jerarquización piramidal.

3 - Libérese de las viejas categorías de lo Negativo (la ley, el límite, la castración, la falta, la laguna) que el pensamiento occidental, desde hace tanto tiempo, ha considerado sagradas en tanto formas de poder y modo de acceso a la realidad. Prefiera lo positivo y lo múltiple, la diferencia antes que la uniformidad, los flujos, antes que las unidades, los agenciamientos móviles antes que los sistemas. Considere que lo productivo no es sedentario, sino nómada.

4 - No imagine que es necesario ser triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación).

5 - No utilice el pensamiento para dar a una práctica política un valor de Verdad: ni la acción política para desacreditar un pensamiento, como si éste fuera mera especulación. Utilice la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política.

6 - No exija de la política que restablezca los “derechos” del individuo tal como lo ha definido la filosofía. El individuo es producto del poder. Es necesario “desindividualizar” por medio de la multiplicación y el desplazamiento, el agenciamiento de diferentes combinaciones. El grupo no debe ser el lazo orgánico que une los individuos jerarquizados, sino un generador constante de “desindividualización”.

7 - No se enamore del poder” (Foucault, op cit).

Sin dudas que hay muchas resonancias con el pensamiento de dos multiplicadores de la obra de Deleuze y Guattari como Hardt y Negri, sobre todo en Imperio en el último capítulo en la parte dedicada al Militante.

“Cuando hablamos del militante, no pensamos en algo parecido al triste, ascético agente de la Tercera Internacional cuya alma estaba profundamente permeada por la razón de Estado soviética, de igual modo que la voluntad del Papa estaba embebida en los corazones de los caballeros de la Sociedad de Jesús. No estamos pensando en nada como eso ni en nadie que actúe sobre la base del deber y la disciplina, que pretenda que sus acciones se deduzcan de un plan ideal” (Hardt, Negri, Imperio p. 355-356).

Refieren al final del libro, en Imperio:

“Hay una antigua leyenda que puede servir para ilustrar la vida futura de la militancia comunista: la de San Francisco de Asís. Consideremos su obra. Para denunciar la pobreza de la multitud adoptó esa condición común y descubrió allí el poder ontológico de una nueva sociedad. El militante comunista hace lo mismo, identificando en la condición común de la multitud su enorme riqueza. Francisco, oponiéndose al naciente capitalismo, rechazó toda disciplina instrumental, y en oposición a la mortificación de la carne (en la pobreza y el orden constituido) sostuvo una vida gozosa, incluyendo a todos los seres y a la naturaleza, los animales, la hermana luna, el hermano sol, las aves del campo, los pobres y explotados humanos, juntos contra la voluntad del poder y la corrupción. Una vez más, en la posmodernidad nos hallamos en la situación de Francisco, levantando contra la miseria del poder la alegría de ser. Esta es una revolución que ningún poder logrará controlar, porque biopoder y comunismo, cooperación y revolución, permanecen juntos, en amor, simplicidad, y también inocencia. Esta es la irreprimible alegría y gozo de ser comunistas” (Hardt, Negri, op cit p. 357).

Por supuesto que la noción de comunista que manejan no es la tradicional u ortodoxa, sino una de la mano de una conjunción de la visión particular de Negri, con un enfoque spinozista y deleuziano, muy lejano de la tradición hegeliana y leninista. Un comunismo inmanente, podríamos decir, a la cual el propio Guattari adhirió en un artículo con el propio Negri. Dicen Guattari y Negri en Las Verdades Nómades:

“La palabra comunismo está marcada por la infamia. ¿Por qué? Aunque indica la liberación del trabajo como posibilidad de creación colectiva, se ha convertido en sinónimo del aplastamiento del hombre bajo el peso del colectivismo. Por nuestra parte, lo entendemos como la liberación de las singularidades individuales y colectivas, es decir, lo contrario al encuadramiento del pensamiento y de los deseos” (Negri, Guattari, Las verdades nómadas, p. 19).

Como vemos comunismo es para estos autores sinónimo de una liberación del deseo, de la afirmación de una vida libertaria, no opresiva. De una construcción colectiva de lo común. Nada que ver con esa concepción trascendente de los marxismos idealistas, como los leninistas.

Y en esa lucha comunista por la liberación del deseo, también Guattari y Foucault coincidieron en un importante punto micropolítico molecular: los devenires sexuales minoritarios. Parte de esa revolución molecular guattariana ha sido pelear por las expresiones sexuales y de género antipatriarcales, no binarias y sobre todo reprimidas por el sistema: las homosexualidades, transexualidades y las diversas manifestaciones de sexo y género. Guattari, como director de la revista Recherches, “fue llevado a juicio por la publicación del número 12 de la revista francesa Recherches que se tituló Gran Enciclopedia de las homosexualidades (con la participación de Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jean Genet, Daniel Guérin, Guy Hocquenghem, Jean-Paul Sartre, J.-J. Lebel, entre otros) acusándolo de «ultraje a las buenas costumbres». Este número colectivo, redactado no por sexólogos sino por gente preocupada por estas cuestiones, fue incautado desde su aparición «no a causa del tema sino de las palabras y de las fotografías empleadas […], exhibición libidinosa de una minoría de pervertidos». El juicio confirmó la incautación y ordenó la destrucción de todos los números” (ver blog Artillería Inmanente, intro a art. de Foucault “Sexualidad y Política. Sobre el juicio a Félix Guattari”). El trabajo de Guattari se denominó «Para acabar con la masacre del cuerpo» y ha sido publicado en la web en diversos sitios e idiomas.

La intervención de Michel Foucault fue publicada en la revista Combat el 27-28 de abril de 1974, titulada “Sexualidad y Política. Sobre el juicio a Félix Guattari”. Foucault en la defensa de su colega, resuena mucho con el artículo publicado en dicha revista por Guattari, abordando la problemática de la lucha por la libertad del cuerpo. Finaliza esa intervención señalando:

“Desde hace siglos reina toda una política del cuerpo. El cuerpo humano, en efecto, ha sido, desde los siglos XVII y XVIII, a la vez utilizado, cuadriculado, encerrado, encorsetado como fuerza de trabajo. Esta política consistía en extraerle el máximo de fuerzas utilizables para el trabajo, y el máximo de tiempo utilizable para la producción. Actualmente, lo que se pone en cuestión es esto: ¿voy a poder o no recuperar mi propio cuerpo, y también el cuerpo de los demás —con todas las relaciones que esto implica—, para algo distinto a aquella utilización de la fuerza de trabajo?

Esta lucha por el cuerpo es lo que hace que la sexualidad sea un problema político. Es comprensible que en estas condiciones la sexualidad llamada normal, es decir, reproductora de la fuerza de trabajo —con todo lo que esto supone de rechazo de las otras sexualidades y también de sujeción de la mujer—, se proponga mostrarse como normativa. Y es tan completamente normal que, en el movimiento político que tiende a la recuperación del cuerpo, se encuentren movimientos por la liberación de la mujer, así como por la homosexualidad masculina o femenina” (Foucault, op cit).

En el mismo sentido que Foucault va Guattari en su artículo para la edición de Recherches (“Para acabar con la masacre del cuerpo”). A modo de ejemplo citamos el inicio del texto:

“Sin importar cuáles sean las pseudotolerancias de las que haga alarde, el orden capitalista en todas sus formas (familia, escuela, fábricas, ejército, códigos, discursos…) continúa sometiendo toda la vida deseante, sexual y afectiva a la dictadura de su organización totalitaria fundada en la explotación, la propiedad, el poder masculino, la ganancia, el rendimiento…

Sin descanso, continúa su sucio trabajo de castración, aplastamiento, tortura y cuadriculado del cuerpo para inscribir sus leyes en nuestras carnes, para clavar en el inconsciente sus aparatos de reproducción de la esclavitud.

A fuerza de retenciones, estasis, lesiones o neurosis, el Estado capitalista impone sus normas, fija sus modelos, imprime sus rasgos, distribuye sus roles, difunde sus programas… Mediante todas las vías de acceso que tiene nuestro organismo, sumerge dentro de lo más profundo de nuestras vísceras sus raíces mortales, confisca nuestros órganos, desvía nuestras funciones vitales, mutila nuestros goces, somete todas las producciones «vividas» al control de su administración patibularia. Hace de cada individuo un lisiado, cortado de su propio cuerpo, ajeno a sus deseos” (Guattari, op cit. en blog Artillería Inmanente).

Otro gran punto en común entre el filósofo y el esquizoanalista, ha sido su visión de las teorías y técnicas como partes de la caja de herramientas de cada investigador, militante, trabajador. Félix Guattari presentó una intervención en un coloquio celebrado en Milán, Italia, el 31 de mayo de 1985 en homenaje a Michel Foucault. La versión francesa puede encontrarse bajo el título de «Microphysique des pouvoirs et micropolitique des désirs», en F. Guattari, “1980-1985. Les années d’hiver”, París, Barrault, 1986, pp. 207-222 (hay traducción portuguesa reciente, por N-1 de Brasil). Allí señaló que:

“Después de haber tenido el privilegio de ver a Michel Foucault retomar una propuesta que yo había lanzado de forma un tanto provocadora, decretando que los conceptos eran, al fin y al cabo, sólo herramientas y las teorías el equivalente a las cajas que los contenían —su potencia apenas podría superar los servicios que prestaban en campos delimitados—, no les sorprenderá verme hoy hurgando en la parafernalia conceptual que nos legó para tomar prestados algunos de sus instrumentos y, si es necesario, desviar su uso a mi gusto.

Por lo demás, ¡estoy convencido de que siempre quiso que su contribución se gestionara así!

No es mediante la práctica exegética como podemos esperar mantener vivo el pensamiento de un gran difunto, sino sólo retomándolo y poniéndolo en acción, a riesgo y ventura de los que se exponen a él, para reabrir su cuestionamiento y aportarle la carne de sus propias incertidumbres.

¡A ustedes les corresponde o no llevar la banalidad de esta primera declaración al manido género del homenaje póstumo! En uno de sus últimos ensayos, dedicado a la economía de las relaciones de poder, Michel Foucault pedía a su lector que no se desanimara por la banalidad de los hechos que relataba: «No es porque sean banales que no existan.  Lo que hay que hacer con los hechos banales es descubrir —o intentar descubrir— qué problema específico y tal vez original va unido a ellos» (Michel Foucault. Un parcours philosophique, p. 299). Pues bien, creo que lo que es bastante raro y tal vez abierto al descubrimiento, en la forma en que el pensamiento de Michel Foucault está llamado a sobrevivirle, es que abarca, mejor que nunca, las problemáticas más urgentes de nuestras sociedades, respecto a las cuales, hasta ahora, nada ha sido tan elaborado ¡y sobre las cuales todas las modas ya obsoletas de los posmodernismos y los pospoliticismos ya han fracasado!” (Guattari, op cit).

Honestamente no sabía que la propuesta de la Caja de Herramientas era de Guattari, siempre pensé que había sido propuesta en ese diálogo tan bello entre Foucault y Gilles Deleuze titulado “Los intelectuales y el poder” (que se encuentra en libros recopilatorios como Microfísica del Poder o La isla desierta).

Tanto Foucault como Deleuze y Guattari tienen una mirada crítica sobre la realidad y la subjetividad mirada por el prisma estructuralista, basada en una lectura de los signos y del discurso desde el lacanismo y la lingüística significante. Guattari, en el texto homenaje a Michel, nos dice al respecto:

“En efecto, tras un período de vacilación, había llegado a considerar pernicioso todo enfoque estructuralista consistente en «tratar los discursos como conjuntos de signos (elementos significantes que remiten a contenidos o representaciones)»: él pretende aprehender estos discursos desde el ángulo de «prácticas que forman sistemáticamente los objetos de los que hablan». Y añade: «Por supuesto, los discursos están hechos de signos; pero lo que hacen es algo más que utilizar estos signos para designar cosas. Es este más lo que los hace irreductibles a la lengua y al habla» (L’archéologie du savoir, pp. 66-67). Se trata de una salida del gueto del significante y de una voluntad afirmada de tener en cuenta la dimensión productivista de la enunciación. Pero, ¿de qué está constituido ese «más» del que hablamos aquí? ¿Es una simple ilusión subjetiva? ¿Va al encuentro de un «ya-ahí» o de un proceso en curso de realización? No hay una respuesta general a estas preguntas. Cada cartografía regional o global, según esté impulsada por pretensiones ideológicas, estéticas o científicas, define su propio campo de eficacia pragmática, y es bastante evidente que una renuncia, como la de Michel Foucault, a los mitos reduccionistas que generalmente prevalecen en las ciencias humanas no puede dejar de tener incidencia en las apuestas políticas y micropolíticas relativas, por ejemplo, a lo que ocurre entre cuidadores-pacientes, a los papeles respectivos de los especialistas en disciplinas psi, a las posiciones que ocupa este campo psi en el seno de la Universidad, en las preocupaciones propias de los medios de comunicación, las jerarquías entre los cuerpos de Estado, etc. Al devaluar, como lo hicieron, la parte imaginaria de lo real en beneficio exclusivo de su parte simbólica, los estructuralistas franceses de la década de 1960 fundaron, de hecho, una especie de religión trinitaria de lo Simbólico, lo Real y lo Imaginario, cuyos misioneros y prosélitos han sido vistos extendiéndose por todas partes, predicando una nueva buena palabra, buscando invalidar, brutal o a veces muy sutilmente, cualquier perspectiva que escape a su voluntad hegemónica. Pero sabemos muy bien que ninguna Trinidad, ya sea la pasmosa de su realización hegeliana o la de una riqueza aún muy inexplorada de Charles Sanders Pierce, ha podido dar cuenta de un existente singular, una simple astilla en una carne de deseo. Y por la buena razón, si lo consideramos bien, de que se constituyeron precisamente para conjurar las rupturas aleatorias, los hechos de rareza que Michel Foucault nos explica que son el entramado esencial de toda afirmación existencial. «Rareza y afirmación, rareza, finalmente, de la afirmación, y no generosidad continua del sentido, ni monarquía del significante». En definitiva, la realidad de la historia y del deseo, las producciones del alma, del cuerpo y del sexo no pasan por este tipo de tripartición, que en definitiva es bastante simplista. Implican una desmultiplicación categorial completamente diferente de los componentes semióticos que trabajan en escenas imaginarias o como diagramas simbólicos.  El fraccionamiento del concepto-valija de significante, la introducción en el museo del adagio lacaniano de que sólo el significante debe representar al sujeto para otro significante, van de la mano de un cuestionamiento radical de la tradición filosófica del «sujeto fundador» (L’ordre du discours, p. 49). Michel Foucault rechaza la concepción de un sujeto que se supone que «anima directamente las formas vacías de la lengua con sus propósitos»; quiere más bien dedicarse a la descripción de las instancias reales de generación de la discursividad de los grupos sociales y de las instituciones.  Y esto lo lleva a descubrir el continente, hasta ahora casi desconocido, de las formas colectivas de producción y de las modalidades técnicas de agenciamiento de la subjetividad. No en el sentido de una determinación causalista, sino como una rarefacción y/o proliferación de los componentes semióticos en cuya intersección ella surge. Detrás de la aparente «logofilia» de la cultura dominante, analiza una profunda «logofobia», una voluntad feroz de controlar «la gran proliferación de los discursos, para que su riqueza se alivie de su parte más peligrosa y su desorden se organice según figuras que esquiven lo más incontrolable», y un temor sordo contra la aparición de los enunciados, de los acontecimientos, contra «todo lo que pueda haber ahí de violento, de discontinuo, de combativo, de desorden también y de peligroso, contra ese gran bullicio incesante y desordenado del discurso» (L’ordre du discours, pp. 52-53)” (Guattari, op cit.).

De hecho Guattari marca, pese a la diferencia de la concepción del deseo entre Foucault y los esquizoanalistas, que no hablan de cosas tan disímiles cuando hablan uno de Poder y el dúo antiedipiano de Deseo.

“Cuando él habla de deseo, cosa que hace repetidamente en su obra, lo hace siempre en un sentido mucho más restringido que el que Gilles Deleuze y yo hemos dado a este término. Pero podemos ver que su muy particular concepción del poder tiene la consecuencia de «tirar» del mismo, si se me permite decirlo, en la dirección del deseo. Así lo trata como una materia que depende de una investidura y no de una ley de «todo o nada». A lo largo de su vida, Michel Foucault se negó a considerar el poder como una entidad reificada. Para él, las relaciones de poder y, en consecuencia, las estrategias de lucha nunca pueden reducirse a meras relaciones objetivas de fuerza; comprometen los procesos de subjetivación en lo más esencial, en lo más irreductiblemente singular, y siempre encontraremos en ellas «la reticencia del querer y la intransitividad de la libertad» (Michel Foucault. Un parcours philosophique, pp. 312-315) (Guattari, op cit.)”.

Por ende no es tan desacertado pensar los agenciamientos de deseo como espacios de composición del poder también. Con diferentes nominaciones posiblemente estos autores estén hablando de la misma cosa, de cómo se generan los diferentes procesos de subjetivación, donde intervienen al decir de Gregorio Baremblitt, regímenes trasnversales de Saber, Poder, Quehacer y Deseo.

De hecho las prácticas son fundamentales para estos autores franceses. Y apuntan a dar explicación en su obra a cómo se generan estas prácticas en diferentes escenarios sociales e históricos. Para, justamente, generar prácticas de resistencia a los poderes que oprimen y se puedan dar procesos de liberación del deseo.  En sus últimos tiempos Guattari decía:

"En la actualidad, la deficiencia fundamental es la de las prácticas. La pregunta que nos hacemos es: ¿hay una práctica de la vida, una inventiva posible en el ámbito de la vida social inmediata, de la vida colectiva estética, etc.? El concepto de «práctica» está colapsado. Si no reinventamos las prácticas de solidaridad, las praxis de la construcción de la existencia, corremos el riesgo de entrar en una depresión catastrófica". (Félix Guattari en entrevista: «En la actualidad, la deficiencia fundamental es la de las prácticas» (1992) de Artilleria inmanente, también en Que es la ecosofía?).

Foucault, en el apéndice del curso “La verdad y las formas jurídicas” (realizado en Brasil), refiere justamente (dialogando con los participantes, entre otras cosas sobre El Anti Edipo) que “Los discursos son efectivamente acontecimientos, tienen una materialidad”. En otra parte de ese mismo debate afirma que “Se trataría de reintroducir la retórica, el orador, la lucha del discurso en el campo del análisis, no para hacer como los lingüistas un análisis sistemático de los procedimientos retóricos sino para estudiar el discurso, aun el discurso de la verdad, como procedimientos retóricos, manera de vencer, de producir acontecimientos, decisiones, batallas, victorias; para retorizar la filosofía” (Foucault, apéndice a “La verdad y las formas jurídicas”).

Discursos y prácticas como acontecimientos, conformados en agenciamientos, y al decir de Guattari conformados por la acción de los equipamientos colectivos que hacen a la producción del poder y el deseo. Y por ende conforman, producen constantemente la subjetividad. De hecho hasta las visiones de Foucault sobre los fenómenos históricos y antropológicos son similares a las deleuzoguattarianas.

Dice en la polémica en las mismas conferencias:

“Dumézil suele ser clasificado entre los ancestros del estructuralismo, se dice de él que fue un estructuralista avant–la-lettre, que no poseía los medios de análisis rigurosos y matemáticos de Lévi–Strauss, que hizo en algunos aspectos y empíricamente, con un pesado componente histórico, un esbozo de lo que Lévi–Strauss haría más tarde. Dumézil no está nada satisfecho con este tipo de interpretación de su obra histórica y es cada vez más hostil al trabajo de Lévi–Strauss. Dumézil no ha sido el primero en trabajar sobre este terreno y tampoco el último: actualmente en Francia hay un grupo que se reúne alrededor de Jean Fierre Vernant que retoma en parte las ideas de Dumézil e intenta aplicarlas. Hay en el análisis de éste la búsqueda de una estructura, es decir, el intento de mostrar que en un mito, por ejemplo, la oposición entre dos personajes, es de tipo estructural, que contiene ciertos elementos que son opuestos entre sí de acuerdo con relaciones binarias, y que esa estructura puede centrarse en otro mito cumpliendo con ciertas transformaciones coherentes. En este sentido Dumézil hacía estructuralismo, pero lo importante en él es algo que hasta ahora ha sido un poco subestimado. En primer lugar, Dumézil decía que, cuando comparaba, podía tomar por ejemplo un mito o una leyenda sánscrita y luego compararla no sólo con otro mito sino, por ejemplo, con un ritual asirio o incluso con una práctica judicial romana. Para él no hay pues una condición privilegiada del mito verbal sino que admite que las mismas relaciones puedan intervenir tanto en un discurso como en un ritual religioso o una práctica social. En mi opinión, lejos de identificar o proyectar todas las estructuras sociales, las prácticas sociales, los ritos, en un universo del discurso, Dumézil reubica la práctica del discurso en el seno de las prácticas sociales, y ésta es su diferencia fundamental con Lévi–Strauss. En segundo lugar, dada la homogeneización de discurso y práctica social, Dumézil trata al primero como una práctica que tiene su eficacia, sus resultados, que produce algo en la sociedad destinado a tener un efecto y que, por consiguiente, obedece a una estrategia. Siguiendo esta línea retomó el mito asirio y demostró que estos grandes mitos de la juventud del mundo tenían la función esencial de restaurar y vigorizar el poder real. Cada vez que un rey sustituía a otro o terminaba sus cuatro años de reinado y debía comenzar otro período, se recitaban unos ritos con el objeto de dar fuerza al poder real o a la persona del rey. Esta es la noción del discurso como ritual, como estrategia en el interior de las prácticas sociales” (Foucault, op. cit.).

Claramente vemos acá la función del discurso dentro de las prácticas sociales de los equipamientos del poder. Discurso que no puede ser analizado intrínsecamente si queremos ver su producción, su conformación, de dónde viene, cuál es su constitución y de qué viene el mismo. Acontecimientos del deseo y del poder. Foucault en esa misma polémica lo analiza acerca del mismo capitalismo:

“Este es un problema importante. En realidad no tendría sentido decir que sólo existe el discurso. Un ejemplo muy simple es que la explotación capitalista se realizó sin que su teoría hubiese sido jamás formulada directamente en un discurso. En efecto esta teoría se reveló posteriormente por un discurso analítico: discurso histórico o económico. Ahora bien, ¿los procesos históricos de explotación se ejercieron o no en el interior de un discurso? Se ejercieron sobre la vida de las personas, sus cuerpos, sus horarios de trabajo, su vida y muerte. Sin embargo, si queremos estudiar el establecimiento y los efectos de la explotación capitalista, ¿con qué tenemos que habérnoslas? ¿Dónde la veremos traducida? En los discursos, entendidos en sentido amplio, o sea, en los registros de comercio, en las tasas de salarios, en las aduanas. La encontraremos incluso en discursos en sentido estricto: en las decisiones tomadas por los consejos de administración y en los reglamentos de las fábricas, en las fotografías, etcétera... En cierto sentido todos estos son elementos del discurso. Pero no hay un elemento único del discurso fuera del cual pudiéramos colocarnos y enseguida estudiarlo. Por ejemplo, podríamos estudiar el discurso moral que el capitalismo y sus representantes, el poder capitalista, desarrollaron para explicar que la única salvación era trabajar sin exigir jamás un aumento de salario. Esta «ética del trabajo» constituye un tipo de discurso extraordinariamente importante de finales del siglo XVIII a finales del XIX. Discurso moral que encontramos en los catecismos católicos, en las guías espirituales protestantes, en los libros escolares, en los diarios, etc... Podemos entonces tomar este corpus, este conjunto formado por el discurso moral capitalista y, a través del análisis, mostrar a qué finalidad estratégica corresponde relacionándolo con la práctica misma de la explotación. La explotación capitalista nos servirá entonces de elemento extra–discursivo para estudiar la estrategia de estos discursos morales. Sin embargo, es cierto que estas prácticas y procesos de explotación capitalista se conocerán en alguna medida a través de ciertos elementos discursivos. Inmediatamente después podemos efectuar otro procedimiento que no contraría al anterior: se pueden tomar por ejemplo discursos económicos capitalistas y preguntar cómo se estableció la contabilidad de las empresas. Se puede hacer la historia de este control realizado por la empresa capitalista desde los salarios contabilizados, que aparecen a finales de la Edad Media hasta la gigantesca contabilidad nacional de nuestros días. Se puede hacer perfectamente el análisis de este tipo de discurso para mostrar a qué estrategia estaba éste ligado, para qué servía, cómo funcionaba la lucha económica. ¿Y cómo se haría esto? Partiendo de ciertas prácticas que serían conocidas a través de otros discursos” (Foucault, op. cit).

Deleuze y Guattari tienen en su referencia para el trabajo desarrollado en El Anti Edipo a Michel Foucault para su crítica al familiarismo psíquico cuyo principal exponente es la reducción edípica del deseo que hace el Psicoanálisis.

“Nosotros, por el contrario, hemos partido de la impresión de que el psicoanálisis giraba alrededor de sí mismo en un círculo, por así decirlo, familiarista, representado por Edipo. Y ahí ocurre algo muy inquietante. Aunque el psicoanálisis haya cambiado de método acaba por encontrarse en la misma línea que la psiquiatría más clásica. Michel Foucault lo ha mostrado de manera admirable. Fue en el siglo xix cuando la psiquiatría ligó fundamentalmente la locura a la familia. El psicoanálisis reinterpretó este vínculo, pero lo chocante es que el vínculo permanece. E incluso la anti-psiquiatría, que abre unos caminos tan revolucionarios y nuevos, conserva una cierta referencia de la locura a la familia. Se habla de psicoterapia familiar. Es decir, que se sigue buscando la referencia fundamental del trastorno mental en las determinaciones familiares del tipo padre y madre. E incluso aunque estas determinaciones se interpreten de forma simbólica, como la función simbólica padre y la función simbólica madre, el asunto no cambia esencialmente” (afirma Deleuze en “Capitalismo y Esquizofrenia”, entrevista publicada en “La isla desierta y otros textos”).

Félix Guattari, en una entrevista denominada “Sobre el capitalismo y el deseo” junto a Deleuze (publicada en “La isla desierta y otros textos”) recuerda también a Foucault hablando sobre “El Anti Edipo” y las tesis críticas hacia la moral revolucionaria marxista:

“Hay militantes revolucionarios, deseosos de sentirse responsables, que dicen: sí, admitimos los excesos «en la primera fase de la revolución», pero luego, en una segunda fase, han de imponerse la organización, la funcionalidad, las cosas serias... No hay deseo liberado en los meros momentos de fiesta. No hay más que ver la discusión de Victor con Foucault en el número de Temps Modernes dedicado a los maoístas: Victor consiente los excesos, pero sólo en una «primera fase». En cuanto a lo demás, a las cosas serias, Victor se remite a un nuevo aparato de Estado, nuevas normas de una justicia popular con un tribunal, con una instancia exterior a las masas, un tercero capaz de resolver las contradicciones de las masas. Es siempre el mismo esquema: despegue de una seudo-vanguardia capaz de realizar las síntesis, de formar un partido como embrión de un aparato de Estado; promoción de una clase obrera instruida, bien educada; y el resto queda como residuo, lumpenproletariado del que hay que desconfiar (siempre la misma vieja condena del deseo). E incluso estas distinciones son una manera de obstruir el deseo en beneficio de una casta burocrática. Foucault reacciona denunciando a ese tercero, diciendo que, si hay alguna justicia popular, no adopta la forma del tribunal. Muestra perfectamente que la distinción «vanguardia/proletariado/plebe no proletarizada» es ante todo una distinción que la burguesía introduce en las masas y la utiliza para destruir los fenómenos de deseo, para marginalizar el deseo. La cuestión reside en el aparato de Estado. Sería ridículo construir un aparato de Estado o un partido para liberar los deseos. Reclamar una justicia mejor es como reclamar buenos jueces, buenos policías, buenos patronos, una Francia más limpia, etcétera Y encima nos dicen: ¿cómo queréis unificar las luchas puntuales sin un partido?” (Guattari junto a Deleuze en “Sobre el capitalismo y el deseo”, entrevista incluida en:  Deleuze, “La isla desierta y otros textos”)

La crítica deleuzo-guattariana aquí es sumamente ácida hacia la burguesía. Pero veraz. Aún es tema de debate hoy. ¿Cómo generar cambios si insistimos con el funcionamiento de las mismas instituciones? Se trata de inventar otros modos, otras instituciones, incluso otros modos del estado. El estado tal como lo conocemos es soporte de la burguesía. Pero bueno, también hay que tener en cuenta que no necesariamente los cambios instituyentes pueden ser buenos. El polo más visible de cambios hoy día, la línea de fuga que se está imponiendo con fuerza, redobla la fuerza capitalista y apunta a la anulación del estado de bienestar o cualquier modelo cercano al keynesianismo (el cual incluso se lo denosta erróneamente como socialista o comunista, equiparación totalmente vil y grosera). Tal vez en este momento, para poder fundar nuevos cambios e instituciones que beneficien a la población y hagan la vida más digna, defender los logros sociales y democráticos conquistados son sin duda una prioridad.

Foucault percibió en El Anti Edipo una ética hacia una vida no fascista. La misma que Michel logró vivir en sus implicancias con las instituciones disciplinarias que estudió, de las que hizo sus genealogías y arqueologías, logrando explicar en buena parte el funcionamiento social y sus redes de poder, sus microfísicas. Estudiando los procesos de subjetividad y las tecnologías de generar “Yo”. Guattari se cruzó también en este camino, haciendo sus aportes y sus prácticas, en los campos de la locura, del análisis institucional, de la política, de la ecología, de la psicología, entre otras praxis. Una ética no fascista que se cruza con su Paradigma Ético-Estético. Los andamiajes entre micro y macropolítica. Una política esquizoanalítica.

No podemos entender una micropolítica separada de la macropolítica. Es como la crítica que les hace Guattari a la mayoría de los ecologistas. No se puede pretender cambiar la cuestión solamente atendiendo a las especies animales y su protección. Los aspectos deseantes y sociales también son determinantes. Lo que pasa en tu barrio, en tu ciudad, la pobreza, la delincuencia, la distribución de la riqueza, el poder, etc. Todos estos aspectos hacen a la cosa, en este Capitalismo Mundial Imperial no hay porción de tierra, de subjetividad, de bicho, de planta, que se salve de esta confluencia resonante y redundante de la rizosfera. Otro concepto que ha de sostener justamente una política que sostenga al esquizoanálisis, es el de Ecosofía, la consideración de que en cada accionar, en cada análisis, los aspectos mentales, sociales y medio-ambientales siempre están en juego. Implica atender y entender la situación crítica que estamos viviendo por la explotación capitalista, que no es meramente a los humanos, implica la tierra entera como planeta y todo lo viviente. Al punto de que está amenazada la posibilidad de supervivencia no sólo de los animales, sino de nuestra propia especie.

Una política esquizoanalítica implica necesariamente la creatividad, de ahí el paradigma proto-estético, como dice Guattari en “Caosmosis”, poniendo el énfasis en la capacidad de poner en juego la inventiva. Sobre todo cuando se percibe que las cosas se hacen mal y se pueden hacer de otro modo, como es claro en las prácticas llevadas a cabo en la clínica psicoanalítica y en el ámbito del tratamiento a la locura en las instituciones. Romper con los reduccionismos edípicos y con el despotismo del significante, abriéndose al rizoma, a las complejidades de la subjetividad, de las relaciones sociales, a las potencias del cuerpo, atendiendo sobre todo a la producción y a la apertura de posibles en el futuro más que al padecimiento repetitivo del pasado. De ahí la necesidad de un análisis distinto, al cual denominarán de muchos modos, entre ellos Esquizoanálisis. Y también la Psicoterapia Institucional de Tosquelles será continuamente reinventada en La Borde, desistiendo de las modalidades represoras típicas de los manicomios, dando mayor participación a las subjetividades padecientes, sin negar la problemática de la locura, pero comprendiendo su singularidad, incluso el derecho a estar loco y tener su lugar en el mundo. Generando asambleas, múltiples actividades culturales, artísticas, productivas, llegando a reinventarlas en ocasiones todos los días.

Es ejemplar en ese sentido el relato de Marie Dépussé cuando Oury y Guattari reflexionaban sobre el trabajo de un profesor de cerámica, viendo que sacaba piezas muy bonitas, “demasiado bonitas” señalaban. Y al poco tiempo dicho taller se suspende, pues lo importante no es la objetalización de “cosas” en el trabajo que se planteaban, ni generar el ideal de “mi taller es el mejor” y entrar en competencia y segregación con los demasiados espacios institucionales. Producir institución es atender a las “subjetividades en contacto (….) que se hablan, se forjan, se enfadan…” (Guattari, F., “Prácticas analíticas y prácticas sociales. De Leros a La Borde”.) El acento está en la producción de subjetividad. Y atender a la singularidad, las posibilidades de reinserción social de las personas, el trabajo fuera de la institución, con la familia, la comunidad y otros entornos del territorio existencial.  Estas formas de trabajo en el campo de salud mental también son política, además de clínica.

Y Guattari no se quedó solo en esto, atendiendo lo macro y lo micro comenzó en los encuentros con diversos actores generadores de nuevas maneras de encarar la salud mental como Elkaim, Laing, Cooper, Basaglia y Castel (quien editó por esos años “El psicoanalismo”, libro elogiado también por Focuault).  Así es que se funda la Red de Alternativas a la Psiquiatría en 1975, que sostiene varios encuentros en Europa y América. El aspecto político de las problemáticas en el ámbito de lo psiquiátrico son muy trabajados. De hecho, la red, entre otras cosas, surge como un modo de demostrar que otros modos de prácticas y de pensar la locura son posibles, incluso como una forma de hacer un frente internacional que apoye estas nuevas posibilidades. De hecho, no sólo la Psiquiatría hegemónica sino los poderes del Estado mismo estuvieron presentes atacando iniciativas revolucionarias, donde tal vez la más conocida sea la de Basaglia (hechado de Gorizia, luego contratado en Trieste generando un alto impacto en Italia y el mundo, dando la lucha política por la ley que logró erradicar los manicomios), aunque la más crudamente represiva fue a la de los alemanes del SPK. La Red se mantuvo desde una lógica micropolítica minoritaria, sin necesidad de establecer ningún modelo ni unificación. La idea siempre fue la de un diálogo continuo entre las singulares visiones y prácticas de sus componentes.

Refiere Ana Carolina Patto Manfredini  en “Sylvia Marcos, la amiga de Félix Guattari. Sobre política, clínica y amistad” (31/03/2017) acerca de la Red de Alternativas a la Psiquiatría:

“Uno de los puntos de la teoría de Guattari que encontramos más mal comprendida es la teoría molecular, el microanálisis o la micropolítica. Lo micro no trata sólo de mantener la lucha local. Tampoco es una cuestión de número. Las minorías son aquellos que no tienen modelo, y que deben continuar sin modelo. Por eso, no se trata de conquistar el poder en una revolución molecular, se trata, claro, de dar derechos, pero también un derecho de ser minoría, de no seguir el modelo sino cuestionarlo, destituirlo. Así, en el ámbito clínico, la propuesta de la RAP implicaba una falta de unificación tipo autoritaria, no se trataba de reglas o de una ciencia a seguir, pero si de un dialogo permanente entre las diferentes y singulares prácticas que estaban siendo expuestas en los encuentros. No había unidad sino una conexión rizomática entre las diferentes prácticas, un dialogo y apoyo permanente”(Patto en: https://sylviamarcos.wordpress.com/2017/03/31/sylvia-marcos-la-amiga-de-felix-guattari-sobre-politica-clinica-y-amistad/?fbclid=IwAR2y65ySYZrzgYGS1Tz9719sKU8AOKvDNiN5aInbVWowc-vondHfS0rCwoc ).

Este es un punto clave en la política esquizoanalítica, actuar en lo macro y micro. La macro y micropolítica. Muchas veces veo que algunos, supuestamente afirmándose en concepciones deleuzianas, refieren que no hay que ocuparse de la gran política, que hay que estar en lo cotidiano, en lo cercano, a lo sumo en experiencias que se quedan en lo grupal acotado. Nada más lejos de una política esquizoanalítica se ubican estas posiciones, sustentadas en erróneas comprensiones de la singularidad y la micropolítica.

Este párrafo de “Micropolítica” lo deja muy claro:

“En el fondo, los procesos de singularización no pueden ser específicamente atribuidos a un nivel macrosocial, ni a un nivel microsocial, ni siquiera a un nivel individual. Por eso prefiero hablar de «proceso de singularización» en lugar de singularidad, aunque sin hacer apología de estos procesos, ya que pueden entrar en toda suerte de sistemas de cooptación, de sistemas de modelización. Toda problemática micropolítica consiste, exactamente, en intentar agenciar los procesos de singularización en el propio nivel en el cual emergen. Y esto con el fin de frustrar su cooptación por la producción de subjetividad capitalística —ya sea por medio de la gran red de equipamientos colectivos, ya sea por medio de estructuras de reapropiación por la acción militante…. La acción militante también está expuesta a riesgos de modelización: la “alternativa”, por ejemplo, puede ser una modelización igualmente opresora, aunque de otra forma. Por lo tanto, una micropolítica analítica de las singularidades tendría que atravesar esas diferentes estratificaciones, esos diferentes niveles” (Guattari, Micropolítica, pág. 152)

 Deleuze y Guattari son enemigos de todo fascismo, esté a nivel macro o micro. También son declarados anticapitalistas, incluso desde cierto punto de vista se puede decir que son marxistas. Refiere Guattari en “Micropolítica”:

“Nunca he pertenecido a ninguna religión, nunca fui bautizado, no soy católico, ni marxista, ni anarquista, ni freudiano ni nada. Planteado esto, continúo utilizando ideas, maneras de hacer funcionar las ideas, y todo cuanto existe de tipo teórico, en particular de Marx. Marx fue un genio extraordinario que leyó la historia, la economía y la producción de subjetividad de una manera completamente nueva” (Guattari, op. cit., pág.163).

Para Guattari es ineludible el pensar continuamente los movimientos del Capitalismo Mundial Integrado, y Deleuze enfatiza la importancia del análisis del Capital como básico para el análisis filosófico, social, político y de toda expresión humana. Guattari es especialista en ver las posibilidades de insurrección, de movimientos rebeldes, de cambios, de insurgencia hacia el orden establecido, los índices de desterritorialización en ese sentido necesarios para generar nuevos campos de posibles. Como las luchas feministas, de los movimientos LGBT, las expresiones de las radios comunitarias, la lucha de Palestina, los movimientos emancipatorios en el Tercer Mundo, los movimientos de lucha estudiantil, las luchas obreras, etc…

“La política y la micropolítica no están en todas partes y la cuestión es justamente la de colocar la micropolítica en todas partes —en nuestras relaciones estereotipadas de la vida personal, de la vida conyugal, de la vida amorosa y de la vida profesional, en las cuales todo es guiado por códigos. Se trata de hacer entrar en todos esos campos un nuevo tipo de pragmática: un nuevo tipo de análisis que corresponda de hecho a un nuevo tipo de política. En la actualidad, cualquier problema importante, incluso a nivel internacional, está fundamentalmente vinculado a las mutaciones de la subjetividad en los diferentes niveles micropolíticos” (Guattari en Micropolítica, pág. 157).

Un concepto y posicionamiento político imprescindible para designar algo del orden del esquizoanálisis en ello, es precisamente el Análisis. Obviamente que acá no refieren al Diván, sino al análisis militante, que esté permanentemente analizando las relaciones de fuerzas, la autopoiesis, las nocivas burocratizaciones, los fascismos de grupo. Justamente para hacer una práctica liberadora se debe tener presente los microfascismos que se producen, en ese juego permanente de grupos objeto y sujeto. Análisis de la transversalidad, de los agenciamientos máquínicos y colectivos de enunciación. Análisis que sólo puede ser realizado por los individuos y grupos pertinentes. “La cuestión micropolítica es la de cómo reproducimos (o no) los modos de subjetivación dominantes” (ídem, pág. 155).

Y sin dudas los posicionamientos hacia las izquierdas se hacen necesarios, haciendo alianzas convenientes con aquellos estamentos partidarios que más se acerquen a las transformaciones sociales. Aunque, en ocasiones no es de descartar, como lo hizo Basaglia en su momento, alianzas con sectores denominados de derecha generalmente, atendiendo a los diversos aspectos de las revoluciones moleculares. Fue un gobierno cristiano y de derecha el que habilitó a Basaglia para su revolucionaria experiencia en Trieste, ejemplo de Psiquiatría Alternativa en el mundo, el que sedimentó el campo para la importante Reforma Psiquiátrica en Italia.

Félix Guattari es un claro ejemplo de cómo moverse en ese sentido en las organizaciones. Cuando la cosa ya no era vital, potente, la comía la burocratización o el fascismo: línea de fuga a otro lado, o incluso a construir otras organizaciones. Continuamente refería Guattari que no había que temerle a la muerte de las instituciones (incluso a las creadas por uno mismo o en las que se tuvo gran participación en su gestación o movimiento), que esto es parte de la vida. El tema es moverse en líneas creativas, siguiendo el Paradigma Estético guattariano, generando máquinas de guerra que trazen líneas de fuga creativas, componiendo el espacio liso, generando desplazamientos maquínicos múltiples en ese espacio. Las armas de la máquina son la línea de fuga nómada y la invención. Esta combinación de fuga e invención tiende a generar la deserción del aparato de Estado y el movimiento instituyente, es decir la invención de una fuga instituyente; esa es la cualidad específica de la máquina de guerra. Es la expresión de una de las principales fórmulas deleuzianas: «huir, pero mientras se huye, buscar un arma». Por ende una política esquizoanalítica debe plantearse en contra de las diferentes formas del Aparato de Estado, sobre todo en los aspectos más mortíferos de este. Las líneas de fuga propias de la máquina han de generar movimientos que contribuyan a cambios vitales, a nivel micro y macropolítico.

domingo, 26 de mayo de 2024

TALLER DE LECTURA SOBRE "EL ANTI EDIPO" DE DELEUZE Y GUATTARI

 TALLER DE LECTURA SOBRE "EL ANTI EDIPO" DE DELEUZE Y GUATTARI



En día y hora a convenir, proponemos coordinar este taller de lectura sobre un libro apasionante. El libro que dejó insomne a Lacan e hizo prohibir toda alusión al mismo y sus autores en las actividades de su institución, el que hizo temblar no sólo a la burguesía sino también al cómodo marxismo burocrático. El que Michel Foucault propuso como una introducción a la vida no fascista.

Justamente haremos cruces de este texto con varios otros, tanto de las múltiples obras y autores que este mismo libro enlaza  como con otras que emerjan de la necesidad que el propio proceso deseante del grupo despliegue en su inmanencia.

Costo del mismo: 25 dólares o 1000 uruguayos al mes. Encuentros semanales de una hora y media. Por zoom. Ojalá te sumes.

Comenzamos en Julio, los jueves a las 19 hs de Uruguay y Argentina. Preferiblemente a seguirlo on line participando de la dinámica de trabajo (que es la forma más rica de aprender), pero si te perdés uno de los talleres no importa, porque los grabamos y te lo mandamos vía mail. 

Coordina: Alfredo Perdomo. Psicólogo uruguayo, especializado en Clínica Esquizoanalitica, integrante del colectivo docente del Centro Félix Guattari de Montevideo. Autor del libro "Clínicas Guattarianas. Subjetividad y Esquizoanálisis" publicado en 2022 por Psicolibros Waslala en Montevideo.

sábado, 29 de julio de 2023

ARTÍCULO EN REVISTA CHIMERES 102

 


REVISTA CHIMERES 102


Muchas gracias a todo el equipo de la Revista fundada por Deleuze y Guattari, Chimeres, por publicar en su último número, el 102, mi artículo 67 años de Clínica Esquizoanalítica. Agradezco en especial a Zorka Domic por todo su deseo e interés de que el artículo esté presente en este número, y además a Monique Zerbib y Marcelo Real por su traducción.




https://www.cairn-mundo.info/revista-chimeres-2023-1.htm 







lunes, 1 de mayo de 2023

PRESENTACIÓN DE CLÍNICAS GUATTARIANAS - SUBJETIVIDAD Y ESQUIZOANÁLISIS

 PRESENTACIÓN DE CLÍNICAS GUATTARIANAS - SUBJETIVIDAD Y ESQUIZOANÁLISIS


texto preparado -pero no leído- para la presentación en Buenos Aires este pasado 28 de abril de 2023.


Si quieres conseguir el libro en Buenos Aires y Montevideo: psicoper@hotmail.com y +59899375258


El Esquizoanálisis es uno de los tantos nombres que Gilles Deleuze y F. Guattari le dieron a varias  series de sus propuestas analíticas y de intervenciones sobre la realidad. Tanto juntos como por separado, también propusieron otros nombres: pragmática, empirismo trascendental, psiquiatría materialista, rizomática, ecosofía, micropolítica….

El que más prendió en sus discípulos, y en ellos mismos, sin dudas es el de esquizoanálisis. Y creo que a los psicólogos ese nombre nos viene al pelo. Sobre todo porque marca bien la diferencia de base con el psicoanálisis. Si este último tiene su fundamento en la neurosis, el esquizoanálisis lo tiene en la psicosis. Y del sustento de parte de este funcionamiento esquizofrénico, funcionando con sus esquicias, fragmentando, y dando conexiones originales, rizomáticas, es que proponen en su ética que intentemos devenir esquizos. Que no es psicotizarse, sino justamente actuar rizomáticamente: por conectividad de mundos diversos, por heterogénesis, multiplicitariamente, en base a rupturas asignificantes, cartografiando. Ser esquizo no es convertirse en un andrajo enfermo. Es tener la certeza de que no somos islas, no somos Robinson Crusoes, somos seres sociales en conexión compleja permanente con lo humano e inhumano, con las fuerzas de lo cósmico, actuando por causas y azares. Es también llevar a cabo aquello de que nada del dolor del otro nos es ajeno. Es actuar en lo macro y micro, porque no hay modo de no hacerlo así. Todo lo que hagamos tiene repercusiones de una forma u otra en todo plano.

En este devenir esquizo intento andar hace 30 años, desde mis primeras llegadas de oídas sobre algunos conceptos deleuzo-guattarianos (grupo sujeto, grupo objeto, transversalidad, liso, estriado, etc.) y luego con la lectura inicial de El Anti Edipo. Un compañero de facultad, uno de mis principales amigos, hoy maestro, tiene mucho que ver con esto. Osvaldo Da Costa, psicólogo que no siguió estos caminos y prefirió el de la educación, fue el primero que me dijo: “lo que dicen los profesores de psicología social (entre ellos Alfonso Lans, amigo y uno de los prologuistas de este libro), estos nombres raros, los sacaron de este libro”. Y ahí empezábamos a leer El Anti Edipo, sacándolo de la biblioteca cuando podíamos, o en la biblioteca mismo cuando estaba vacía, pues era lectura a voz alta, con comentarios, críticas e ainda mais.  A partir de ahí estos “mostros” me maravillaron, y comencé a leer cuanta cosa de ellos o sobre ellos podía. El primer ejemplar de El Anti Edipo recién me lo pude comprar un año antes de terminar la carrera.

A su vez, desde los 19 años, emprendía mis primeros pasos en la militancia en la salud mental. Comencé a concurrir al Hospital Psiquiátrico Vilardebó, al Programa Puertas Abiertas de Voluntarios, coordinado por Raúl Penino (amigo que también prologa este libro). Mi participación en este Programa, que llevaba un año de funcionamiento, es en un grupo de teatro que integramos estudiantes de psicología junto a usuarios internados y ambulatorios. Fue una experiencia riquísima, que duró 8 años. En 1995 logramos venir aquí, a Buenos Aires, al Festival Latinoamericano de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos. Fue una semana fascinante, en el Teatro San Martín y en otros lugares, donde actuamos (junto a la obra teatral llevábamos un espectáculo murguero, todo escrito por usuarios, con trajes que nos facilitó la murga Araca la Cana, y tuvimos a Eduardo Larbanois que nos guió en lo musical) y además de espectáculos presenciamos varias conferencias. Los términos antipsiquiatría y desmanicomialización comenzaron a tomar un vuelo alto en mi consciencia. También a partir de ahí me interesé por todo lo que podía implicar revolucionar el campo de la salud mental, generando dispositivos menos torturantes y más dignos que los clásicos manicomios. Teniendo el norte de la subjetivación, del mayor coeficiente de libertad posible y de los derechos humanos. No en vano Raúl le puso Puertas Abiertas al programa, porque fue en homenaje a Basaglia. Dice que Basaglia abrió las puertas del manicomio para que los internos salieran, su programa hizo algo parecido aunque al revés. Intentó abrir las puertas del manicomio para que los voluntarios entrasen y lo horadasen por dentro, le den aire fresco, espacios de libertad. Antes de Puertas Abiertas no era fácil ingresar al Hospital Vilardebó, principal recinto de la psiquiatría manicomial uruguaya. Incluso para los canales de televisión. Recuerdo que en un festival que armamos con Raúl y toda la barra de Puertas Abiertas (éramos entre 40-50 voluntarios por año), a los que denominamos VilardeRock, donde presentábamos la obra teatral del grupo (se denominaba “La Claraboya”), iban bandas de rock e incluso artistas populares como Larbanois y Carrero, o Washington Carrasco y Cristina Fernández, llegaron por primera vez al Vilardebó varios programas de TV, y era toda una novedad en aquel momento. El hospital estaba teniendo un cambio en los 90, pasando de hospital de crónicos a de agudos (al menos en el plano formal).

Pues bien, de estas dos vertientes principales, la psicología (con la llegada del Esquizoanálisis) y de la práctica de Puertas Abiertas (además de la teatral, acompañamientos terapéuticos, grupos diversos), fui sedimentando mi estrato esquizo. También la militancia política partidaria, con algo de desconfianza y más por vínculos de amistad, en la Juventud Socialista (del Partido Socialista, integrante del Frente Amplio). Lo que más me gustaron de esos de cerca 10 años de militancia orgánica, fue el trabajo hacia plebiscitos como el de la Defensa del Agua. El ir hacia diversos sitios, instituciones, organizaciones barriales, etc., hablando de esta problemática, de la importancia de defender este recurso natural que pretendía ser vendido por el gobierno de derecha, y sobre todo ver que pregnó en la población que votó a favor del recurso público, fue algo importante en mi construcción de ser socio-político (y no esencialmente partidario). Mi militancia a posteriori fue más en el plano de la salud mental, siendo la apuesta fuerte la de cambiar la legislación que databa de 1936. Varias organizaciones civiles, sociales, universitarias, con usuarios y familiares implicados en Salud Mental, logramos generar un espacio denominado Asamblea Instituyente por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna. Pusimos el tema sobre la mesa, organizamos debates, y sobre todo la propuesta de una ley en salud mental novedosa. La misma formó parte del insumo que tomó el gobierno del Frente Amplio para generar su ley, votada por todos los partidos políticos. No es la que hubiéramos querido, pero no está tan mal al fin y al cabo. Plantea entre otras cosas la desaparición de hospitales psiquiátricos monovalentes para 2025 y todo un sistema que refuerza las internaciones en crisis en hospitales generales y el fortalecimiento de la red social comunitaria, con instituciones y dispositivos pertinentes que hagan a la inclusión social y el respeto por los derechos humanos. Como todo, sólo falta que se cumpla, y se den los recursos y la voluntad política y técnica necesaria para llevar a cabo estos planteos. Tarea nada fácil y que demandará tiempo y mayor presión y contralor social de las instituciones y personas implicadas en la cuestión.

De estas historias también se puebla este libro. Quien conoce algo de la vida de Guattari, no dejará de hallar ciertas analogías con algo de mi transitar. Guattari comienza muy joven a trabajar en un centro psiquiátrico (por supuesto, no era un hospital tradicional, que en su época eran peores que el hospital Vilardebó de los 90), es psicoanalista de formación (yo entré a facultad motivado por el Psicoanálisis, el Esquizoanálisis me “salvó” en tal sentido, jaja) y militante político de izquierdas (obviamente más radicales y en tiempos en que no era fácil ser militante de izquierdas). Por eso también el título, Clínicas Guattarianas, porque además el real hacedor del esquizoanálisis en tal plano fue Félix. Deleuze era filósofo, y si bien tiene conceptualizaciones para mi gusto geniales para la clínica no era el que trabajaba en clínica en tal sentido. Además le tenía una repugnancia declarada a los usuarios con que trabajaba Félix en La Borde. Extrajo con Félix diamantes de la locura, pero no quería aproximarse a un esquizofrénico. Por eso también marco en el libro como fecha de inicio del Esquizoanálisis clínico, en el sentido psicológico del término, el año del primer artículo relacionado con clínica e instituciones psiquiátricas de Félix. Fue realizado en 1955, junto a Jean Oury, como un diálogo entre ellos, y es parte del primer libro de Guattari (“Psicoanálisis y Transversalidad” de 1972): “Sobre las relaciones enfermeros-médicos”. En las primeras páginas de este libro hago un análisis de este artículo que me parece realmente muy jugoso, donde ya hay varias de las ideas en germen del Guattari que iremos conociendo a posteriori.

Sobre Clínica hay bastante, argumentaciones al respecto de una clínica esquizoanalítica o guattariana o como se la quiera llamar. De hecho aparecen dos denominaciones más en este libro: clínica del acontecimiento (cuya firma inicial la da, desde lo que sé, Adriana Zambrini, en su libro El Deseo Nómade), y clínica rizomática. La cuestión principal pasa no tanto por discriminarla de otras clínicas (psicoanalítica, conductista u otra), sino por ser como decía Guattari, una metamodelización. No un modelo, sino una máquina de guerra que pueda abastecerse de diferentes modelos cuando estos le son pertinentes, o inventándolos cuando ninguno de los modelos que aprehendimos nos son de utilidad en el momento. Deleuze y Guattari nos han ayudado a comprender que nuestro trabajo es el de un barco pirata, donde debemos navegar robando teorías y técnicas que nos puedan ser útiles para el trabajo con la subjetividad. Realizando con ellas composiciones singulares. Cartografiándolas con las ideas-fuerzas que el esquizoanálisis da, y también con otras conceptualizaciones. De la psicología, de diversas ciencias, artes, la locura, la brujería, la mística, el saber popular, etc. Nada descartamos.

Una clínica que se entiende debe ser esquizo y de resistencia. De resistencia al poder capitalista, a la política subyugante del organismo social que nos implanta modos seriales dóciles y entristecidos para servir a nuestros amos. En contra de los protocolos que quieran implantar (que ya están haciéndolos en buena parte del norte), por fuera de los controles de calidad (como si el encuentro o el acontecimiento se pudieran medir en laboratorios), en contra de autómatas que creen que pueden contra el caos y las singularizaciones. Clínica de líneas de fuga vitales y liberadoras, como plantea el psiquiatra Daniel Ferioli. Clínicas contra el sujeto o la personología, pues sabemos que el asunto no está dentro de ninguna psique o cerebro, sino que está en los agenciamientos donde estamos, que nos transversalizan, de los que formamos parte. Clínica inevitablemente social, ecosófica. Siquiera familiar o sistémica. Clínica grupal así sea con una persona, pues ya es grupalidad plegada como decía Juan Carlos de Brasi. Clínica entre estares molares y moleculares siguiendo la fórmula de Tato Pavlovsky y Kesselman. Clínicas del cuerpo sin órganos, intentando seguirlo y aportando para sus desviaciones más potentes. Rupturas de estratos con excesiva suavidad y prudencia, nada de andar a los martillazos con estructuras tan importantes (como nos advierten Deleuze y Guattari en Mil Mesetas). Generación de planos de experimentación más que de interpretosis.

La clínica debe dar lugar al sufrimiento, a su expresión, a su mapeo histórico y transversal, porque ninguna biografía es sólo individual, es también social, ecosófica. Pero se debe pasar del sufrimiento al pensamiento, para llevar el plano de las pasiones a otras latitudes. Generar una clínica del porvenir más que de repetición del pasado. Los síntomas, los lapsus, los sueños, no sólo remiten al sufriente pasado, también tienen construcciones que nos hablan de producciones, de fábricas subjetivantes hacia el futuro. El inconsciente-fábrica que produce.

Parte de este libro de clínicas, crítica social, esquizoanálisis, política, desmanicomialización y vida -un mix de algunos de su artículos-, es editado en la revista francesa Chimeres 122, su número último, en francés, y es de descarga libre según tengo entendido. Es un honor para mí haber sido invitado a participar en este número de la revista fundada por Deleuze y Guattari. Agradezco a la amiga Zorka Domic (quien conoció y trabajó con Tosquelles, Oury y Guattari), quien mostró interés por mis artículos y me instó a presentar uno para su publicación. “67 ans de cliniques schizoanalytiques à Montevideo” se titula. Agradezco mucho a Anne Querrien (amiga de Guattari, quien al decir de Stephane Nadaud, es de las pocas personas que insiste en una clínica esquizoanalítica en Francia) quien aportó su mirada para su publicación, y al amigo uruguayo Marcelo Real que colaboró en la traducción y facilitación de varios aspectos idiomáticos y comunicacionales. Yo apenas sé español.

Con Stephane Nadaud, (psiquiatra, filósofo y psicoanalista francés que tiene a cargo la edición de la obra inédita de Guattari, como los libros que nos han llegado: 65 sueños de Franz Kafka, Líneas de fuga, o Escritos para El Anti Edipo), tuvimos un encontronazo en Montevideo. Hizo unas ponencias presentando su libro “Fragmento(s) subjetivo(s)” y defendió férreamente la institucionalidad psicoanalítica menospreciando a todos aquellos que pensamos que no es desde el psicoanálisis que el esquizoanálisis puede proliferar, o al menos no exclusivamente con el psicoanálisis. Es más, declaró para él la inexistencia de una clínica esquizoanalítica. Y ni hablar de incluir aspectos de otras corrientes psy. A no ser que sean de la filosofía, de autores como Nietzsche, que maneja bastante bien. Arrogancia de un franchute ortodoxo, poco parecido al material que está sacando a la luz. Es más, una de sus ponencias, que a mí particularmente fue la que más me gustó, fue bastante cuestionada por el psicoanalismo presente, y tildada justamente de no psicoanalítica. A lo sumo les pareció algo bastante “junguiana”. Este traspié de Nadaud lo aproveché para decirle que acordaba con el público crítico, y que me parecía una ponencia muy esquizoanalítica justamente, lo cual lo enojó un poco poniendo el énfasis de que lo que expuso era Psicoanálisis. Claro, a lo sumo un psicoanálisis muy guattariano, el cual le da ya de por sí una línea de fuga de los encuadres y lugares comunes del psicoanálisis.

Este episodio con Nadaud me da para pensar aquí con ustedes el tema de la institucionalidad, sobre todo pensando en el esquizoanálisis. Tal vez yendo a contra-corriente de lo que puedan pensar muchos deleuzo-guattarianos, yo también soy un defensor de cierta institucionalidad esquizoanalítica. ¿Qué quiero decir? Que es importante que nos organicemos, que tengamos instituciones que nos convoquen a pensar, a formarnos, a construir, a experimentar. Corremos un gran riesgo si no lo hacemos, que es la de la desaparición de lo que hemos heredado de estos autores, incluso de quienes los han tomado, trabajado.  Y no sólo esto puede pasar con Deleuze y Guattari, sino también con autores recientemente desaparecidos, como Baremblitt, Pavlovsky, Kesselman, Saidón, De Brasi. Gente que han creado estilos clínicos que son muy fermentales, y que valen la pena rescatar y seguir trabajándolos. Eso sí, obviamente, no estoy a favor de instituciones fundamentalistas. No hablo de generar organizaciones que funcionen superyoicamente, para decirnos qué es lo que se debe y no se debe hacer, para fundar más una moral que una ética. No, se trata de organizaciones que acepten lo multiplicitario, las diferencias, las composiciones. Una apuesta a lo creacional, apuntando al paradigma ético-estético-político del esquizoanálisis. Psicologías, Ciencias, Filosofías y un largo etcétera de aportes. Y esto lo digo pensando en organizaciones para trabajar la clínica, así como para la filosofía, la política, el arte, etc. Necesitamos de las mismas, sino esto corre el riesgo de perderse. Y perder una herramienta de trabajo que, al menos para nosotros, es tan valiosa, sobre todo en tiempos donde los paradigmas neuro-científicos, cibernéticos, conductistas y todo tipo de apuestas a la adaptabilidad y al control social están cada vez más potentes y al servicio de las fuerzas del poder. Organizaciones como el Centro Félix Guattari, el Instituto Félix Guattari, La Deleuziana, la revista Chimeres y tantas otras son imprescindibles. Y hacer sinergias entre estas lo es aún mas. Hagamos diversas clínicas de la creación, la libertad y la resistencia, capaz de conectarse con diversas máquinas: políticas, científicas, sociales, artísticas, etc. No perdamos la potencia de estas máquinas de guerra insurgentes.


Cierro con fotos tomadas en la presentación en Espacio Taura el 28 de abril.









domingo, 7 de agosto de 2022

NUEVAS-VIEJAS LUCHAS. ¿REFORMA SOCIAL O CAMBIO SOCIAL?

 

NUEVAS-VIEJAS LUCHAS. ¿REFORMA SOCIAL O CAMBIO SOCIAL?

Lic. Ps. Alfredo Perdomo

 


 

Estamos en tiempos difíciles. En Uruguay y en buena parte del mundo estamos viendo una embestida de franco corte neoliberal y fascista dirigida hacia la clase social obrera. Se trata de intentos de reforma de la seguridad social basados en el supuesto de que la gente vive más tiempo de vida y que hay además menor natalidad. Por ende, el supuesto es que hay menor reposición de la fuerza trabajadora y menos aportes. Yo quisiera saber: ¿desde cuándo faltan trabajadores que no me he enterado? ¿Acaso llueven las ofertas de trabajo y están satisfechas todas las órbitas productivas del país?

Nos están mintiendo, la realidad es otra. No hay trabajo, y esto no es nuevo. Ya hace décadas sabemos que por la tecnificación de la industria, cada vez más digitalizada y con menos personal, hay una masa importante de gente que no es necesaria para la producción. No hay trabajo para todos, es más, hasta se podría decir que cada vez para menos parte de la población. La clase obrera está viviendo hace tiempo el drama de no poder ser trabajadora, de no poder ser obrera. ¡Vaya paradoja! Pero es así, ya hay generaciones de gente sin cultura laboral instalada, porque ya se les decretó por parte del capitalismo como excluídos, o al decir de Robert Castel: desafiliados. Desafiliación cada vez más prolongada y sin vuelta atrás, trasgeneracional.

Masas desafiliadas que son carne de cañón de una de las pocas industrias en crecimiento, donde la complicidad del sistema capitalista lo permite porque deja ganancias a la elite sin pagar un peso de impuestos: el narcotráfico.

El tema no pasa por generar mayor explotación de aquellos que todavía accedemos al mercado laboral. El tema es si el capitalismo se decide a integrar o no a la humanidad en su plan. Estas reformas insisten en hacernos creer que todos trabajaremos, nos costearemos nuestra jubilación y alegremente viviremos entre 10 y 20 años felices sin trabajar. Es toda una falacia. De esa forma condenamos a los jóvenes que tendrán que esperar más para entrar al mercado laboral, pues viejos de 65 o más estarán ocupando los puestos de trabajo que van quedando. Y además, ¿qué pasará con los de 50 o más cuando los echen de las empresas privadas para pagar menos salarios y tener gente más activa y enérgica? ¿Quién los va a tomar? ¿Cómo llegan a los 65 para jubilarse?

Estimo que la clave está en no generar exclusión y llevar el sistema hacia una sociedad más igualitaria. Hay que pensar en clave inclusiva, donde todos puedan acceder a sueldos dignos y al trabajo también. Para eso hay que cambiar la clave del trabajo, que este se torne en un valor cooperativo y no competitivo. No es la cuestión ir a competir con los demás, sino producir para sí mismo y todo el colectivo, el común. Cuestiones que se vienen pensando hace tiempo, como una renta básica universal desde el nacimiento, que se entienda que cada persona deba poseer por pertenecer a un colectivo, pago que garantice las necesidades básicas satisfechas. Se puede generar en tal sentido un nuevo contrato social, donde cada individuo desde el nacimiento se compromete a aportar a su sociedad a través del estudio y/o el trabajo. También está la estrategia de achicar la jornada laboral, tal vez entre 4 y 6 horas, para permitir que cooperativamente más gente participe del trabajo.

Tal vez se tache a estas ideas de utópicas e irrealizables, pero están a la altura de un cambio subjetivo y social importante que se ha de propiciar si es que queremos vivir en un mundo posible para todos y no para cada vez menos. Si el capitalismo no cambia en su plan, las masas de gente excluída serán cada vez mayores, y por ende más la insatisfacción y las posibilidades de sublevaciones armadas. Yo soy amigo de la paz. Creo que la inteligencia humana tiene la capacidad de darse cuenta de que hay que evolucionar, cambiar el rumbo, generar otros valores. La explotación desenfrenada e irracional de la humanidad de esta manera, además de la de la naturaleza y todo el planeta, nos están llevando a peligrar la vida, al menos tal como la conocemos. Un cambio ecosófico es central.