jueves, 23 de octubre de 2025

HACIA UNA RIZOMÁTICA DE LA CLÍNICA

 

HACIA UNA RIZOMÁTICA DE LA CLÍNICA

 

Lic. Ps. Alfredo Perdomo (Montevideo-Uruguay). +598 99 375 258 psicoper@hotmail.com

 Trabajo presentado en el VIII Coloquio Internacional Deleuze y Guattari - Chile 2025.




Cabe acotar que este trabajo profundiza líneas que se trabajaron en mi libro "Clínicas Guattarianas . Subjetividad y Esquizoanálisis" (Montevideo, Psicolibros Waslala, 2022)

Definición del problema a abordar:

El sentido de este trabajo está en la elaboración y profundización de una clínica que apunte, como dicen Deleuze y Guattari en 1972, a una ‘psiquiatría materialista’. La idea es trabajar con este ‘inconsciente trascendental’ que plantean en “El Anti Edipo”, buscando una clínica que trabaje con el plano de inmanencia, en las condiciones materiales de existencia, por fuera de las trascendencias pseudocientíficas (ya sean positivistas, psicoanalíticas, cognitivistas u otras psicologías personológicas). Se expondrán viñetas clínicas donde se visualizará la incidencia del rizoma en que se encuentra la subjetividad en cuestión, el campo social histórico con sus molaridades y molecularidades, la transversalidad del capitalismo mundial integrado, etc.

Se conectará la propuesta esquizoanalítica con varias advenidas de diversos sectores de la psicología y salud mental (psicoanálisis, psicología social, diálogo abierto), enfocándonos sobre todo en las propuestas principales de Enrique Pichon Riviére. Este autor, a mediados del siglo XX, muy cercano en el tiempo a Félix Guattari (aunque no se conocieron, siquiera a nivel conceptual), dialogó con el psicoanálisis del primer medio siglo, incluso con Jacques Lacan, también con la antipsiquiatría inglesa (sobre todo Laing y Cooper). Generó una perspectiva clínica abierta abriendo “las ventanas” del encierro yoico y edípico, analizando los factores sociales, económicos, políticos, culturales, etc. en la subjetividad. Incluso generó la idea del archiatra, donde el psiquiatra (o psicólogo) debía ser un gran conocedor de diversos campos de lo humano (medicina, psicología, filosofía, semiótica, antropología, arte, etc.). Le daba un gran valor a una actitud transformadora de la realidad como índice de salud, y no a una mera adaptación (en tal sentido separaba la adaptación pasiva de la activa). Buena parte de sus prácticas psiquiátricas institucionales son revolucionarias, dándole protagonismo y autonomía a las personas internadas (prácticas similares al enfoque de la psicoterapia institucional de Tosquelles, Oury y Guattari). El grupo es el instrumento privilegiado para las diversas intervenciones, así como las intervenciones con familias.

Analizaremos también la subjetividad actual en estos tiempos, donde se visualizan los funcionamientos de dos máquinas abstractas, una nómade y otra sedentaria. A una la denominaremos WASP (modelo hombre blanco, anglosajón y protestante, asociado a los blancos que defienden los valores tradicionales, euro y nortecentristas, patriarcales y machistas) y el otro Revolucionario Molecular (antipatriarcal, anticapitalista, feminista, igualitario, defensor de las diversidades sociales e identitarias, antifascista). Los conectaremos con los conceptos de Pichon Riviére de adaptación activa y pasiva, así como a las catexis de deseo reaccionarias y transformadoras. También veremos los aportes de autores como Franco Berardi en relación a sus análisis del Hombre Blanco y cómo va llevando a la subjetividad al momento actual. Asimismo veremos las dimensiones de lo que este autor plantea como subjetividades conjuntiva y conectiva.

Preguntas de investigación:

¿Qué valor le damos a la aparición de indicadores de los asuntos que suelen denominarse (y hasta denostarse por tales en la clínica convencional) sociales (e históricos, económicos, políticos, etc.)?

¿Cómo el esquizoanálisis puede dialogar con perspectivas de trabajo clínico psicológico, enriqueciendo y además superando las perspectivas personológicas?

Conexión de conceptos: Rizoma, Cartografía, Inconsciente trascendental.

Intercesores: Enrique Pichon Riviére y Franco “Bifo” Berardi

 

 

Fascismos al acecho.

Cartografías. Siempre se trata de eso. Hagamos lo que hagamos. Entendiendo o no que hacemos eso. Es inevitable. Cualquier cosa que emprende una persona porta ese acto, el mapeo, ver qué pasa, donde estoy, qué generó, que se produce en mí, qué intensidades se juegan y…y…y… Incluso no necesariamente es un acto consciente, ahí se juega también la mayoría de las veces el inconsciente productivo. Y no es un mero acto subjetivo-individual, la subjetividad abierta múltiple y colectiva vive cartografiando y produciendo en esos mapeos. Y no solo mapas obviamente.

 

El rizoma está cambiando, estamos viviendo tiempos jodidos y se están dando agujeros negros destructivos en forma siniestra en el mundo. No es nada nuevo. En especial Guattari siempre ha hablado de que cada tanto vuelven los arcaísmos y fascismos, en formas novedosas y no tanto. La desaparición de un proyecto colectivo consistente y potente (con sus fallas y peligros obviamente) como el denominado “Mundo Comunista” ha hecho que desde los 90 hasta aquí los proyectos neoliberales se vayan implantando con mayor fuerza. Los gobiernos de centro-izquierda que han gobernado en buena parte de América y Europa generaron una agenda de derechos bastante revolucionaria, intentaron efectuar algo de justicia social con resultados muy dispares (sobre todo en Latinoamérica donde el hambre y la pobreza no son comparables al mundo europeo ni al norteamericano –y es una obviedad pero es bueno recordarlo, que Asia y sobre todo África están mucho peor). Pero estos gobiernos de tibios cortes reformistas en su mayoría no cuestionaron en gran forma al Capitalismo Mundial Integrado que siguió vivito y coleando.

 

Gilles Châtelet, en su libro Vivir y pensar como puercos. De la incitación a la envidia y el aburrimiento en las democracias de mercado (Châtelet 2002), con gran dedicatoria a varios pensadores, entre ellos Deleuze y Guattari, ha realizado un buen análisis de este fenómeno de gobiernos izquierdistas y progresistas que lograron básicamente continuar legitimando el Capitalismo bajo otras formas. Su principal crítica se dirige contra los pensadores del neoliberalismo, que en forma inteligente se dieron cuenta de que era imposible sostener la postura conservadora, llena de prejuicios y anacrónicos tradicionalismos. Este posicionamiento dificultaba el “progreso” económico. La mejor manera de inculcar un neoliberalismo soft, pero más eficaz, fue con la apertura a las ideas progresistas, más tolerantes y libertarias (Châtelet 2002). Una izquierda remozada, perfumada y edulcorada, ya con poca crítica hacia el Capitalismo y el Libre Mercado, se terminó imponiendo.

 

Este Gilles, que no es Deleuze, cita un párrafo de ¿Qué es la filosofía? de nuestros queridos Gilles y Félix que bien se puede decir que es la base sobre la que despliega su excelente libro:

 

“Los derechos humanos no nos harán bendecir el capitalismo. Muy inocente, o muy artera, tendría que ser una filosofía de la comunicación que pretendiese restaurar la sociedad de los amigos, o incluso de los sabios, formando una opinión universal como “consenso” capaz de moralizar las naciones, los Estados y el mercado. Los derechos humanos no dicen nada sobre los modos de existencia inmanentes del hombre provisto de derechos. Y no sólo experimentamos la vergüenza de ser hombres en las situaciones extremas descritas por Primo Levi, sino en condiciones insignificantes, ante la bajeza y la vulgaridad de la existencia que acechan a las democracias, ante la propagación de esos modos de existencia y de pensamiento-por-y-para-el-mercado, ante los valores, los ideales y las opiniones de nuestra época. La ignominia de las posibilidades de vida que se nos ofrecen sale a la luz. No nos sentimos fuera de nuestra época, al contrario, continuamente contraemos con ella compromisos vergonzosos. Este sentimiento de vergüenza es uno de los motivos más poderosos de la filosofía. No somos responsables de las víctimas, sino ante las víctimas. Y no queda más remedio que hacer el animal (gruñir, hozar, reír estúpidamente, convulsionarse) para escapar a lo innoble: incluso el pensamiento está a veces más cerca del animal moribundo que del hombre vivo, aunque se trate de un demócrata” (Châtelet 2002: 9).

 

En nuestro continente se posicionaron en el poder en buena parte de las dos primeras décadas del siglo XXI, gobiernos de variado cuño izquierdista. Los que han generado reformas de índole más revolucionaria han padecido desde juicios políticos de oscura legitimidad hasta golpes de estado y expulsiones. Los demás padecen el desgaste propio de gobiernos que no apuntaron a cambiar tanto las reglas de juego y son sustituídos por gobiernos de cuño más derechista y conservador, algunos se han mantenido con postura totalitarias muy lejanas a una izquierda (al menos la que piensa quien escribe). El Capitalismo está cambiando de receta, ahora está mapeando el oscuro rizoma de la ola conservadurista y poniéndose a tono. Con discursos anti-globalización, patriarcales, religiosos (sobre todo evangelistas), racistas y hasta anti-comunistas o anti-izquierdistas, nuevos líderes y gobiernos derechistas surgen en el mundo. Parece un retroceso. Pero hay que tener en cuenta que siempre estuvieron en el socius estos discursos, estas catexis reaccionarias. Ahora toman mayor empuje. Parece un plan genialmente ejecutado, y tal vez sea así para desgracia nuestra.

Pero todo puede ser, e incluso que esta subjetividad colectiva, el cuerpo lleno del Capitalismo Mundial Integrado actúa y también genera sus propias producciones y reproducciones, en fin… todo lo necesario para seguir funcionando. El reciclaje necesario. El nuevo embrujo, la nueva brujería, la nueva máquina milagrosa funcionando. El polo paranoico del socius está tomando con virulencia viejos valores-fuerza. Parece la vuelta a los años 70, tras lo que fueron los fervorosos años 60, sobre todo sus últimos años. El aparato de estado más represivo fue puesto nuevamente al servicio para reinstaurar un poco de orden. Algo así parece estar sucediendo nuevamente tras un poco de avances sociales y en derechos dentro del marco capitalista. Es hora de que aparezcan los viejos dinosaurios.

 

Clínicas que cartografían

 

En 2019, en Uruguay, un paciente en consultorio, en pleno año electoral, me dice: “voy a votar por la Reforma (se refiere a una Reforma en Seguridad que propuso parte de la Derecha en Uruguay). Esto no se banca más. Ayer robaron a unos amigos. Esto pasa todos los días. Todo se fue al carajo. Yo voté al Frente Amplio (coalición de centro-izquierda que ha gobernado entre 2005 y 2020), pero no va más. Se necesita mano dura. Si hay que poner militares en la calle para parar esto, que así sea”.

 

Otro paciente señala, también en su hora de consultorio particular, durante esa misma época: “no aguanto más, otra vez me robaron. Estos zurdos ya me pudrieron. No sólo no solucionaron la pobreza y el desempleo, dan unos salarios de mierda a los que trabajamos, nos fajan con impuestos y para colmo no te protegen. Toda la vida fui de izquierda, pero la verdad que ya no lo banco más. Creo que me voy a tirar a la derecha. Pienso votar a Manini (General retirado, principal militar en buena parte del gobierno del Frente Amplio de 2015-2020, con rispideces con la presidencia en el último período que motivaron su destitución, actualmente es el máximo referente de un nuevo partido de derecha, Cabildo Abierto, que en 2019 logró más de un 10% de los votos y en 2024 apenas superó un 2). Es un milico de mierda, lo sé, pero igual. Se necesita una persona de autoridad que ponga las cosas en orden un poco. Creo que es la hora de cambiar para la derecha. Me duele lo que digo, pero esta izquierda fue una mierda, y ahora creo que esto solo lo puede solucionar una vuelta a la derecha”.

 

Sigo con otra viñeta de otro paciente, ya con los resultados electorales de 2019 a la vista: “yo no te puedo creer. Ganó la derecha. Es increíble. Qué pueblo cornudo. Volvemos a los de antes. Con todo lo que hizo el Frente. Tá, yo sé que quedaron cosas pendientes, que hubo líos de corrupción…. pero bajaron la pobreza, aumentaron los salarios, la gente viaja más, disfruta más, consume más. Hasta los que no laburan pueden consumir mucho más que antes. De seguro esos pichis de mierda muchos votaron a los blancos (así se les dice a los miembros y partidarios del Partido Nacional, partido conservador que ganó las elecciones en ballotage), que se jodan ahora, que vuelvan a la mugre. Nos cagó la inseguridad, ese fue el tema, ahí se fue todo a la mierda. Pero si creen que estos los van a solucionar, son unos pelotudos, peor vamos a estar”.

 

Mientras tanto en el Hospital Psiquiátrico, en diferentes instancias grupales trabajando con pacientes con diferentes trastornos mentales en agudo, se escucha decir, por esa misma época:

 

“Dios todopoderoso pone las cosas en su lugar. La biblia, la verdad, los pastores lo dijeron. Estos comunistas se tenían que ir, son el mal. Le hacen mucho daño a Cuba y Venezuela. Por eso quedé también recontento cuando entro la rubia esa con la biblia en Bolivia. Mi familia está recontenta con que ganaron acá Lacalle y Manini”.

 

“Viva Bolivia y Brasil. Yo le dije a Bolsonaro que ayude a los países pobres a ser ricos y buenos para Dios. Me está haciendo caso. Por eso hecha a los malos. Chile va a volver a ser lo que era, esa gente mala se va a arrepentir de lo que hacen con Chile. En Uruguay con estos comunistas y tupamaros ya no se podía más. Los comercios cierran, la gente fuma más droga, todo está caro. Tabaré es creyente pero solo no pudo. Argentina ahora se va a fundir con estos ladrones que volvieron, son el Diablo. Bolsonaro y Trump los van a echar. Dios hace las cosas bien para que la gente aprenda”.

 

“Vos está reloco, como vas a decir eso. El Frente es lo más grande que hay. ¿No ves que esto es una revolución, íbamos a ser como Rusia y Cuba y ahora todo se echó para atrás? Vuelve el Imperio, vuelve el Capitalismo, la sociedad libre se terminó. El aborto, la marihuana, el matrimonio gay, los sueldos buenos, la tarjeta mides pa los pobres… todo eso se terminó. Nos van a robar todo los blancos, los colorados y el milico este.”

 

“El tema es el poder de la moneda. La moneda de 10 pesos, echa en China y fundida en oro en Rusia va a ser la más poderosa. Los yankees se mueren y están desesperados. Con esa moneda todos vamos a ser ricos y poderosos. Los gringos no quieren eso. Europa ya compró esas monedas. Yo tengo varias en mi poder y espero salir de acá e irme a la mierda, al menos a Argentina sino a México. Cuando junte unos pesos compro más monedas de 10 pesos de oro chinas y me voy. A Rusia, China, Australia, pero me voy. Me haré rico allá, acá todos van a morir pobres”.

 

De las psicologías personológicas al esquizoanálisis

 

El rizoma está, actúa, se mueve y hace mover. Más que nunca Deleuze y Guattari aciertan: “El delirio no es familiar, sino histórico-mundial. Se delira a propósito de los chinos, de los alemanes, de Juana de Arco y del Gran Mongol, acerca de los arios y los judíos, del dinero, del poder y de la producción, y no en absoluto sobre papá y mamá. Aún más: la famosa “novela familiar” depende estrechamente de las catexis sociales inconscientes que aparecen en el delirio, y no a la inversa.” (Deleuze, Guattari 2006). En la misma entrevista se preguntan: “Lo que a nosotros nos interesa (y que, en cambio, no interesa en absoluto a los psicoanalistas) es esto: ¿Cuáles son tus máquinas deseantes? ¿Cuál es tu manera de delirar el campo social?” (Deleuze, Guattari 2006).  Sin dudas esa es la cuestión. La interrogante de la subjetividad y su producción social. Su deriva delirante. ¿Acaso las conexiones maquínicas de los psicóticos son “mejores” que las que puede hacer un fascista, un revolucionario o un pacifista? Las fuerzas sociales comunicantes contrapuntean en el socius, capturando las subjetividades en diversas modulaciones y polos.

El modelo WASP (hombre blanco, anglo-sajón y protestante, asociado a los blancos que defienden los valores tradicionales, euro y norte-centristas, patriarcales y machistas) está en crisis hace tiempo ya, y por eso mismo lucha por la permanencia. Hoy día, y hace tiempo ya, obviamente no está sólo en los humanos de etnia blanca, sino en cualquiera que adopte estos valores predominantes del WASP (puede ser afro, chino, judío, etc.). En un mundo cada vez más esquizofrénico, todo parece ser posible, desde las libertades más inimaginables hasta el ostracismo más extremo. La escisión parece tener una lucha cada vez entre posiciones más extremas. O se avanza en una sociedad cada vez más diversa y más justa, o se vuelve a una sociedad más militarizada, represiva y racista. Lo que vivimos en Brasil en la educación durante el bolsonarismo, es una muestra. Incluso con el mal manejo que tuvo su gobierno durante la pandemia, casi gana nuevamente las elecciones recientemente, dejando la fantochada del intento de golpe de Estado “a la Trump” que le podría costar la prisión a su líder. Nuevamente la cuestión del misterio vuelve a establecer las preguntas que Baruch Spinoza y Wilhem Reich se hicieron. Las masas desean la esclavitud, desean el fascismo.

 

En su Tratado Teológico Político (Spinoza 2014) Spinoza refiere que “los hombres luchan por su esclavitud como si fuera su salvación” (Deleuze, Guattari 1985). ¿Por qué los seres humanos actuamos, incluso en contra de nuestros intereses, obedeciendo a las órdenes de nuestros amos, sus deseos y hasta sus desatinos? Ya Reich refería en Psicología de masas del fascismo que “lo sorprendente no es que la gente robe, o que haga huelgas; lo sorprendente es que los hambrientos no roben siempre y que los explotados no estén siempre en huelga”, como nos lo recuerdan citándolo Deleuze y Guattari en El Anti Edipo (1985). Como en varios momentos históricos las masas desean el fascismo; las catexis reaccionarias, conservadoras, se imponen a las transformadoras y revolucionarias. Reterritorializaciones del Poder que apela a entristecernos, favoreciendo la adaptación pasiva al decir de Pichon Riviére, o la Normopatía según Jean Oury.

Estos vaivenes se dan en lo que Pichon Riviére trabajó sobre la cuestión de la adaptación en las subjetividades: es la “adecuación o inadecuación de la respuesta del sujeto a las exigencias del medio. A la conexión operativa, transformadora o inoperante, empobrecida, entre sujeto y mundo” (Zito Lema 1997: 85). El devenir esquizo o esquizoonte está más del lado de la adaptación activa, que implica “una perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa realidad transformándose, a la vez, él mismo” (Zito Lema 1997: 86). Incluso Pichon disloca esta cuestión de la concepción capitalista: “no implica aquí “competencia social”, aceptación indiscriminada de normas y valores, sino, por lo contrario, una lectura de la realidad con capacidad de evaluación y propuestas de cambio” (Zito Lema 1997: 86). Adaptación pasiva y activa se bambolean en las subjetividades como lo estriado y lo liso, lo nómade y lo sedentario. Las subjetividades se mueven en esta diagramación.

Pichon Riviére cuestionó desde el Río de la Plata al psicoanálisis y las psicologías meramente individualistas. “El psicoanálisis debe ser espontáneo, imaginativo, no atado a pautas rígidas” (Zito Lema 1997: 95). Al igual que Tosquelles, Oury y Guattari, comenzó el andamiaje de su concepción con el psicoanálisis y el marxismo. También para él Wilhem Reich ha hecho aportes importantes, considerándolo también dentro del campo de la psicología social. Reich “ha hecho la tentativa, sin duda una de las más serias, de buscar los puntos de unidad entre el psicoanálisis y la teoría social” (Zito Lema 1997: 99). La concepción pichoniana todavía tiene un familiarismo muy fuerte en su teoría, pero toma también lo social, lo económico, cultural, etc. como factores fundamentales en la praxis de la psicología social, punto que lo acerca en parte al esquizoanálisis. “Es preciso aclarar que la psicología social no pone su acento en la familia, lo pone en la interacción entre la familia y sociedad” (Zito Lema 1997: 105).

En este pasaje Pichon lo deja muy claro: “Para nosotros el individuo humano es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente, en relaciones que lo determinan. El sujeto no es sólo un sujeto relacionado, es un sujeto producido. No hay nada en él que no sea la resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases” (Zito Lema 1997: 107). Guattari sobre todo, nos enriquece esta visión con su concepción de los equipamientos y también con la de lo colectivo (incluyendo lo pre-personal), y ni hablar con su aporte de las tres ecologías. Pichon Riviére va a privilegiar como el lugar de operación a los grupos. Juan Carlos De Brasi, un pos-pichoniano, en los 90, incluirá la posibilidad de trabajar con esta concepción con una persona o con cualquier tipo de subjetividad, cuando afirma que un individuo ya es un grupo plegado: “No, un grupo para nosotros es uno plegado. No son veinte personas, es ella que está allí, sólo que está plegada… no es una evidencia empírica la que da la noción de grupo” (De Brasi 1995: 93).

Toma Pichon de Aldo Pellegrini la idea de arquiatra, “una búsqueda sin pausas del saber. Esa ansia de penetrar, a fondo y con los riesgos que ellos significa, en los misterios de la naturaleza humana” (Zito Lema 1997: 77). Resuena esta noción con el esquizoanálisis como transdisiciplina o antidisciplina, en su afán sólo de trabajar una concepción de subjetividad e inconsciente en cualquier ámbito: clínico, cultural, artístico, filosófico, político, científico, etc. Y trabajando justamente con todas las disciplinas y campos del saber que fueran necesario. Pichon Riviére señalaba que un clínico, psiquiatra, o psicólogo social, debía nutrirse de forma múltiple en el saber de lo humano: política, psicología, simbolismo, semiótica, arqueología, etc… No conoció Pichon al esquizoanálisis, pero sí a la antipsiquiatría de Laing y Cooper, con la que tiene afinidades similares a las que tiene con Reich, y comparte la apuesta de humanizar la atención psiquiátrica, pero no está de acuerdo con sus visiones téoricas y técnicas a las que visualiza como desviaciones de las posturas de Sartre.

Autores como Alfonso Lans han trabajado ciertas analogías entre las experiencias y teorías de Enrique Pichon Rivière en Argentina y Félix Guattari en La Borde. Sin dudas Pichon hace también un alejamiento del modelo psicoanalítico clásico, hasta lo patenta en sus obras: Del psicoanálisis a la psicología social (1971). Si bien mantiene muchos elementos estructuralistas en la teoría, va hacia una concepción familiar y social de la locura y de todo malestar psíquico. Y también tiene en común el hecho de ver la necesidad de revolucionar los hospitales psiquiátricos. El argentino fue expulsado del hoy llamado Hospital Borda por generar prácticas alternativas que fueron muy mal vistas por el statu quo. Ante la falta de enfermeros instrumentó a pacientes para que pudieran cubrir en buena parte esos roles. Esta experiencia también recuerda a las de Tosquelles que tanto inspiraron a Oury y Guattari en La Borde. Joaquín Rodríguez Nebot, en una de las tantas conferencias dadas por él en las que participé, señaló que conoció a Pichon Rivière en sus últimos años, y estaba comenzando a leer a Gregory Bateson y sus Pasos hacia una ecología de la mente (1991). Bateson es importante para Guattari por su concepto de meseta que es tomado para trabajar su visión del rizoma (Deleuze & Guattari 2004), y también para su concepción ecosófica (Guattari 1996).

No es casualidad que haya sido en autores muy implicados en el pensamiento del psicólogo social argentino (más allá de su nacimiento en Suiza) que las ideas de Deleuze y Guattari comienzan a introducirse en forma muy clara. Es señera en ese sentido la edición de Lo grupal, una serie de diez libros que van señalando en muchos de sus autores elementos críticos a la psicología social pichoniana clásica y van proliferando otras concepciones y praxis. Entre esos autores encontramos a Gregorio Baremblitt (señalado como uno de los más importantes introductores del pensamiento de Deleuze y Guattari en Latinoamérica), Juan Carlos De Brasi, Eduardo Pavlovsky, Hernán Kesselman, Osvaldo Saidón o Marcelo Percia . Esos libros se editaron entre 1983 y 1993 (AA. VV. 1983). Allí comenzaron a circular concepciones y derivaciones hacia el esquizoanálisis, el psicodrama, el análisis institucional, modos críticos y renovados del psicoanálisis y la psicología social. Y sobre todo concepciones críticas de la subjetividad, escapando de las concepciones clásicas del psicoanálisis, el estructuralismo y la dialéctica. Herramientas provenientes de autores como Deleuze, Guattari, Foucault, Derrida, Loureau, Lapassade y otros complejizaron los campos de intervención y las miradas sobre la subjetividad, la sociedad y la salud.

En ese campo rioplatense, en los ámbitos de las psicologías grupalistas y los intercambios universitarios entre Uruguay y Argentina, estas ideas van tomando fuerza. Y generan cambios, cuya mayor irrupción en Uruguay se da en el Área de Psicología Social en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República en los años 90, que pasa de un esquema esencialmente pichoniano a una psicología social con miradas desde la complejidad con muchas de las innovaciones y críticas ya enunciadas. Desde ahí, profesores como Silvia Castro, Joaquín Rodríguez, Alejandro Raggio, Alfonso Lans, Gabriel Galli y otrxs trabajan investigaciones sobre las producciones de subjetividad revolucionando la psicología social y sus modos de enseñanza y trabajo.

Un paso fundamental es la fundación en los 90, en el marco de la Facultad de Psicología, del Servicio Social Comunitario de Atención Psicológica, cuya área clínica es coordinada por el psicólogo Alfonso Lans. Ahí comienza a fundarse una clínica muy sostenida en el estudio de autores como Deleuze, Guattari, Pavlovsky y Baremblitt, entre otros. Y el paso fundamental en la inauguración de la clínica esquizoanalítica en Uruguay es la fundación del Centro Félix Guattari en Montevideo en el 2000. Alfonso Lans, Gabriela Etcheverry y Marcello Leggiadro, entre otros, inauguran un espacio de estudio, formación e investigación en prácticas esquizoanalíticas. Allí, a tres años de egresado como psicólogo hago mi especialización en clínica esquizoanalítica, culminándola en 2005. En base a seminarios, esquizodramas y un esquema básico de trabajo centrado en la técnica operativa de grupo pichoniano se fueron dando los aprendizajes de conceptos, modos de intervención, covisiones clínicas y el aprendizaje del proceso humano y grupal. Todo un proceso alquímico de transformación. De modos singulares. Como decía Baremblitt en algunas de sus conferencias, según recuerda vagamente mi memoria: “Al esquizoanálisis uno va entrando con lo que trae, del proceso vivencial y lo aprendido, y se va modificando a medida que los conceptos deleuzo-guattarianos se van incorporando, de maneras únicas y diversas”.

El esquizoanálisis en su vertiente clínica-psicológica debe conjugar y llevar a sus límites y hacer estallar los campos de las psicologías personológicas, nutriendo incluso campos de la salud mental como la sistémica, el diálogo abierto o la psicología social, que en sí mismos piensan estas cuestiones más allá de mentes individuales. Conjugar la clínica psicológica cartográfica o rizomática haciendo trabajar esa noción de inconsciente trascendental que comienza a esbozarse en El Anti Edipo: “…una revolución, esta vez materialista, no puede pasar más que por la crítica de Edipo, denunciando el uso ilegítimo de las síntesis del inconsciente tal como aparece en el psicoanálisis edipiano, de modo que recobre un inconsciente trascendental definido por la inmanencia de sus criterios, y una práctica correspondiente como esquizo-análisis” (Deleuze&Guattari 1985: 81).

Guattari trabajó con los sistémicos en los 80, a través de la amistad con Mony Elkaim, nutriendo el campo clínico y enriqueciendo todo lo relacionado a las Redes Sociales, justamente en una labor de arquiatras, con el despliegue de nociones contemporáneas de la filosofía, la física y la sociología entre otras disciplinas. Entre esos vectores que vemos hoy, se ha desarrollado el Diálogo Abierto entre los 90 y 2000, surgido en prácticas institucionales, clínicas y sociales en Finlandia. A través de las ideas del filólogo ruso Mijail Bajtín, el Diálogo Abierto entiende a la subjetividad en el entre y no en un sujeto específico, trabajando con la multiplicidad interviniente, descentrándose del paciente y convocando al diálogo entre los diferentes actores (familia, amigos, equipo técnico y otros miembros de la red social), colocando a los técnicos como una parte más de la red e intentando empoderar a las subjetividades sufrientes y sus grupalidades cercanas tomando las decisiones sobre el padecer, sus efectos y los proyectos de vida. Un punto importante es la polifonía, ese concepto de Bajtín, que convoca a prestarle atención y a convocar a las diferentes voces y puntos de vista, concepto que Guattari ha venido trabajando también: “De hecho, la subjetividad es plural y polifónica, para retomar una expresión de Mijail Bajtin. No conoce ninguna instancia dominante de determinación que gobierne a las demás instancias como respuesta a una causalidad unívoca” (Guattari 1996 a: 11).

En Diálogo Abierto no se somete a las subjetividades a significaciones dominantes ni a interpretaciones edípicas ni de ninguna calaña, la voz técnica es una más y se tiende a no colocarse en un lugar de expert autoritario.  Su único objetivo es la profundización del dialogismo y la reflexión, en contacto con las sensaciones corporales y emocionales, conjunto que irá llevando a las transformaciones deseantes. “El dialogismo implica heterofonía –multiplicidad de voces-, heterología –alternancia de tipos discursivos entendidos como variantes lingüísticas individuales- y heteroglosia –presencia de distintos niveles de lenguaje-. Las terapias dialógicas, como el diálogo abierto, recogen esta concepción como inspiración. En el diálogo abierto se hace hincapié en promover el diálogo y sólo secundariamente en suscitar el cambio en el paciente o en la familia” (Seikkula y Arnkil 2016: 304).

 

Entre el WASP y las Revoluciones Moleculares.

¿Por qué urge tener visiones de la psicología, la salud mental y la clínica, que no sean personológicas y puedan dar cuenta de la realidad material con la que trabajamos? Dicho de otra manera: para retomar esa propuesta de una psiquiatría o psicología materialista descripta en El Anti Edipo. Porque sino inventamos un mundo demasiado embrujado, encantado y falso. Las teorizaciones estructuralistas individualistas, edipizantes, simbólicas, arquetípicas, cognitivas u otras nos alejan de la realidad concreta donde se desarrollan los hechos. Los síntomas se dan en relaciones sociales, en agenciamientos maquínicos colectivos, en territorios existenciales donde los equipamientos, las instituciones, los flujos sociales, históricos, culturales y…y…y marcan sus esquizias constantemente. Son las mismas maquínicas deseantes puesta en juego, en movimientos micro y macropolíticos. Guattari afirmaba que antes que el ser está la política, porque ya los sujetos como resto de la maquinaria están produciéndose en juegos de poder y deseo que les preceden, la inmanencia. Los síntomas son índices maquínicos ecosóficos.

Sobre la depresión, por ejemplo, Franco Berardi afirma que es inherente al modo de vida neoliberal, algo que vienen estudiando autores como Leader (2011) y Ehrenberg (1998) como fenómeno al menos desde los 70. “Los eventos de la depresión económica y la depresión psíquica deben ser entendidos en el mismo contexto, porque están interrelacionados” (Berardi  2018). La depresión social inevitablemente afecta los espíritus individuales, compone cuerpos tristes. “La máquina perfecta de la ideología neoliberal se está cayendo a pedazos porque estaba fundada en el supuesto equivocado de que el alma podía ser reducida a mera racionalidad. El lado oscuro del alma –miedo, ansiedad, angustia, pánico y depresión– por fin ha mostrado su cara después de haber pasado una década rondando en las sombras de la muy pregonada victoria y la prometida eternidad del capitalismo” (Berardi 2018).

La subjetividad traza mapeos maquínicamente, en los “entres” que permanentemente poblamos y producimos. Entre fragmentos y acontecimientos de otros humanos, animales, plantas, minerales, y múltiples artefactos como celulares, televisores, autos, casas, diversas instituciones y un etcétera gigante. Si somos estrictos en el sentido esquizoanalítico, los encuentros no son entre personas u otros “objetos totales”, sino entre pensamientos, afectos, sonidos, climas, intensidades, etc. Encuentros deseantes, máquinas deseantes, cuerpo sin órganos. Toda una micropolítica de los vínculos y las conexiones.

En estos tiempos post-pandémicos, los virus capturan nuestra atención y nos libidiniza un terrible agujero negro que descompone besos, abrazos y múltiples encuentros corpo-afectivo-sensibles. La subjetividad conjuntiva pierde terreno en estos días, diagramándose con mayor fuerza la subjetividad conectiva.

Bifo Berardi, en La sublevación, afirma que la subjetividad conjuntiva privilegia la sensibilidad. Nos dice:

“La sensibilidad es la capacidad de los seres humanos de comunicar cualquier cosa que no se pueda decir con palabras. Es la disponibilidad de los cuerpos a las caricias, a la compasión entendida como percepción compartida. El organismo colectivo es capaz de conjunción y, por tanto, capaz de afectividad, comprensión sensual y solidaridad social. (Berardi 2014: 104)

La subjetividad conectiva, por otra parte, dice el autor que “es la interoperatividad funcional de organismos reducidos a segmentos lingüísticos compatibles. La difusión de la modalidad conectiva en la vida social produce las condiciones de un cambio antropológico del cual no distinguimos aún plenamente los contornos. Este cambio implica una mutación del organismo consciente: para que el organismo consciente pueda hacerse compatible con el ambiente conectivo es necesaria una reformulación del sistema cognitivo”… “La tecnología recombinante de la Red global provoca una aceleración de los flujos informativos y una potenciación de las capacidades de concatenación conectiva. Pero al mismo tiempo esto parece producir un embotamiento de las facultades conjuntivas de la cognición humana. La facultad conjuntiva esencial, que es la sensibilidad y la expansión de la modalidad conectiva en la psicoesfera, produce efectos de tipo patógeno sobre la esfera de la sensibilidad” (Berardi 2014: 106).

 ¿Será este cambio subjetivo importante, que menciona Berardi, el que está llevando a la aparición de personalidades cada vez más frágiles, vulnerables? Al menos desde los 90 muchos autores señalan que la neurosis está en decadencia, y que cada vez más nos encontramos con personalidades limítrofes, que bordean la impulsividad, la psicosis y hasta el autismo . ¿Qué pasará con esta mayor diagramatización de la subjetividad conectiva aumentada además tras el confinamiento? Quizá nos tengamos que preparar cada vez más a estar con nuevas modalidades de subjetividades zombis de pantalla.

Tal vez la subjetividad conectiva también nos aleje cada vez más del mundo de los animales y las plantas. La pantalla de la mascota virtual no siente lo mismo que un perro o gato de veras, y mucho menos un perro-robot. Guattari afirmaba que la tecnología es algo a lo que no podemos rehusarnos, y que puede ser un instrumento más para la libertad humana. Pero sin duda las máquinas técnicas tienen su lado oscuro, un diagrama tenebroso del que nos han dado posibles pistas artistas de la ciencia ficción. Recordemos la saga de Terminator, o la de Matrix, o Robocop, o novelas como 1984 o Fahrenheit 451.

Esta subjetividad conectiva llega al colmo incluso a nivel de proyecto colectivo ideológico, con mucha pujanza en estos tiempos posmodernos y neoliberales: el transhumanismo. Nos dice brillantemente Bifo sobre este en Autómata y caos: “Una ideología transhumanista cuya premisa psicoepistémica es la vergüenza y el asco de ser humanos, de tener cuerpos humanos y mentes corpóreas” (Berardi 2020: 112). “Siguiendo la línea cartesiana, los transhumanistas tienen un enfoque dualista del problema mente-cuerpo, y piensan que la mente humana puede existir, independientemente del cuerpo, en una computadora” (Berardi 2020: 114). Nuevas máquinas técnicas para ejercer la masacre sobre el cuerpo, el nuevo Juicio de Dios, la racionalidad algorítmica desafectivizada y desencarnada. O, mejor dicho, encarnada en bello cuerpo de siliconas.

Señala Bifo, entre otros, a Harari en su Homo Deus, donde afirma que la inteligencia no necesita de la conciencia; es más: esta es un estorbo para el desarrollo de una “superinteligencia”. Nos dice Bifo:

“Aquí Harari toca un punto esencial (en el que están incluidos los núcleos conceptuales del nazismo y del transhumanismo a la vez): la eficacia de la acción inteligente es exaltada y acelerada por la evacuación de la conciencia. El proyecto transhumanista se basa en la premisa de que la tecnología hará posible una simulación perfecta de la vida inteligente, pero esto es cierto solo si la vida inteligente se desvincula de la conciencia, que es residuo y exceso, lentitud e inexactitud”. (Berardi 2020: 116)

La inteligencia artificial va en camino de la búsqueda de la subjetividad del autómata algorítmico conectivo. Por suerte, concluimos con Bifo: “El proyecto transhumanista es imperfecto porque el caos toma la delantera sobre el autómata, y porque la conciencia nunca es aniquilada, aunque pueda resurgir en forma de caos psíquico” (Berardi 2020: 148). La vida siempre puede más, y aunque los estratos se endurezcan demasiado, el cuerpo sin órganos siempre los removerá y transformará de maneras insospechadas. Aunque nos quieran hacer repetir el calco, siempre lo podemos romper con nuevos mapas.

Podemos, pese a la crítica de Bifo Berardi, entender también otra forma de  transhumanismo. Una forma alegre, constructiva, potente. Un transhumanismo maquínico, esquizo, que entiende la cuestión de la subjetividad como agenciamiento colectivo, como paisaje que se va componiendo en el devenir de las relaciones corporales, de las fuerzas, de las historicidades, de las geografías y… y… y…

 Transhumanismo que no se opone a lo humano, a lo imperfecto, a lo material, a lo concreto… que se hunde en la inmanencia. O, mejor dicho, que la reconoce. Ningún coro de ángeles abstracto, ninguna robotización (o al menos no solo una robotización). Un cerebro inmundo, que no es conciencia perfecta, sino una conciencia bastarda que sabe que apenas pilotea como puede en los aires del inconsciente productivo. Ese inconsciente productivo donde las máquinas cada vez más nos acompañan, subjetivan y producen en forma cada vez más impactante. Historicidad que no es de ahora, obviamente, lleva mucho tiempo, siglos. Pero hay que reconocer que los avances en informática y digitalización han hecho que sean casi una parte nuestra insoslayable (pensemos solo en el uso del celular). ¿Qué quiero decir con esto? Apuesto a un transhumanismo consciente, “del abajo”, rebelde, revolucionario, que apueste a los devenires vitales. Siendo conscientes, críticos con respecto a sus derivas despóticas, controladoras y fascistas. La inteligencia artificial ya es parte de nuestras vidas también. Sabemos que no es solo un demonio. Tiene mucho para dar, nos puede ayudar, liberar. Agujereemos el aspecto capitalista-controlador, servo-mecanicista y esclavista del asunto.

Produzcamos líneas de fuga potentes para devenires rizomáticos, composiciones alegres y transformadoras de nuestras realidades. Eso lo tomo como una enseñanza de Guattari, que jamás propuso una lectura demoníaca de los avances en tecnología, sino un uso libertario y vital.

Y esos movimientos moleculares micropolíticos son los que necesitamos para socavar este transhumanismo algorítmico del autómata que está conjugado a la máquina abstracta capitalista del WASP. La máquina abstracta WASP funciona tercamente, como agujero negro atrae nuestros deseos, cuando las promesas revolucionarias de un mundo mejor decaen o son “traicionadas”, y/o cuando el confort consumista capitalístico está en riesgo desde la perspectiva del cordero temeroso. Sin duda opera como máquina deseante, elaborando la paranoia y el sedentarismo como se manifiesta en los discursos y actos neuróticos y psicóticos descriptos en las viñetas leídas. Obturan otros devenires posibles.

Apostemos a los devenires revolucionarios. A los movimientos, organizaciones y multitudes que insisten en marcar otros mundos de posibles, otras sociedades más deseantes y diversas, donde solo quede afuera la explotación, la injusticia y el fascismo (el mayor enemigo como nos los recordaba Foucault). Insisitir en las proliferaciones revolucionarias de los movimientos LGBTQI+, el proletariado, los desocupados, los ecologistas, los locos…. La mayoría marginada, al decir de Basaglia. El diverso movimiento feminista  que sacude hoy al mundo con fuerza, devenir mujer que catapulta Revoluciones Moleculares, al decir de Guattari.

Disputarle el poder al WASP. Como afirman Deleuze y Guattari: “Supongamos que la constante o el patrón sea Hombre-blanco-macho-adulto-urbano -hablando una lengua standard- europeo-heterosexual cualquiera (el Ulises de Joyce o de Ezra Pound). Es evidente que “el hombre” tiene la mayoría, incluso si es menos numeroso que los mosquitos, los niños, las mujeres, los negros, los campesinos, los homosexuales, etc. – Y la tiene porque aparece dos veces, una vez en la constante, otra en la variable de la que se extrae la constante. La mayoría supone un estado de poder y de dominación, y no a la inversa” (Deleuze& Guattari 2004: 107). Justamente esa máquina abstracta WASP es la que está en disputa contra la que podría llamarse (de paso sería un lindo homenaje a Guattari): Revolución Molecular (que coloca todos los devenires transformadores y devenires minoritarios, en líneas generales  anticapitalistas en sus diferentes versiones más los feminismos, la diversidad sexual, los trabajadores, los desocupados, etc.). Ambas máquinas abstractas funcionan y generan también sus diversas mezclas en lo local, pues como nos enseñaron Félix y Gilles, estas cuestiones nunca son puras, están en conjunción y en diversos gradientes nómade-sedentarios y sedentario-nómades según el orden de las singularidades. La vida es obstinada, y siempre re-aparece, e insiste en ponernos en los caminos de la liberación.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

AA.VV. (1983). Lo Grupal 1. Buenos Aires: Ayllú.

 

Bateson, G. (1991). Pasos hacia una ecología de la mente. Una aproximación revolucionaria hacia la autocomprensión del hombre. Buenos Aires: Lohlé-Lumen.

 

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Deleuze, G; Guattari, F. (1985). El Anti Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Barcelona: Ed. Paidos.

 

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Zito Lema, V. (1997) Conversaciones con Enrique Pichon-Riviére sobre el arte y la locura. Buenos Aires: Ediciones Cinco.

 

 

miércoles, 19 de junio de 2024

FOUCAULT, GUATTARI Y EL PARADIGMA ESTÉTICO. CONFERENCIA HOMENAJE A FOUCAULT

FOUCAULT, GUATTARI Y EL PARADIGMA ESTÉTICO. CONFERENCIA HOMENAJE A FOUCAULT.

Intervención en Congreso Homenaje a los 40 años de la desaparición física de Michel Foucault, on line y colgada en Youtube, por grupo Transversalizando Grupo de Estudos e Pesquisas, de Universidad Federal de Pará, Brasil.

Tras el enlace del video dejo el texto en español completo.











 

Foucault, Guattari y el Paradigma ético-estético.

Foucault realiza para la edición norteamericana del libro de Gilles Deleuze y Félix Guattari, “El Anti Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia”, un famoso prefacio titulado “Una introducción a la vida no fascista”. El libro fue publicado en Francia en 1972, pero esta edición llega en el año 1983 al inglés en Estados Unidos. Es muy conocida la amistad de Michel con estos importantes autores franceses, sobre todo con el filósofo Deleuze, al menos desde el interés mutuo por la obra de Nietzsche. Y “El Anti Edipo” sin dudas marcó un punto importante de proximidad teórica, más allá de que estos autores han tenido también sus diferencias. Pero, sin dudas que a la larga son más las semejanzas que las diferencias.

Foucault en este pequeño texto comienza señalando que en los años 40 y 60 en Francia había un modo cuasi ortodoxo de pensar y actuar desde el marxismo, con una concepción del deseo centrada en las ideas de Freud y una lingüística basada en el significante. A fines de los 60 acaecen varios acontecimientos importantes a nivel socio-histórico que cambian los paradigmas, sobre todo el Mayo del 68. Nuevos modos de pensar la política, los discursos y la subjetividad se ponen en juego. Ahí aparecen Deleuze y Guattari, sobre todo este último quien fue un actor importante en las movilizaciones en París.

Félix Guattari es un actor político indiscutible, militante de múltiples movimientos de izquierdas, ecologista, incluso político en el campo de lo institucional, lo cultural, lo social, etc. Sabía junto con Deleuze que el fascismo no es un problema de ciertos regímenes o modos exclusivamente sociales, sino que transita todo el campo social, está en lo cotidiano, en los microfascismos. Como buenos actores de -y a su vez paridos por- Mayo del 68 (cuyos movimientos sociales fueron vistos como insignificantes para buena parte de la filosofía crítica y la política marxista, es más, Guattari siempre denunció la colaboración de los sindicatos y el partido comunista francés con el restablecimiento del orden impuesto por el gobierno derechista de De Gaulle), inmediatamente visualizaron las problemáticas de “lo minoritario”. Y minoritario no es un problema numérico, estadístico. Todo lo contrario, estas problemáticas son desde ese lugar de la mayoría de la población, como consideraban Franco y Franca Basaglia en “La Mayoría Marginada”. El tema pasa justamente por los agenciamientos que se evidencian en las producciones subjetivas, las catexis de deseo reaccionarias que la mayoría libidiniza. El Enano Fascista que todos agenciamos. Nos compone el Patriarcalismo, el Hombre Blanco, esa gran Máquina Abstracta que opera en todos los rincones del socius. No se puede devenir Hombre, pues Hombre es un tema de Estado, estamos siendo Hombre todos, predominantemente, como cuestión Molar, Mayoritaria. Se puede devenir mujer, niño, animal, planta, imperceptible…..

Foucault nos dice que El Anti Edipo se ríe de Freud. También lo hace en buena parte con los marxistas ortodoxos y los sacerdotes del significante. Dice genialmente que hay que leer a este gran libro no como la nueva teoría iluminadora, sino que hay que “abordarlo como un “arte” en el sentido, por ejemplo, que se habla de un “arte erótico”. Apoyándose en las nociones aparentemente abstractas de multiplicidad, de flujos, de dispositivos y de ramificaciones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la “máquina” capitalista ofrece respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se preocupan más por el cómo que por el por qué de las cosas. ¿Cómo se introduce el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de la política e intensificarse en el

proceso del derrumbe del orden establecido? Ars erotica, ars theoretica, ars politica” (Foucault, Prefacio ed EEUU).

Guattari en “La Revolución Molecular” (1977) en este mismo sentido señala que:

 “Detrás de Marx y de Freud, detrás de la marxología y la freudología, se encuentra la realidad merdosa del movimiento comunista y del movimiento psicoanalítico. Es de allí de donde hay que partir y es allí adonde debemos volver siempre. Y cuando hablo de mierda casi no se trata de una metáfora: el capitalismo lo reduce todo al estado de mierda, es decir, al estado de flujos indiferenciados y decodificados de los que cada uno debe extraer su parte de una manera privada y culpabilizada. Se trata del régimen de la intercambiabilidad: cualquier cosa, dentro de su «justa» medida puede equivaler a cualquier otra. Marx y Freud, por ejemplo, reducidos al estado de papilla dogmática, podrán ser comercializados sin ningún riesgo para el sistema. El marxismo y el freudismo, escrupulosamente neutralizados por los cuerpos constituidos del movimiento obrero, del movimiento psicoanalítico y de la Universidad, no solamente no incomodan a nadie, sino que han llegado incluso a convertirse en los garantes del orden establecido, la demostración por reducción al absurdo de que es imposible amenazarlo seriamente” (Guattari, La Revolución Molecular, p. 21).

De ahí es que también Foucault coloca a los tres enemigos principales del Anti Edipo. Los primeros, los derivados de lo que Guattari denominó marxología. “Los ascetas políticos, los militantes tristes, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad” (Foucault, op cit).

La freudología y los sacerdotes del significante tienen el segundo lugar para Foucault. “Los lamentables técnicos del deseo –los psicoanalistas y los semiólogos– que registran cada signo y cada síntoma, y que quisieran reducir la múltiple organización del deseo a la ley binaria de la estructura y de la falta” (Foucault, op cit).

Pero sin dudas estos son enemigos menores, en relación al principal enemigo de la vida en sí misma: el fascismo (en todas su variantes macro y microfascistas). “Finalmente, el mayor enemigo, el adversario estratégico (mientras que la oposición de El Anti-Edipo a sus otros enemigos constituye más bien un compromiso táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y Mussolini –que supo movilizar y utilizar muy bien el deseo de las masas- sino también el fascismo que reside en cada uno de nosotros, que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, y desear a quienes nos dominan y explotan” (Foucault, op cit).

Justamente en este sentido es que Foucault denomina que El Anti Edipo es un libro de ética. De ética frente a la vida, entendiendo por esta a una ética de la liberación, es un libro contra el fascismo y contra la muerte. Entendiendo a la muerte como todo aquello que oprime la vida, que la somete, la explota y no la deja expresarse en un nivel óptimo. Es un libro de ética de la liberación. En ese sentido es un libro revolucionario.

En tal sentido estas preguntas de Foucault son cruciales: “¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo desembarazar del fascismo nuestro discurso y nuestros actos, nuestro corazón y nuestros placeres? ¿Cómo hacer salir de su refugio al fascismo que se incrustó en nuestro comportamiento?” (Foucault, op cit).

Y en ese mismo sentido Michel Foucault coloca 7 deducciones del libro que sirven de manual a su entender sobre los contenidos del libro y sobre esta vida con ética no fascista:

“1 -Despoje la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante.

2 - Desarrolle la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, antes que por subdivisión, y jerarquización piramidal.

3 - Libérese de las viejas categorías de lo Negativo (la ley, el límite, la castración, la falta, la laguna) que el pensamiento occidental, desde hace tanto tiempo, ha considerado sagradas en tanto formas de poder y modo de acceso a la realidad. Prefiera lo positivo y lo múltiple, la diferencia antes que la uniformidad, los flujos, antes que las unidades, los agenciamientos móviles antes que los sistemas. Considere que lo productivo no es sedentario, sino nómada.

4 - No imagine que es necesario ser triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es abominable. El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación).

5 - No utilice el pensamiento para dar a una práctica política un valor de Verdad: ni la acción política para desacreditar un pensamiento, como si éste fuera mera especulación. Utilice la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política.

6 - No exija de la política que restablezca los “derechos” del individuo tal como lo ha definido la filosofía. El individuo es producto del poder. Es necesario “desindividualizar” por medio de la multiplicación y el desplazamiento, el agenciamiento de diferentes combinaciones. El grupo no debe ser el lazo orgánico que une los individuos jerarquizados, sino un generador constante de “desindividualización”.

7 - No se enamore del poder” (Foucault, op cit).

Sin dudas que hay muchas resonancias con el pensamiento de dos multiplicadores de la obra de Deleuze y Guattari como Hardt y Negri, sobre todo en Imperio en el último capítulo en la parte dedicada al Militante.

“Cuando hablamos del militante, no pensamos en algo parecido al triste, ascético agente de la Tercera Internacional cuya alma estaba profundamente permeada por la razón de Estado soviética, de igual modo que la voluntad del Papa estaba embebida en los corazones de los caballeros de la Sociedad de Jesús. No estamos pensando en nada como eso ni en nadie que actúe sobre la base del deber y la disciplina, que pretenda que sus acciones se deduzcan de un plan ideal” (Hardt, Negri, Imperio p. 355-356).

Refieren al final del libro, en Imperio:

“Hay una antigua leyenda que puede servir para ilustrar la vida futura de la militancia comunista: la de San Francisco de Asís. Consideremos su obra. Para denunciar la pobreza de la multitud adoptó esa condición común y descubrió allí el poder ontológico de una nueva sociedad. El militante comunista hace lo mismo, identificando en la condición común de la multitud su enorme riqueza. Francisco, oponiéndose al naciente capitalismo, rechazó toda disciplina instrumental, y en oposición a la mortificación de la carne (en la pobreza y el orden constituido) sostuvo una vida gozosa, incluyendo a todos los seres y a la naturaleza, los animales, la hermana luna, el hermano sol, las aves del campo, los pobres y explotados humanos, juntos contra la voluntad del poder y la corrupción. Una vez más, en la posmodernidad nos hallamos en la situación de Francisco, levantando contra la miseria del poder la alegría de ser. Esta es una revolución que ningún poder logrará controlar, porque biopoder y comunismo, cooperación y revolución, permanecen juntos, en amor, simplicidad, y también inocencia. Esta es la irreprimible alegría y gozo de ser comunistas” (Hardt, Negri, op cit p. 357).

Por supuesto que la noción de comunista que manejan no es la tradicional u ortodoxa, sino una de la mano de una conjunción de la visión particular de Negri, con un enfoque spinozista y deleuziano, muy lejano de la tradición hegeliana y leninista. Un comunismo inmanente, podríamos decir, a la cual el propio Guattari adhirió en un artículo con el propio Negri. Dicen Guattari y Negri en Las Verdades Nómades:

“La palabra comunismo está marcada por la infamia. ¿Por qué? Aunque indica la liberación del trabajo como posibilidad de creación colectiva, se ha convertido en sinónimo del aplastamiento del hombre bajo el peso del colectivismo. Por nuestra parte, lo entendemos como la liberación de las singularidades individuales y colectivas, es decir, lo contrario al encuadramiento del pensamiento y de los deseos” (Negri, Guattari, Las verdades nómadas, p. 19).

Como vemos comunismo es para estos autores sinónimo de una liberación del deseo, de la afirmación de una vida libertaria, no opresiva. De una construcción colectiva de lo común. Nada que ver con esa concepción trascendente de los marxismos idealistas, como los leninistas.

Y en esa lucha comunista por la liberación del deseo, también Guattari y Foucault coincidieron en un importante punto micropolítico molecular: los devenires sexuales minoritarios. Parte de esa revolución molecular guattariana ha sido pelear por las expresiones sexuales y de género antipatriarcales, no binarias y sobre todo reprimidas por el sistema: las homosexualidades, transexualidades y las diversas manifestaciones de sexo y género. Guattari, como director de la revista Recherches, “fue llevado a juicio por la publicación del número 12 de la revista francesa Recherches que se tituló Gran Enciclopedia de las homosexualidades (con la participación de Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jean Genet, Daniel Guérin, Guy Hocquenghem, Jean-Paul Sartre, J.-J. Lebel, entre otros) acusándolo de «ultraje a las buenas costumbres». Este número colectivo, redactado no por sexólogos sino por gente preocupada por estas cuestiones, fue incautado desde su aparición «no a causa del tema sino de las palabras y de las fotografías empleadas […], exhibición libidinosa de una minoría de pervertidos». El juicio confirmó la incautación y ordenó la destrucción de todos los números” (ver blog Artillería Inmanente, intro a art. de Foucault “Sexualidad y Política. Sobre el juicio a Félix Guattari”). El trabajo de Guattari se denominó «Para acabar con la masacre del cuerpo» y ha sido publicado en la web en diversos sitios e idiomas.

La intervención de Michel Foucault fue publicada en la revista Combat el 27-28 de abril de 1974, titulada “Sexualidad y Política. Sobre el juicio a Félix Guattari”. Foucault en la defensa de su colega, resuena mucho con el artículo publicado en dicha revista por Guattari, abordando la problemática de la lucha por la libertad del cuerpo. Finaliza esa intervención señalando:

“Desde hace siglos reina toda una política del cuerpo. El cuerpo humano, en efecto, ha sido, desde los siglos XVII y XVIII, a la vez utilizado, cuadriculado, encerrado, encorsetado como fuerza de trabajo. Esta política consistía en extraerle el máximo de fuerzas utilizables para el trabajo, y el máximo de tiempo utilizable para la producción. Actualmente, lo que se pone en cuestión es esto: ¿voy a poder o no recuperar mi propio cuerpo, y también el cuerpo de los demás —con todas las relaciones que esto implica—, para algo distinto a aquella utilización de la fuerza de trabajo?

Esta lucha por el cuerpo es lo que hace que la sexualidad sea un problema político. Es comprensible que en estas condiciones la sexualidad llamada normal, es decir, reproductora de la fuerza de trabajo —con todo lo que esto supone de rechazo de las otras sexualidades y también de sujeción de la mujer—, se proponga mostrarse como normativa. Y es tan completamente normal que, en el movimiento político que tiende a la recuperación del cuerpo, se encuentren movimientos por la liberación de la mujer, así como por la homosexualidad masculina o femenina” (Foucault, op cit).

En el mismo sentido que Foucault va Guattari en su artículo para la edición de Recherches (“Para acabar con la masacre del cuerpo”). A modo de ejemplo citamos el inicio del texto:

“Sin importar cuáles sean las pseudotolerancias de las que haga alarde, el orden capitalista en todas sus formas (familia, escuela, fábricas, ejército, códigos, discursos…) continúa sometiendo toda la vida deseante, sexual y afectiva a la dictadura de su organización totalitaria fundada en la explotación, la propiedad, el poder masculino, la ganancia, el rendimiento…

Sin descanso, continúa su sucio trabajo de castración, aplastamiento, tortura y cuadriculado del cuerpo para inscribir sus leyes en nuestras carnes, para clavar en el inconsciente sus aparatos de reproducción de la esclavitud.

A fuerza de retenciones, estasis, lesiones o neurosis, el Estado capitalista impone sus normas, fija sus modelos, imprime sus rasgos, distribuye sus roles, difunde sus programas… Mediante todas las vías de acceso que tiene nuestro organismo, sumerge dentro de lo más profundo de nuestras vísceras sus raíces mortales, confisca nuestros órganos, desvía nuestras funciones vitales, mutila nuestros goces, somete todas las producciones «vividas» al control de su administración patibularia. Hace de cada individuo un lisiado, cortado de su propio cuerpo, ajeno a sus deseos” (Guattari, op cit. en blog Artillería Inmanente).

Otro gran punto en común entre el filósofo y el esquizoanalista, ha sido su visión de las teorías y técnicas como partes de la caja de herramientas de cada investigador, militante, trabajador. Félix Guattari presentó una intervención en un coloquio celebrado en Milán, Italia, el 31 de mayo de 1985 en homenaje a Michel Foucault. La versión francesa puede encontrarse bajo el título de «Microphysique des pouvoirs et micropolitique des désirs», en F. Guattari, “1980-1985. Les années d’hiver”, París, Barrault, 1986, pp. 207-222 (hay traducción portuguesa reciente, por N-1 de Brasil). Allí señaló que:

“Después de haber tenido el privilegio de ver a Michel Foucault retomar una propuesta que yo había lanzado de forma un tanto provocadora, decretando que los conceptos eran, al fin y al cabo, sólo herramientas y las teorías el equivalente a las cajas que los contenían —su potencia apenas podría superar los servicios que prestaban en campos delimitados—, no les sorprenderá verme hoy hurgando en la parafernalia conceptual que nos legó para tomar prestados algunos de sus instrumentos y, si es necesario, desviar su uso a mi gusto.

Por lo demás, ¡estoy convencido de que siempre quiso que su contribución se gestionara así!

No es mediante la práctica exegética como podemos esperar mantener vivo el pensamiento de un gran difunto, sino sólo retomándolo y poniéndolo en acción, a riesgo y ventura de los que se exponen a él, para reabrir su cuestionamiento y aportarle la carne de sus propias incertidumbres.

¡A ustedes les corresponde o no llevar la banalidad de esta primera declaración al manido género del homenaje póstumo! En uno de sus últimos ensayos, dedicado a la economía de las relaciones de poder, Michel Foucault pedía a su lector que no se desanimara por la banalidad de los hechos que relataba: «No es porque sean banales que no existan.  Lo que hay que hacer con los hechos banales es descubrir —o intentar descubrir— qué problema específico y tal vez original va unido a ellos» (Michel Foucault. Un parcours philosophique, p. 299). Pues bien, creo que lo que es bastante raro y tal vez abierto al descubrimiento, en la forma en que el pensamiento de Michel Foucault está llamado a sobrevivirle, es que abarca, mejor que nunca, las problemáticas más urgentes de nuestras sociedades, respecto a las cuales, hasta ahora, nada ha sido tan elaborado ¡y sobre las cuales todas las modas ya obsoletas de los posmodernismos y los pospoliticismos ya han fracasado!” (Guattari, op cit).

Honestamente no sabía que la propuesta de la Caja de Herramientas era de Guattari, siempre pensé que había sido propuesta en ese diálogo tan bello entre Foucault y Gilles Deleuze titulado “Los intelectuales y el poder” (que se encuentra en libros recopilatorios como Microfísica del Poder o La isla desierta).

Tanto Foucault como Deleuze y Guattari tienen una mirada crítica sobre la realidad y la subjetividad mirada por el prisma estructuralista, basada en una lectura de los signos y del discurso desde el lacanismo y la lingüística significante. Guattari, en el texto homenaje a Michel, nos dice al respecto:

“En efecto, tras un período de vacilación, había llegado a considerar pernicioso todo enfoque estructuralista consistente en «tratar los discursos como conjuntos de signos (elementos significantes que remiten a contenidos o representaciones)»: él pretende aprehender estos discursos desde el ángulo de «prácticas que forman sistemáticamente los objetos de los que hablan». Y añade: «Por supuesto, los discursos están hechos de signos; pero lo que hacen es algo más que utilizar estos signos para designar cosas. Es este más lo que los hace irreductibles a la lengua y al habla» (L’archéologie du savoir, pp. 66-67). Se trata de una salida del gueto del significante y de una voluntad afirmada de tener en cuenta la dimensión productivista de la enunciación. Pero, ¿de qué está constituido ese «más» del que hablamos aquí? ¿Es una simple ilusión subjetiva? ¿Va al encuentro de un «ya-ahí» o de un proceso en curso de realización? No hay una respuesta general a estas preguntas. Cada cartografía regional o global, según esté impulsada por pretensiones ideológicas, estéticas o científicas, define su propio campo de eficacia pragmática, y es bastante evidente que una renuncia, como la de Michel Foucault, a los mitos reduccionistas que generalmente prevalecen en las ciencias humanas no puede dejar de tener incidencia en las apuestas políticas y micropolíticas relativas, por ejemplo, a lo que ocurre entre cuidadores-pacientes, a los papeles respectivos de los especialistas en disciplinas psi, a las posiciones que ocupa este campo psi en el seno de la Universidad, en las preocupaciones propias de los medios de comunicación, las jerarquías entre los cuerpos de Estado, etc. Al devaluar, como lo hicieron, la parte imaginaria de lo real en beneficio exclusivo de su parte simbólica, los estructuralistas franceses de la década de 1960 fundaron, de hecho, una especie de religión trinitaria de lo Simbólico, lo Real y lo Imaginario, cuyos misioneros y prosélitos han sido vistos extendiéndose por todas partes, predicando una nueva buena palabra, buscando invalidar, brutal o a veces muy sutilmente, cualquier perspectiva que escape a su voluntad hegemónica. Pero sabemos muy bien que ninguna Trinidad, ya sea la pasmosa de su realización hegeliana o la de una riqueza aún muy inexplorada de Charles Sanders Pierce, ha podido dar cuenta de un existente singular, una simple astilla en una carne de deseo. Y por la buena razón, si lo consideramos bien, de que se constituyeron precisamente para conjurar las rupturas aleatorias, los hechos de rareza que Michel Foucault nos explica que son el entramado esencial de toda afirmación existencial. «Rareza y afirmación, rareza, finalmente, de la afirmación, y no generosidad continua del sentido, ni monarquía del significante». En definitiva, la realidad de la historia y del deseo, las producciones del alma, del cuerpo y del sexo no pasan por este tipo de tripartición, que en definitiva es bastante simplista. Implican una desmultiplicación categorial completamente diferente de los componentes semióticos que trabajan en escenas imaginarias o como diagramas simbólicos.  El fraccionamiento del concepto-valija de significante, la introducción en el museo del adagio lacaniano de que sólo el significante debe representar al sujeto para otro significante, van de la mano de un cuestionamiento radical de la tradición filosófica del «sujeto fundador» (L’ordre du discours, p. 49). Michel Foucault rechaza la concepción de un sujeto que se supone que «anima directamente las formas vacías de la lengua con sus propósitos»; quiere más bien dedicarse a la descripción de las instancias reales de generación de la discursividad de los grupos sociales y de las instituciones.  Y esto lo lleva a descubrir el continente, hasta ahora casi desconocido, de las formas colectivas de producción y de las modalidades técnicas de agenciamiento de la subjetividad. No en el sentido de una determinación causalista, sino como una rarefacción y/o proliferación de los componentes semióticos en cuya intersección ella surge. Detrás de la aparente «logofilia» de la cultura dominante, analiza una profunda «logofobia», una voluntad feroz de controlar «la gran proliferación de los discursos, para que su riqueza se alivie de su parte más peligrosa y su desorden se organice según figuras que esquiven lo más incontrolable», y un temor sordo contra la aparición de los enunciados, de los acontecimientos, contra «todo lo que pueda haber ahí de violento, de discontinuo, de combativo, de desorden también y de peligroso, contra ese gran bullicio incesante y desordenado del discurso» (L’ordre du discours, pp. 52-53)” (Guattari, op cit.).

De hecho Guattari marca, pese a la diferencia de la concepción del deseo entre Foucault y los esquizoanalistas, que no hablan de cosas tan disímiles cuando hablan uno de Poder y el dúo antiedipiano de Deseo.

“Cuando él habla de deseo, cosa que hace repetidamente en su obra, lo hace siempre en un sentido mucho más restringido que el que Gilles Deleuze y yo hemos dado a este término. Pero podemos ver que su muy particular concepción del poder tiene la consecuencia de «tirar» del mismo, si se me permite decirlo, en la dirección del deseo. Así lo trata como una materia que depende de una investidura y no de una ley de «todo o nada». A lo largo de su vida, Michel Foucault se negó a considerar el poder como una entidad reificada. Para él, las relaciones de poder y, en consecuencia, las estrategias de lucha nunca pueden reducirse a meras relaciones objetivas de fuerza; comprometen los procesos de subjetivación en lo más esencial, en lo más irreductiblemente singular, y siempre encontraremos en ellas «la reticencia del querer y la intransitividad de la libertad» (Michel Foucault. Un parcours philosophique, pp. 312-315) (Guattari, op cit.)”.

Por ende no es tan desacertado pensar los agenciamientos de deseo como espacios de composición del poder también. Con diferentes nominaciones posiblemente estos autores estén hablando de la misma cosa, de cómo se generan los diferentes procesos de subjetivación, donde intervienen al decir de Gregorio Baremblitt, regímenes trasnversales de Saber, Poder, Quehacer y Deseo.

De hecho las prácticas son fundamentales para estos autores franceses. Y apuntan a dar explicación en su obra a cómo se generan estas prácticas en diferentes escenarios sociales e históricos. Para, justamente, generar prácticas de resistencia a los poderes que oprimen y se puedan dar procesos de liberación del deseo.  En sus últimos tiempos Guattari decía:

"En la actualidad, la deficiencia fundamental es la de las prácticas. La pregunta que nos hacemos es: ¿hay una práctica de la vida, una inventiva posible en el ámbito de la vida social inmediata, de la vida colectiva estética, etc.? El concepto de «práctica» está colapsado. Si no reinventamos las prácticas de solidaridad, las praxis de la construcción de la existencia, corremos el riesgo de entrar en una depresión catastrófica". (Félix Guattari en entrevista: «En la actualidad, la deficiencia fundamental es la de las prácticas» (1992) de Artilleria inmanente, también en Que es la ecosofía?).

Foucault, en el apéndice del curso “La verdad y las formas jurídicas” (realizado en Brasil), refiere justamente (dialogando con los participantes, entre otras cosas sobre El Anti Edipo) que “Los discursos son efectivamente acontecimientos, tienen una materialidad”. En otra parte de ese mismo debate afirma que “Se trataría de reintroducir la retórica, el orador, la lucha del discurso en el campo del análisis, no para hacer como los lingüistas un análisis sistemático de los procedimientos retóricos sino para estudiar el discurso, aun el discurso de la verdad, como procedimientos retóricos, manera de vencer, de producir acontecimientos, decisiones, batallas, victorias; para retorizar la filosofía” (Foucault, apéndice a “La verdad y las formas jurídicas”).

Discursos y prácticas como acontecimientos, conformados en agenciamientos, y al decir de Guattari conformados por la acción de los equipamientos colectivos que hacen a la producción del poder y el deseo. Y por ende conforman, producen constantemente la subjetividad. De hecho hasta las visiones de Foucault sobre los fenómenos históricos y antropológicos son similares a las deleuzoguattarianas.

Dice en la polémica en las mismas conferencias:

“Dumézil suele ser clasificado entre los ancestros del estructuralismo, se dice de él que fue un estructuralista avant–la-lettre, que no poseía los medios de análisis rigurosos y matemáticos de Lévi–Strauss, que hizo en algunos aspectos y empíricamente, con un pesado componente histórico, un esbozo de lo que Lévi–Strauss haría más tarde. Dumézil no está nada satisfecho con este tipo de interpretación de su obra histórica y es cada vez más hostil al trabajo de Lévi–Strauss. Dumézil no ha sido el primero en trabajar sobre este terreno y tampoco el último: actualmente en Francia hay un grupo que se reúne alrededor de Jean Fierre Vernant que retoma en parte las ideas de Dumézil e intenta aplicarlas. Hay en el análisis de éste la búsqueda de una estructura, es decir, el intento de mostrar que en un mito, por ejemplo, la oposición entre dos personajes, es de tipo estructural, que contiene ciertos elementos que son opuestos entre sí de acuerdo con relaciones binarias, y que esa estructura puede centrarse en otro mito cumpliendo con ciertas transformaciones coherentes. En este sentido Dumézil hacía estructuralismo, pero lo importante en él es algo que hasta ahora ha sido un poco subestimado. En primer lugar, Dumézil decía que, cuando comparaba, podía tomar por ejemplo un mito o una leyenda sánscrita y luego compararla no sólo con otro mito sino, por ejemplo, con un ritual asirio o incluso con una práctica judicial romana. Para él no hay pues una condición privilegiada del mito verbal sino que admite que las mismas relaciones puedan intervenir tanto en un discurso como en un ritual religioso o una práctica social. En mi opinión, lejos de identificar o proyectar todas las estructuras sociales, las prácticas sociales, los ritos, en un universo del discurso, Dumézil reubica la práctica del discurso en el seno de las prácticas sociales, y ésta es su diferencia fundamental con Lévi–Strauss. En segundo lugar, dada la homogeneización de discurso y práctica social, Dumézil trata al primero como una práctica que tiene su eficacia, sus resultados, que produce algo en la sociedad destinado a tener un efecto y que, por consiguiente, obedece a una estrategia. Siguiendo esta línea retomó el mito asirio y demostró que estos grandes mitos de la juventud del mundo tenían la función esencial de restaurar y vigorizar el poder real. Cada vez que un rey sustituía a otro o terminaba sus cuatro años de reinado y debía comenzar otro período, se recitaban unos ritos con el objeto de dar fuerza al poder real o a la persona del rey. Esta es la noción del discurso como ritual, como estrategia en el interior de las prácticas sociales” (Foucault, op. cit.).

Claramente vemos acá la función del discurso dentro de las prácticas sociales de los equipamientos del poder. Discurso que no puede ser analizado intrínsecamente si queremos ver su producción, su conformación, de dónde viene, cuál es su constitución y de qué viene el mismo. Acontecimientos del deseo y del poder. Foucault en esa misma polémica lo analiza acerca del mismo capitalismo:

“Este es un problema importante. En realidad no tendría sentido decir que sólo existe el discurso. Un ejemplo muy simple es que la explotación capitalista se realizó sin que su teoría hubiese sido jamás formulada directamente en un discurso. En efecto esta teoría se reveló posteriormente por un discurso analítico: discurso histórico o económico. Ahora bien, ¿los procesos históricos de explotación se ejercieron o no en el interior de un discurso? Se ejercieron sobre la vida de las personas, sus cuerpos, sus horarios de trabajo, su vida y muerte. Sin embargo, si queremos estudiar el establecimiento y los efectos de la explotación capitalista, ¿con qué tenemos que habérnoslas? ¿Dónde la veremos traducida? En los discursos, entendidos en sentido amplio, o sea, en los registros de comercio, en las tasas de salarios, en las aduanas. La encontraremos incluso en discursos en sentido estricto: en las decisiones tomadas por los consejos de administración y en los reglamentos de las fábricas, en las fotografías, etcétera... En cierto sentido todos estos son elementos del discurso. Pero no hay un elemento único del discurso fuera del cual pudiéramos colocarnos y enseguida estudiarlo. Por ejemplo, podríamos estudiar el discurso moral que el capitalismo y sus representantes, el poder capitalista, desarrollaron para explicar que la única salvación era trabajar sin exigir jamás un aumento de salario. Esta «ética del trabajo» constituye un tipo de discurso extraordinariamente importante de finales del siglo XVIII a finales del XIX. Discurso moral que encontramos en los catecismos católicos, en las guías espirituales protestantes, en los libros escolares, en los diarios, etc... Podemos entonces tomar este corpus, este conjunto formado por el discurso moral capitalista y, a través del análisis, mostrar a qué finalidad estratégica corresponde relacionándolo con la práctica misma de la explotación. La explotación capitalista nos servirá entonces de elemento extra–discursivo para estudiar la estrategia de estos discursos morales. Sin embargo, es cierto que estas prácticas y procesos de explotación capitalista se conocerán en alguna medida a través de ciertos elementos discursivos. Inmediatamente después podemos efectuar otro procedimiento que no contraría al anterior: se pueden tomar por ejemplo discursos económicos capitalistas y preguntar cómo se estableció la contabilidad de las empresas. Se puede hacer la historia de este control realizado por la empresa capitalista desde los salarios contabilizados, que aparecen a finales de la Edad Media hasta la gigantesca contabilidad nacional de nuestros días. Se puede hacer perfectamente el análisis de este tipo de discurso para mostrar a qué estrategia estaba éste ligado, para qué servía, cómo funcionaba la lucha económica. ¿Y cómo se haría esto? Partiendo de ciertas prácticas que serían conocidas a través de otros discursos” (Foucault, op. cit).

Deleuze y Guattari tienen en su referencia para el trabajo desarrollado en El Anti Edipo a Michel Foucault para su crítica al familiarismo psíquico cuyo principal exponente es la reducción edípica del deseo que hace el Psicoanálisis.

“Nosotros, por el contrario, hemos partido de la impresión de que el psicoanálisis giraba alrededor de sí mismo en un círculo, por así decirlo, familiarista, representado por Edipo. Y ahí ocurre algo muy inquietante. Aunque el psicoanálisis haya cambiado de método acaba por encontrarse en la misma línea que la psiquiatría más clásica. Michel Foucault lo ha mostrado de manera admirable. Fue en el siglo xix cuando la psiquiatría ligó fundamentalmente la locura a la familia. El psicoanálisis reinterpretó este vínculo, pero lo chocante es que el vínculo permanece. E incluso la anti-psiquiatría, que abre unos caminos tan revolucionarios y nuevos, conserva una cierta referencia de la locura a la familia. Se habla de psicoterapia familiar. Es decir, que se sigue buscando la referencia fundamental del trastorno mental en las determinaciones familiares del tipo padre y madre. E incluso aunque estas determinaciones se interpreten de forma simbólica, como la función simbólica padre y la función simbólica madre, el asunto no cambia esencialmente” (afirma Deleuze en “Capitalismo y Esquizofrenia”, entrevista publicada en “La isla desierta y otros textos”).

Félix Guattari, en una entrevista denominada “Sobre el capitalismo y el deseo” junto a Deleuze (publicada en “La isla desierta y otros textos”) recuerda también a Foucault hablando sobre “El Anti Edipo” y las tesis críticas hacia la moral revolucionaria marxista:

“Hay militantes revolucionarios, deseosos de sentirse responsables, que dicen: sí, admitimos los excesos «en la primera fase de la revolución», pero luego, en una segunda fase, han de imponerse la organización, la funcionalidad, las cosas serias... No hay deseo liberado en los meros momentos de fiesta. No hay más que ver la discusión de Victor con Foucault en el número de Temps Modernes dedicado a los maoístas: Victor consiente los excesos, pero sólo en una «primera fase». En cuanto a lo demás, a las cosas serias, Victor se remite a un nuevo aparato de Estado, nuevas normas de una justicia popular con un tribunal, con una instancia exterior a las masas, un tercero capaz de resolver las contradicciones de las masas. Es siempre el mismo esquema: despegue de una seudo-vanguardia capaz de realizar las síntesis, de formar un partido como embrión de un aparato de Estado; promoción de una clase obrera instruida, bien educada; y el resto queda como residuo, lumpenproletariado del que hay que desconfiar (siempre la misma vieja condena del deseo). E incluso estas distinciones son una manera de obstruir el deseo en beneficio de una casta burocrática. Foucault reacciona denunciando a ese tercero, diciendo que, si hay alguna justicia popular, no adopta la forma del tribunal. Muestra perfectamente que la distinción «vanguardia/proletariado/plebe no proletarizada» es ante todo una distinción que la burguesía introduce en las masas y la utiliza para destruir los fenómenos de deseo, para marginalizar el deseo. La cuestión reside en el aparato de Estado. Sería ridículo construir un aparato de Estado o un partido para liberar los deseos. Reclamar una justicia mejor es como reclamar buenos jueces, buenos policías, buenos patronos, una Francia más limpia, etcétera Y encima nos dicen: ¿cómo queréis unificar las luchas puntuales sin un partido?” (Guattari junto a Deleuze en “Sobre el capitalismo y el deseo”, entrevista incluida en:  Deleuze, “La isla desierta y otros textos”)

La crítica deleuzo-guattariana aquí es sumamente ácida hacia la burguesía. Pero veraz. Aún es tema de debate hoy. ¿Cómo generar cambios si insistimos con el funcionamiento de las mismas instituciones? Se trata de inventar otros modos, otras instituciones, incluso otros modos del estado. El estado tal como lo conocemos es soporte de la burguesía. Pero bueno, también hay que tener en cuenta que no necesariamente los cambios instituyentes pueden ser buenos. El polo más visible de cambios hoy día, la línea de fuga que se está imponiendo con fuerza, redobla la fuerza capitalista y apunta a la anulación del estado de bienestar o cualquier modelo cercano al keynesianismo (el cual incluso se lo denosta erróneamente como socialista o comunista, equiparación totalmente vil y grosera). Tal vez en este momento, para poder fundar nuevos cambios e instituciones que beneficien a la población y hagan la vida más digna, defender los logros sociales y democráticos conquistados son sin duda una prioridad.

Foucault percibió en El Anti Edipo una ética hacia una vida no fascista. La misma que Michel logró vivir en sus implicancias con las instituciones disciplinarias que estudió, de las que hizo sus genealogías y arqueologías, logrando explicar en buena parte el funcionamiento social y sus redes de poder, sus microfísicas. Estudiando los procesos de subjetividad y las tecnologías de generar “Yo”. Guattari se cruzó también en este camino, haciendo sus aportes y sus prácticas, en los campos de la locura, del análisis institucional, de la política, de la ecología, de la psicología, entre otras praxis. Una ética no fascista que se cruza con su Paradigma Ético-Estético. Los andamiajes entre micro y macropolítica. Una política esquizoanalítica.

No podemos entender una micropolítica separada de la macropolítica. Es como la crítica que les hace Guattari a la mayoría de los ecologistas. No se puede pretender cambiar la cuestión solamente atendiendo a las especies animales y su protección. Los aspectos deseantes y sociales también son determinantes. Lo que pasa en tu barrio, en tu ciudad, la pobreza, la delincuencia, la distribución de la riqueza, el poder, etc. Todos estos aspectos hacen a la cosa, en este Capitalismo Mundial Imperial no hay porción de tierra, de subjetividad, de bicho, de planta, que se salve de esta confluencia resonante y redundante de la rizosfera. Otro concepto que ha de sostener justamente una política que sostenga al esquizoanálisis, es el de Ecosofía, la consideración de que en cada accionar, en cada análisis, los aspectos mentales, sociales y medio-ambientales siempre están en juego. Implica atender y entender la situación crítica que estamos viviendo por la explotación capitalista, que no es meramente a los humanos, implica la tierra entera como planeta y todo lo viviente. Al punto de que está amenazada la posibilidad de supervivencia no sólo de los animales, sino de nuestra propia especie.

Una política esquizoanalítica implica necesariamente la creatividad, de ahí el paradigma proto-estético, como dice Guattari en “Caosmosis”, poniendo el énfasis en la capacidad de poner en juego la inventiva. Sobre todo cuando se percibe que las cosas se hacen mal y se pueden hacer de otro modo, como es claro en las prácticas llevadas a cabo en la clínica psicoanalítica y en el ámbito del tratamiento a la locura en las instituciones. Romper con los reduccionismos edípicos y con el despotismo del significante, abriéndose al rizoma, a las complejidades de la subjetividad, de las relaciones sociales, a las potencias del cuerpo, atendiendo sobre todo a la producción y a la apertura de posibles en el futuro más que al padecimiento repetitivo del pasado. De ahí la necesidad de un análisis distinto, al cual denominarán de muchos modos, entre ellos Esquizoanálisis. Y también la Psicoterapia Institucional de Tosquelles será continuamente reinventada en La Borde, desistiendo de las modalidades represoras típicas de los manicomios, dando mayor participación a las subjetividades padecientes, sin negar la problemática de la locura, pero comprendiendo su singularidad, incluso el derecho a estar loco y tener su lugar en el mundo. Generando asambleas, múltiples actividades culturales, artísticas, productivas, llegando a reinventarlas en ocasiones todos los días.

Es ejemplar en ese sentido el relato de Marie Dépussé cuando Oury y Guattari reflexionaban sobre el trabajo de un profesor de cerámica, viendo que sacaba piezas muy bonitas, “demasiado bonitas” señalaban. Y al poco tiempo dicho taller se suspende, pues lo importante no es la objetalización de “cosas” en el trabajo que se planteaban, ni generar el ideal de “mi taller es el mejor” y entrar en competencia y segregación con los demasiados espacios institucionales. Producir institución es atender a las “subjetividades en contacto (….) que se hablan, se forjan, se enfadan…” (Guattari, F., “Prácticas analíticas y prácticas sociales. De Leros a La Borde”.) El acento está en la producción de subjetividad. Y atender a la singularidad, las posibilidades de reinserción social de las personas, el trabajo fuera de la institución, con la familia, la comunidad y otros entornos del territorio existencial.  Estas formas de trabajo en el campo de salud mental también son política, además de clínica.

Y Guattari no se quedó solo en esto, atendiendo lo macro y lo micro comenzó en los encuentros con diversos actores generadores de nuevas maneras de encarar la salud mental como Elkaim, Laing, Cooper, Basaglia y Castel (quien editó por esos años “El psicoanalismo”, libro elogiado también por Focuault).  Así es que se funda la Red de Alternativas a la Psiquiatría en 1975, que sostiene varios encuentros en Europa y América. El aspecto político de las problemáticas en el ámbito de lo psiquiátrico son muy trabajados. De hecho, la red, entre otras cosas, surge como un modo de demostrar que otros modos de prácticas y de pensar la locura son posibles, incluso como una forma de hacer un frente internacional que apoye estas nuevas posibilidades. De hecho, no sólo la Psiquiatría hegemónica sino los poderes del Estado mismo estuvieron presentes atacando iniciativas revolucionarias, donde tal vez la más conocida sea la de Basaglia (hechado de Gorizia, luego contratado en Trieste generando un alto impacto en Italia y el mundo, dando la lucha política por la ley que logró erradicar los manicomios), aunque la más crudamente represiva fue a la de los alemanes del SPK. La Red se mantuvo desde una lógica micropolítica minoritaria, sin necesidad de establecer ningún modelo ni unificación. La idea siempre fue la de un diálogo continuo entre las singulares visiones y prácticas de sus componentes.

Refiere Ana Carolina Patto Manfredini  en “Sylvia Marcos, la amiga de Félix Guattari. Sobre política, clínica y amistad” (31/03/2017) acerca de la Red de Alternativas a la Psiquiatría:

“Uno de los puntos de la teoría de Guattari que encontramos más mal comprendida es la teoría molecular, el microanálisis o la micropolítica. Lo micro no trata sólo de mantener la lucha local. Tampoco es una cuestión de número. Las minorías son aquellos que no tienen modelo, y que deben continuar sin modelo. Por eso, no se trata de conquistar el poder en una revolución molecular, se trata, claro, de dar derechos, pero también un derecho de ser minoría, de no seguir el modelo sino cuestionarlo, destituirlo. Así, en el ámbito clínico, la propuesta de la RAP implicaba una falta de unificación tipo autoritaria, no se trataba de reglas o de una ciencia a seguir, pero si de un dialogo permanente entre las diferentes y singulares prácticas que estaban siendo expuestas en los encuentros. No había unidad sino una conexión rizomática entre las diferentes prácticas, un dialogo y apoyo permanente”(Patto en: https://sylviamarcos.wordpress.com/2017/03/31/sylvia-marcos-la-amiga-de-felix-guattari-sobre-politica-clinica-y-amistad/?fbclid=IwAR2y65ySYZrzgYGS1Tz9719sKU8AOKvDNiN5aInbVWowc-vondHfS0rCwoc ).

Este es un punto clave en la política esquizoanalítica, actuar en lo macro y micro. La macro y micropolítica. Muchas veces veo que algunos, supuestamente afirmándose en concepciones deleuzianas, refieren que no hay que ocuparse de la gran política, que hay que estar en lo cotidiano, en lo cercano, a lo sumo en experiencias que se quedan en lo grupal acotado. Nada más lejos de una política esquizoanalítica se ubican estas posiciones, sustentadas en erróneas comprensiones de la singularidad y la micropolítica.

Este párrafo de “Micropolítica” lo deja muy claro:

“En el fondo, los procesos de singularización no pueden ser específicamente atribuidos a un nivel macrosocial, ni a un nivel microsocial, ni siquiera a un nivel individual. Por eso prefiero hablar de «proceso de singularización» en lugar de singularidad, aunque sin hacer apología de estos procesos, ya que pueden entrar en toda suerte de sistemas de cooptación, de sistemas de modelización. Toda problemática micropolítica consiste, exactamente, en intentar agenciar los procesos de singularización en el propio nivel en el cual emergen. Y esto con el fin de frustrar su cooptación por la producción de subjetividad capitalística —ya sea por medio de la gran red de equipamientos colectivos, ya sea por medio de estructuras de reapropiación por la acción militante…. La acción militante también está expuesta a riesgos de modelización: la “alternativa”, por ejemplo, puede ser una modelización igualmente opresora, aunque de otra forma. Por lo tanto, una micropolítica analítica de las singularidades tendría que atravesar esas diferentes estratificaciones, esos diferentes niveles” (Guattari, Micropolítica, pág. 152)

 Deleuze y Guattari son enemigos de todo fascismo, esté a nivel macro o micro. También son declarados anticapitalistas, incluso desde cierto punto de vista se puede decir que son marxistas. Refiere Guattari en “Micropolítica”:

“Nunca he pertenecido a ninguna religión, nunca fui bautizado, no soy católico, ni marxista, ni anarquista, ni freudiano ni nada. Planteado esto, continúo utilizando ideas, maneras de hacer funcionar las ideas, y todo cuanto existe de tipo teórico, en particular de Marx. Marx fue un genio extraordinario que leyó la historia, la economía y la producción de subjetividad de una manera completamente nueva” (Guattari, op. cit., pág.163).

Para Guattari es ineludible el pensar continuamente los movimientos del Capitalismo Mundial Integrado, y Deleuze enfatiza la importancia del análisis del Capital como básico para el análisis filosófico, social, político y de toda expresión humana. Guattari es especialista en ver las posibilidades de insurrección, de movimientos rebeldes, de cambios, de insurgencia hacia el orden establecido, los índices de desterritorialización en ese sentido necesarios para generar nuevos campos de posibles. Como las luchas feministas, de los movimientos LGBT, las expresiones de las radios comunitarias, la lucha de Palestina, los movimientos emancipatorios en el Tercer Mundo, los movimientos de lucha estudiantil, las luchas obreras, etc…

“La política y la micropolítica no están en todas partes y la cuestión es justamente la de colocar la micropolítica en todas partes —en nuestras relaciones estereotipadas de la vida personal, de la vida conyugal, de la vida amorosa y de la vida profesional, en las cuales todo es guiado por códigos. Se trata de hacer entrar en todos esos campos un nuevo tipo de pragmática: un nuevo tipo de análisis que corresponda de hecho a un nuevo tipo de política. En la actualidad, cualquier problema importante, incluso a nivel internacional, está fundamentalmente vinculado a las mutaciones de la subjetividad en los diferentes niveles micropolíticos” (Guattari en Micropolítica, pág. 157).

Un concepto y posicionamiento político imprescindible para designar algo del orden del esquizoanálisis en ello, es precisamente el Análisis. Obviamente que acá no refieren al Diván, sino al análisis militante, que esté permanentemente analizando las relaciones de fuerzas, la autopoiesis, las nocivas burocratizaciones, los fascismos de grupo. Justamente para hacer una práctica liberadora se debe tener presente los microfascismos que se producen, en ese juego permanente de grupos objeto y sujeto. Análisis de la transversalidad, de los agenciamientos máquínicos y colectivos de enunciación. Análisis que sólo puede ser realizado por los individuos y grupos pertinentes. “La cuestión micropolítica es la de cómo reproducimos (o no) los modos de subjetivación dominantes” (ídem, pág. 155).

Y sin dudas los posicionamientos hacia las izquierdas se hacen necesarios, haciendo alianzas convenientes con aquellos estamentos partidarios que más se acerquen a las transformaciones sociales. Aunque, en ocasiones no es de descartar, como lo hizo Basaglia en su momento, alianzas con sectores denominados de derecha generalmente, atendiendo a los diversos aspectos de las revoluciones moleculares. Fue un gobierno cristiano y de derecha el que habilitó a Basaglia para su revolucionaria experiencia en Trieste, ejemplo de Psiquiatría Alternativa en el mundo, el que sedimentó el campo para la importante Reforma Psiquiátrica en Italia.

Félix Guattari es un claro ejemplo de cómo moverse en ese sentido en las organizaciones. Cuando la cosa ya no era vital, potente, la comía la burocratización o el fascismo: línea de fuga a otro lado, o incluso a construir otras organizaciones. Continuamente refería Guattari que no había que temerle a la muerte de las instituciones (incluso a las creadas por uno mismo o en las que se tuvo gran participación en su gestación o movimiento), que esto es parte de la vida. El tema es moverse en líneas creativas, siguiendo el Paradigma Estético guattariano, generando máquinas de guerra que trazen líneas de fuga creativas, componiendo el espacio liso, generando desplazamientos maquínicos múltiples en ese espacio. Las armas de la máquina son la línea de fuga nómada y la invención. Esta combinación de fuga e invención tiende a generar la deserción del aparato de Estado y el movimiento instituyente, es decir la invención de una fuga instituyente; esa es la cualidad específica de la máquina de guerra. Es la expresión de una de las principales fórmulas deleuzianas: «huir, pero mientras se huye, buscar un arma». Por ende una política esquizoanalítica debe plantearse en contra de las diferentes formas del Aparato de Estado, sobre todo en los aspectos más mortíferos de este. Las líneas de fuga propias de la máquina han de generar movimientos que contribuyan a cambios vitales, a nivel micro y macropolítico.