sábado, 28 de abril de 2012

ESTAR EN EL VILARDEBÓ. UNA HISTORIA DE EXPERIENCIAS EMERGENTES.

ESTAR EN EL VILARDEBÓ. UNA HISTORIA DE EXPERIENCIAS EMERGENTES

 Por Lic. Psic. Alfredo Perdomo

 En primer lugar, y aludiendo a la convocatoria para este artículo, cuestionaré la concepción que encarna el término Salud Mental. Y sobre todo el segundo término: Mental. Esto indica que hay un dualismo mente-cuerpo, y que ambos conceptos imaginarios podrían trazar la fantasiosa idea de que existe una salud mental contrapuesta a una salud física. Cuerpo y Mente son conceptos imaginarios, como ya lo ha planteado Spinoza (1): el Espíritu y el Cuerpo son lo mismo. Por lo tanto aquí de lo que hablamos es lisa y llanamente de Salud. Un estado depresivo no va a impactar sólo en mi cerebro, sino en todo mi cuerpo. Un cáncer genera un impacto emocional muy grande. Por ende, si mi autoestima es positiva, seguramente mi cuerpo se sentirá mejor globalmente. Es hora de transversalizar, de dar cuenta de la multiplicidad de la realidad con la que trabajamos, comprendiendo a ésta en forma holística, más allá de los límites conceptuales que trazan mapas (que para muchas cosas son útiles) que no dejan de ser imaginarios. Como ya señaló De Brasi: la existencia imaginaria de un límite traza un límite imaginario de la existencia (2). La Salud es una sola.

 El campo en el que me he desenvuelto es en el de las subjetividades que han transitado, transitan o aún están en lo que se denomina clásicamente “hospital psiquiátrico” (al cual hoy día se le denomina, en otros lares: centros de salud mental, o centros de atención psico-social, etc.). Esta denominación que se mantiene hoy día en Uruguay marca el gran peso del poder médico-psiquiátrico. De todos modos, y felizmente, se ve en los últimos años un crecimiento de otras dimensiones de saberes y quehaceres antes apenas emergentes: Psicología, Trabajo Social, Terapias Alternativas, Arte, etc. Mi postura con respecto a este tipo de institución (el manicomio, el hospital psiquiátrico) es sumamente crítica y cuestionadora. Creo que es una institución a eliminar. Obviamente que no en forma “salvaje”, es decir: debería darse un proceso de generación de diversos dispositivos y leyes que faciliten una transformación importante del tratamiento de estas subjetividades en grave estado y la inclusión social real de estas personas.

Puertas Abiertas y La Claraboya.

 Pero la cosa en este artículo se trata de hablar de EXPERIENCIAS. Desde 1994 me veo ligado al Hospital Vilardebó. Mi primer contacto fue a través de mi hoy colega y amigo Raúl Penino, insertándome en el Programa Puertas Abiertas, que llevaba un año de funcionamiento. El inicio de mi labor fue trabajando en el Taller de Teatro La Claraboya, nombre dado por los pacientes porque el primer lugar de ensayo era un cuarto con una vieja claraboya que en momentos nos brindaba más calor del necesario (sobre todo en verano). Siendo estudiante de Psicología de segundo ciclo, fui trabajando y aprendiendo teatro en este colectivo integrado por usuarios internados y externados, junto a otros estudiantes de mi carrera. Fue muy linda esta experiencia, inicialmente coordinada por la Profesora y Actriz Brenda Rodríguez y la colega Graciela Pereira. Lo potente de la misma, y creo que hasta el factor de “curación” o terapéutico (prefiero estos términos al de “Rehabilitación”), estuvo en que todos, estudiantes y usuarios, nos aplicábamos a la disciplina teatral en forma horizontal. Todos recibíamos las enseñanzas de la coordinación, así como también todos realizábamos los aportes personales para la mejora de la actuación y la obra. Graciela oportunamente realizaba dinámicas grupales en pro de la conscientización y trabajo del proceso grupal, de nuestro crecimiento personal y colectivo en el marco de la tarea y los vínculos que se construían. Hubo un momento muy especial, tierno y militante cuando, el día que estrenamos la primer obra (escrita INTEGRAMENTE por los compañeros internados), en un espacio precioso que existía donde hoy es la entrada a la emergencia, tras el final, los aplausos y demás, a Brenda se le ocurrió intempestivamente una genial idea. Y nadie pudo contra esa pasión. “¡Vamos ahora mismo a presentar la obra a los pacientes de la sala 11, ellos son los que más la necesitan pues son los más excluídos, los más abandonados!”, exclamó (obviamente no grabé el momento, pero palabra más o menos eso enunció). Y ahí se armó todo y fuimos a la sala de seguridad del Hospital. Fue realmente muy emocionante, los pacientes judiciales se emocionaron mucho, nosotros también. Fue realmente un momento intensísimo. Y esto da cuenta de la gran ética de Brenda, una persona que tengo guardada en lo más profundo de mi corazón, y a la que agradezco que los caminos de la vida me hayan hecho encontrar. También, por supuesto, de la ética y pasión colectiva, pues todos fuimos de inmediato a Sala 11 y todo se encaminó para que en pocos minutos estuviésemos actuando para los muchachos internados allí. Tras dos años de trabajo con Brenda, llegó al espacio el amigo Daniel Panaresse, quien aportó juventud y mayor vigor al proyecto. Se convirtió realmente en un grupo de teatro con proyectos, que fueron in crescendo. Uno de sus puntos máximos fue la participación en Buenos Aires en el Cuarto Festival Latinoamericano de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos, teniendo la presentación de una obra basada en cuentos de Juceca en varios lados, entre ellos el Centro Cultural San Martín. Y tanto los estudiantes como los profesionales y usuarios compartimos espacios de convivencia y participación durante una semana.

Destaco la horizontalidad del Encuentro en espacios donde usuarios de hospitales, profesionales y otros, discutíamos y opinábamos sobre aspectos diversos del tratamiento (en todo sentido: sanitario, social, legal, etc.) de las problemáticas subjetivas graves. Este festival continúa realizándose en la actualidad en Argentina. Esa semana en Buenos Aires por noviembre de 1995 fue de lo más singular que haya vivenciado. Se dio una experiencia riquísima de convivencia junto a los compañeros internados, y algunos ambulatorios. A mí me tocó compartir el cuarto con un compañero ya dado de alta, con el cual tuvimos un trato de lo más respetuoso y amistoso. Salíamos juntos todos de compras, de paseo, de parranda. El trato fue totalmente horizontal, decidiendo lo que el grupo hacía en forma democrática. Aunque claro, siempre teníamos todos una actitud de respeto transferencial hacia los hoy colegas Graciela Pereira y Raúl Penino, así como a la Enfermera Angélica, a quienes dábamos obviamente el rol de mando y la última palabra. ¡Incluso a Eduardo Larbanois, el guitarrista del dúo Larbanois-Carrero, quien nos acompañó e hizo la música en vivo para la obra! Gran privilegio. A posteriori no se pudieron dar más esos viajes, no se consiguieron fondos, pero el proyecto continuó con actuaciones en varios lugares de Montevideo, entre ellos el Teatro Solís. Fue impresionante ver ese teatro a lleno total. Y la obra salió redondita, realmente todos actuábamos a un nivel profesional. También íbamos adquiriendo todos más “cultura teatral”, yendo el grupo a presenciar diversos espectáculos del género. Hicimos obras de Leo Maslíah, también la historia de Teodoro Vilardebó quien fue el primer médico uruguayo. Esta experiencia teatral se sostuvo entre 1994 y 2000. Lamentablemente, los cambios en las Direcciones y en lo atinente a la “Rehabilitación” imposibilitaron la continuación de esta muy rica y ejemplar experiencia. Incluso frustraron un proyecto de generar un Grupo de Teatro con pretensiones de empresa cooperativa y autogestiva. También cabe hacer aquí el mea culpa, ya que quienes dimos el primer impulso a este proyecto no insistimos por otros lados y otras vías.

 Acompañamientos Terapéuticos

 El otro nivel de experiencias, sostenida inicialmente entre 1995 y 2002, y luego continuada en 2006 desde mi nueva inserción en este hospital como funcionario, es la de la clínica comúnmente denominada: Acompañamiento Terapéutico (una modalidad más de psicoterapia, a mi modo de entenderla, o de trabajo psicológico para usar un término más amplio y menos teñido de las luchas territoriales de hoy día). Y ahí aprendí mucho, tanto de Raúl como del equipo de Sala 8, sobre todo la Dra. Calero, la Trab. Social Rosa Di Bono y el colega Fabián Vico. Pero sobre todo: aprendí de los pacientes. Tenés razón Raúl, lo primero es Estar con la persona, es lo primero a aprender. Y ese estar te hace transitar múltiples devenires. En mi caso conocí historias de vida y el convencimiento de que estos problemas subjetivos no son meramente un hecho biológico. Hay historias atrás, y en general bien jodidas. Y fui aprendiendo en esa práctica las funciones básicas del psicólogo: escuchar, ayudar a comprender, sostener. Como siempre dice el profe Alfonso Lans: “a poner el cuerpo”. Mis primeras armas como psicólogo sin dudas las tomé de ahí. En una tarea de mayor implicación, de mayor propuesta también. No era yo el que venía a escuchar meramente al paciente y trabajar con “su material”. Una tarea básica en gente que está muchas veces desde hace meses o años internada, es estimular, y para eso hay que proponer. Llevar revistas, noticias, hablar de ese mundo que ven (a veces) solo por la tele, porque para ellos el mundo se transforma en el hospital. Por suerte tuve la gracia de poder trabajar con la mayoría de ellos mucho tiempo afuera del hospital, en algún caso varios años, yendo a su casa, trabajando con la familia, en la vida cotidiana, incluso con algunos hasta en la playa. Un sostén necesario. En muchos de ellos recibí la gratificación de ver una gran mejoría de su situación, incluso la de lograr proyectos de vida transformadores, verdaderos movimientos de subjetivación.

 El acaecer clínico más recordado fue el de un muchacho de 25 años, diagnosticado como psicótico (al que luego, tras su mejoría con el tiempo, se le cambió el rótulo a borderline), portador de HIV y adicto a múltiples sustancias (compartiendo jeringas contrajo el virus del SIDA). En un trabajo de un año y medio durante la internación y tres años y medio en la externación logró hacerse cargo del tratamiento del HIV y su problema psíquico, así como generar un nuevo proyecto de vida, retomando su adolescente sueño de ser mecánico, logrando estudiar, recibirse y comenzar a trabajar. Otro de los encuentros klínicos a destacar fue el de un muchacho de 23 años aproximadamente, esquizofrénico, que fue internado por asesinar a su madre en una crisis delirante. El chico hacía tiempo estaba allí, cerca de un año, y no tenía consciencia de lo que había hecho, según me contaba el Equipo Técnico de la Sala, no recordaba que mató a su madre. Recuerdo que manejábamos todos la situación con suma delicadeza al respecto. En el cuarto encuentro con él, el muchacho empieza a recordar lo que pasó, y lo hace con una emoción tremenda, obviamente. Lloró mucho ese día. Fue consciente de la jodida situación que le tocó vivir. Pero a partir de ese momento todo empezó a cambiar para él. Cuando fui con la noticia a los médicos, el psicólogo y la trabajadora social, no lo podían creer. Estaban esperando que se diera ese momento desde hace mucho tiempo. Y fue la clave para ingresar en otro territorio subjetivo, una desterritorialización creativa que le permitió acceder a otro nivel vital. De a poco los proyectos empezaron a surgir, el chico quería trabajar. Comenzó a salir del hospital con mi compañía en principio. Hasta llegamos a ir a la playa (ocasión en la que invité a mis dos mejores amigos, estudiantes de psicología también). Luego la familia entró a tomar más participación. Además de la hermana que nunca dejó de verlo, el padre comenzó a sumarse. Con él tuve varios encuentros, es que le era muy jodido aceptar la enfermedad del hijo, y que éste no mató a su madre desde un lugar consciente. También a los hermanos varones esto les costó. Pero de a poco se fue superando la situación familiar, el paciente fue externado y comenzó al poco tiempo a trabajar en una panadería.

 Hoy día, desde mi incorporación como funcionario de este hospital, la herramienta del “Acompañamiento” la considero esencial. La he usado en forma individual y grupal, siempre pensada en la inmanencia del proceso. Hay que aclarar que sea donde sea la clínica (o klínica, tomando nociones esquizoanalíticas que se remontan al término Kliné –“desvío”-) ella es “tal cual es” (3); en el consultorio, la calle, una plaza, un paseo, etc… no deja de ser clínica. Como me lo enseñó en la Facultad Alfonso Lans: lo importante del encuadre en Psicología es tener claro los Roles y la Tarea. Recientemente presenté un trabajo sobre el arte de un paciente internado desde hace muchos años por la Justicia (4). El uso del acompañamiento fue solicitado al Juez, para que el compañero internado pudiese salir, disfrutar de algo del mundo extra-hospitalario y, sobre todo, continuar con su devenir artista. En general las salidas son a museos y exposiciones de arte, donde éste disfruta de ver la obra de otros, darle sus interpretaciones, y tomar también ideas para realizar nuevas creaciones. Y en ocasiones fue a ver sus propias obras expuestas, incluso en Punta del Este.

 Otro uso de esta técnica la comenzamos con el equipo de la Sala 10 recientemente el año pasado, en forma aún más interdisciplinaria. La Trabajadora Social de la Sala  (Cecilia Silva) y yo diseñamos un proyecto (acompañado por los diversos psiquiatras que tuvimos entre 2010 y 2011) de “rehabilitación y reinserción social” (o como prefiero denominarlo: psico-socio terapia en múltiples ámbitos: intra-subjetivo, relacional, familiar, barrial, laboral, etc.) con la inclusión de este dispositivo al que decidimos denominar: Acompañamiento Psicosocial. Además del trabajo que hacemos comúnmente en sala, incluímos a una estudiante de psicología y uno de trabajo social  (Leticia Echeverría y Pedro Da Costa) voluntarios con un seguimiento más intenso al compañero internado e inclusive a su familia. El trabajo continuó tras el egreso, moviéndose todo el equipo (sobre todo los estudiantes) en los ámbitos ya señalados, el mismo hoy día está en su fase final. Nos trazamos objetivos y etapas (todo en forma flexible y dependiendo del proceso real, obviamente) cuyo propósito básico fue fortalecer la transformación subjetiva creadora de la persona (o, en otros términos: apuntar a generar subjetivación). Se logró que tomara más cuidado de sí con respecto a su problemática subjetiva y continuara el tratamiento psiquiátrico, así como una fuerte autocrítica de su pasado y de su situación manicomializada, incluso que pudiera sostener proyectos laborales posibles. También lo ayudamos en la re-vinculación con buena parte de su familia, así como en lograr nuevos movimientos subjetivos en su barrio intentando conectarse a situaciones saludables (entre otras cosas, alejándose de aquellos vínculos que lo podían sujetar nuevamente a ámbitos delictivos y drogadictivos). Buena parte de este proceso lo hemos presentado en diferentes congresos y publicado en diferentes revistas especializadas (5).

 Espacios Humanizantes

 Finalmente me gustaría citar la experiencia del dispositivo Sala 14-Espacio Humanizante (6), y su símil en la sala del sector mujeres ubicada al lado de la Sala 23 (proyecto iniciado en abril de este año con la colega Andrea Ferreira). Este espacio subjetivante trabaja con las personas que ingresan al hospital y, en general, no acceden por su “situación psicopatológica” a otros dispositivos de “rehabilitación” (Centro diurno, Huerta). También lo componen muchos pacientes que realmente se sienten muy bien allí en lo que se hace y que están algo más integrados psíquicamente. Trabajan allí dos psicólogos y un enfermero, además de varios talleristas: cerámica, música, teatro, expresión plástica. También se cuenta con el apoyo de estudiantes de psicología y psicólogos voluntarios. Funciona el espacio de dos maneras. Una de ellas, la predominante, con Penino la hemos denominado: Grupo Dinámico Espontáneo. Tal denominación intenta señalar que en el espacio no hay ninguna actividad pre-fijada y los muchachos pueden realizar con lo que tienen a su disposición (incluyéndonos a nosotros, los psicólogos), lo que su deseo les dictamine. Claro que con ciertas reglas: prohibido entrar descalzo o con el torso desnudo, no fumar, no agredir, no destrozar obras de arte hechas por otros compañeros, si se establece un encuentro grupal coordinado por el psicólogo hablar por turnos.

 Este espacio para mí es clave para la subjetivación, o para la recomposición subjetiva tras las graves crisis que estas personas suelen sufrir. Allí encuentran un lugar para enunciar lo que deseen, para escuchar y ser escuchados, también para leer y compartir si lo desean. Pueden expresarse en forma más libre, allí nos piden materiales varios para pintar, escribir, hacer collages, construir desde cuestiones muy pueriles hasta bellezas estéticas. Pero nada de eso es desaprovechable nunca, pues todo lo que hacen son movimientos de su deseo e intentos de reconfiguración subjetiva. Esos Yoes frágiles insisten en maquinar, enunciando sus delirios, produciendo focos de autopoiesis necesarios para recuperar su consciencia hasta llegar, poco a poco, a configurar otra dimensión subjetiva que les permita otras potencias más saludables. El hospital brinda pocos elementos para que se exprese el deseo en forma nómade. Todo lo captura en su forma sedentaria medicalizada: camas, enfermeros, médicos, pastillas, micronarcosis, horarios para dormir y estar levantado, horarios para comer, tomar mate, etc. Todo demasiado estructurado. Y como sabemos bien, demasiado orden termina matando el deseo, la vitalidad, como ya lo han planteado hasta el cansancio Deleuze y Guattari (7). El deseo necesita espacios libertarios, y esta sala lo constituye. Intersticio instituyente en una institución altamente estriada. Pero también se da lugar a propuestas tallerísticas concretas (la otra modalidad de funcionamiento), para aquellas subjetividades que también las necesitan (sobre todo las que están con su Yo más integrado, aunque cabe señalar que muchos de ellos participan con gusto también de la otra modalidad más espontánea), y allí se dan las actividades ya citadas más aquellas a cargo del personal de la sala, como por ejemplo: “Locos por el Arte” y “Taller psico-literario”.

 En 2010 en el sector de Mujeres se abrió una sala para que se trabajara la dimensión de la “rehabilitación” en forma más apropiada. La institución comenzaba a organizarse mejor en este aspecto, dado que la femineidad internada en ésta estaba bastante postergada. Incluso me pregunto cómo no se nos ocurrió antes a los psicólogos crear un espacio como Sala 14 en este sector. Pues bien, esto empezó a cristalizarse este año, tras la aprobación por el Departamento de Rehabilitación del proyecto presentado por mí y la colega Ferreira. Como todo inicio de un trabajo instituyente mucho la vamos remando. Estamos luchando por conseguir condiciones materiales de trabajo adecuadas, que en algo han mejorado, pero falta aún para que sean las más apropiadas. De todos modos, las compañeras retribuyen este esfuerzo, señalando que el espacio hacía falta, y las vivencias tenidas en Sala 14 por varios años ahora tienen su visión desde el otro género. El Grupo Dinámico Espontáneo sigue dando sus frutos. En el pequeño espacio logramos colocar materiales para leer, recortar, pegar, escribir, hay música, la escucha está pronta y las ganas de compartir también. De eso se trata, de estar dispuesto a “recibir la psicosis” (término que si no me equivoco, se lo escuché en alguna conferencia a Marcelo Percia), para brindarle un espacio de expresión, de estimulación psicosocial, incluso de comprensión y afecto. La cuestión es estar dispuesto a compartir, o como dice Rául: “estar” (término sin dudas profundo y polisémico que daría para otro trabajo). Un estar desde la salud, apuntando a la potencia de la vida. Seguimos poniendo el cuerpo.

 BIBLIOGRAFÍA CITADA:

 1) Spinoza, B. “Ética. Demostrada según el método geométrico”. Ed. Terramar. La Plata (Argentina), 2005.

 2) De Brasi, J. “Subjetividad, grupalidad e identificaciones”. Ed. Búsqueda. Bs. As., 1990.

 3) Saidón, O. “A clínica como ela é”. En: Baremblitt, G. (Coord). SaúdeLocura 5. Ed. Hucitec. San Pablo, 1996.

 4) Perdomo, A. “Devenir artista… devenir perceptible”. Presentado en las Primeras Jornadas “Gilles Deleuze” – “Pensar con y desde el arte”, realizadas en la Universidad Nacional de Mar del Plata, los días 17 y 18 de junio de 2011. Publicada en Facebook de Alfredo Perdomo, sección Notas.

 5) Silva, C; Perdomo, A; Etcheverría, L; Da Costa, P. “La reclusión del proyecto de vida. Iluminando el campo de los posibles ante la opacidad del encierro”. Publicado en Revista Regional de Trabajo Social año 25 Nº 51 Enero-Abril 2011 (Ed. Eppal, Montevideo-Uruguay), en Revista Campo Grupal Nº 133 de Mayo de 2011 (Buenos Aires-Argentina) y en Revista de Coordinadora de Psicólogos del Uruguay Nº 227 de junio de 2011.

 6) Penino, R; Perdomo, A. “Un espacio humanizante en un hospital psiquiátrico”. Presentado en el XXI Encuentro Nacional de Psicólogos 16 y 17 de octubre de 2010. Balneario Solís – Uruguay. Organizado por Coordinadora de Psicólogos del Uruguay. También en IX Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos Organizado por Fundación Madres de Plaza de Mayo. 18 al 21 de noviembre de 2010. Buenos Aires –Argentina.

 7) Deleuze, G; Guattari, F. “Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia”. Ed. Pre-textos. Barcelona, 2002. 

Referencias del autor: Psicólogo egresado de la UdelaR en 1999. Esquizoanalista egresado del Centro Félix Guattari de Montevideo en 2005. Trabajó en diversas experiencias en el Hospital Vilardebó de forma voluntaria en el Programa Puertas Abiertas desde 1994 a 2002. Es Psicólogo contratado por dicho Hospital desde 2005.

2 comentarios:

  1. Alfredo me encantó tu artículo, además que al estar ahí también y conocer todo lo que has ido relatando fue emotivo. Me consta la dedicación y el cariño que le ponés desde el principio a tu quehacer profesional y humano. Un abrazo

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  2. Muchas gracias Myriam. Recién veo tu comentario. Agradecido, sobre todo de alguien que también sé que se le puede decir lo mismo. Un beso grande y nos vemos pronto.

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