lunes, 6 de enero de 2014

ACONTECIMIENTO Y CLÍNICA



ACONTECIMIENTO Y CLÍNICA

(Viejo artículo publicado hace unos años en la web de los amigos de Imagen Cristal)



¿Cómo pensar el acontecimiento en la clínica o, mejor dicho: el nocepto de acontecimiento en la clínica? ¿A qué me refiero con “nocepto”? Juan Carlos De Brasi usa este término para referirse al uso de una palabra que intenta dar cuenta de una realidad concreta como proceso, teniendo en cuenta su de(s)terminación, sin caer en la vaguedad de la noción ni en la rigidez del concepto. Como afirma el propio autor: un proceso “de pensamiento rizomático abierto desde una temporalidad historizada y el trabajo con materia prima diversificada” (en: “ La Monarquía Causal ”, pags. 81-87, Montevideo, Ed. Multiplicidades, 1996).

En toda la terminología de Deleuze y Guattari no hay ningún afán de dar por terminadas, por finalizadas, por “definidas” en forma “clara y distinta” (como sí lo intenta el platonismo y el pensamiento heredero de algunos conceptos de Descartes) las palabras con las que intentan dar cuenta de las realidades que han percibido. Gilles y Félix siempre han preferido trabajar con términos lo suficientemente “fluídos”, que no tengan demasiada atadura estática, es decir, que no intenten aprehender y dar cuenta en forma absolutista de una porción de la realidad, ya de por sí inabarcable, in-finita en el entendido de que siempre se trata de realidad procesual, dinámica, en movimiento. Una maquinaria lingüística nómade (aunque nunca en estado puro, obviamente), en contraposición a la malacostumbrada terminología “científica” propia del pensamiento sedentario de Estado.

El pensar noceptualmente no es hacerlo en forma absolutista con una ortodoxa máquina de interpretar y de creer que lo entendemos todo, ni caer en el total escepticismo y visión acrítica de que todo es tan relativo y vago que es imposible dar cuenta de nada o que da lo mismo cualquier cosa. ¡No! Es respetar la realidad como proceso en su devenir, en su naturaleza. Es, paradójicamente, acercarnos más férreamente a aquello que Kant planteó cuando dijo que no podemos nunca conocer “la cosa” en sí, sino sólo intentar aproximarnos a ella. Obviamente que aquí lo pensamos en forma distinta, y llamamos a “las cosas” Campos de Problemas en los que trabajamos y en los que también somos parte.

La clínica, sea esta en cualquier lugar o ámbito en el que se lleve a cabo (un consultorio, la calle, un hogar para ancianos, una institución cualquiera, un grupo cualquiera, un barrio, una asamblea, etc.), debe siempre respetar la naturaleza procesual de la realidad en la que trabaja y no puede nunca atarse a pre-conceptos obtenidos de formaciones académicas (incluso las esquizoanalíticas). Una actitud “deleuziana” o esquizoanalítica es siempre la de respetar la singularidad, procesualidad y complejidad de aquello en lo que operamos (como ya señalé: siempre incluyéndose en el campo al propio esquizoanalista o como se lo quiera llamar al operador terapéutico).

Con tal espíritu es que el nocepto “Acontecimiento” tiene un lugar fundamental. Desde el diccionario encontramos (Aristos, Ed. Sopena, Barcelona, 1998) que tiene significados este término que Gilles y Félix despliegan en su obra con intensidad. “Suceso, cosa que sucede”. Por su parte encontramos que “Acontecer” significa “suceder, efectuarse un hecho”. Devenir, procesualidad y movimiento son otros términos que pueden acercarse o conectarse con estos significados.

En “Gilles Deleuze para principiantes” (de Florencia Abbate y Pablo Páez, Ed. Era Naciente, 2001, Bs. As.) encontramos en muchas ocasiones una interesante guía para algunos desarrollos deleuzianos. Tal es el caso para el nocepto Acontecimiento. Partiendo de su lectura de la obra de Nietzsche, Deleuze toma el acontecimiento como una afirmación de la vida, de la realidad procesual. “El eterno retorno reclama decir “sí” a la existencia, a la realidad tal como aparece, favorable a nosotros o no, en cada acontecimiento” (Op. Cit. Pág. 45). Evidentemente esa realidad tal como nos aparece necesariamente siempre nos implica, porque no estamos separados de ella, somos parte de esa misma realidad que acontece. Como esquizoanalistas no estamos neutros o alejados de la situación en la que intervenimos, no estamos “frente” a un paciente, familia, grupo, organización, etc; somos una parte más de esa situación. Y como tal, jugamos con los otros, o más exactamente, con los flujos subjetivos (entre otros), buscando la estrategia pertinente para los montajes y/o desmontajes que se pueden hacer para incrementar focos autopoiéticos que en la medida de lo posible generen cambios vitales. Desde ese lugar es sumamente importante la afirmación de la existencia, del acontecimiento. Esto es: aceptar la realidad, el suceso que se nos presenta “como tal”. ¿Qué quiere decir esto? Verlo, aceptarlo, vivirlo en primera instancia como nos sea posible, tratando de no ponerle “tapujos teórico-técnicos” que sobre-interpreten la realidad y obturen su comprensión. Y tener la capacidad para poder darle las lecturas imparciales (aunque siempre subjetivas) que nos ayuden a comprender lo que allí pasa para poder trabajar; disponiendo de las teorías y técnicas que nuestra caja de herramientas nos posibilite. E inclusive produciendo esas máquinas de lectura y operación cuando lo que sabemos nos es insuficiente. Delicado equilibrio de movimientos de alisamiento y estriamiento que siempre debemos intentar hacer.

“Amar lo que sucede en tanto sucede equivale a afirmar el azar” (Op. Cit, pag. 46). Enunciado que nos mueve a pensar en la complejidad y procesualidad de los fenómenos en y con los que trabajamos, donde es imposible en forma radical “predecir y controlar” (como le gusta afirmar a ciertas visiones de la psicología que colocan estos ideales positivistas dentro de los objetivos de su disciplina). El azar, la procesualidad de fenómenos sumamente complejos, rizomáticos, siempre juegan, más allá de las posibilidades de lo que pensamos como estrategia. Respetar el azar y aceptarlo es aceptar el acontecimiento y la vida. Amar la vida.

El acontecimiento, más que nada es movimiento, y tal vez corresponda mejor denominarlo “acontecer”. “El sentido es un acontecimiento: ocurre, pasa. Es un efecto del encuentro entre palabras y cuerpos. Algo se transforma”…”El acontecimiento es el verbo, aquello que expresa la relación”….”pero carece de entidad física y no está en el interior ni de uno ni de otro” (Op. Cit. Pág. 84). Estos desarrollos deleuzianos nos hacen pensar el acontecer como efecto, como algo que sucede en el “entre”. Nos hace pensar en la dinámica procesual de la realidad. Nos acerca a lo que los sistémicos denominan sistemas abiertos, afirmando la imposibilidad de la existencia de sistemas cerrados. Lo que sucede, más allá de en dónde podamos visualizarlo, percibirlo, siempre es efecto de una lógica de afecciones, que como Spinoza afirmó siempre se da en el encuentro de los cuerpos. Pensemos en el acontecer “llorar”. Podemos ver (o percibirlo en función de nuestra lógica aprendida) que una persona llora, pero ese llorar es el efecto del trabajo de varios cuerpos. Es imposible llorar desde la “interioridad” (término que amerita una visión crítica y despliegue que no es posible desarrollar aquí). Cuerpos se encuentran para producirlo como efecto (un hecho traumático, un golpe, un recuerdo, una fantasía, un insulto, vulnerabilidad para llorar, etc.; siempre efecto entre cuerpos).

“Los acontecimientos son verbos en infinitivo: “rasgar”, “morir”, “reír”, “enfermar”, etc. (Op. Cit pag. 87). Verbos que incitan a pensar en su producción, en cómo se efectúa el acontecer y, en función de la estrategia, cómo podemos ayudar a intentar que se produzca o no un determinado acontecimiento. Esto último es una operación-pieza clave de un engranaje terapéutico, analítico (en su concepción más amplia, es decir, no ligada en exclusiva al Psicoanálisis), libertario, o esquizoanalítico (entre otros muchos posibles abordajes operativos, pensando en todos los ámbitos posibles). La invitación es a dejar el platonismo de las esencias, de “las cosas son”, y pasar a los aconteceres, a los “verbos, cosas que pasan”. Una línea clave: “dejar de lado el problema de la verdad de lo que son las cosas, y enfrentar el problema del sentido que le damos a las cosas que pasan y nos pasan” (Op. Cit. Pág. 88).

En “El Pliegue. Leibniz y el barroco” (Ed. Paidós, Barcelona, 1989), Deleuze asevera que “el acontecimiento se produce en un caos, en una multiplicidad caótica, a condición de que intervenga una especie de criba. El caos no existe, es una abstracción, puesto que es inseparable de una criba que hace que de él surja algo” (pág. 101, Op. Cit). Es sumamente importante este enunciado, que va de la mano de este desarrollo, pensando en los aconteceres de la clínica. La clave está en la criba, es decir, en lo que hace a la producción del acontecer, que tiene que ver con el encuentro de cuerpos en un régimen de afecciones, con un devenir procesual, en una historicidad.

“El caos sería el conjunto de los posibles, es decir, todas las esencias individuales en la medida en que cada una tiende a la existencia por su cuenta; pero la criba sólo deja pasar composibles” (Op.Cit. pág. 102). Toda una lógica de fuerzas, de multiplicidades en movimientos, que generan posibilidades reales y concretas de procesos perceptibles por nuestros aparatos de captura, nuestras máquinas de generar visibilidad, con sus virtudes y limitaciones. “Si el caos no existe, es porque sólo es el reverso de la gran criba, y porque ésta compone hasta el infinito series de todo y de partes, que sólo nos parecen caóticas (series aleatorias) por nuestra incapacidad para seguirlas, o por la insuficiencia de nuestras cribas personales” (Op. Cit. Pág. 102). No podemos aprehender “la cosa en sí misma”, sólo nos podemos aproximar en función de la visibilidad que podemos lograr en la intervención en el campo de problemas en el que operamos.

Es en sí misma la clínica la generación de acontecimientos, buscando en el propio acontecer las fisuras de lo estático, de aquello que genera malestar, sufrimiento. Siempre nos encontraremos los focos autopoiéticos, las líneas de fuga moleculares que marcan la resistencia a lo molar. Potencia de deseo del cuerpo que siempre lucha por su mejoría, por su felicidad, por la vida. Ahí está nuestro trabajo: ayudar a esos focos autopoiéticos, intensificarlos, en todo un proceso de liberación. ¿Las herramientas? Cada operador las usará en función de su disponibilidad, de los utensilios de la caja. Eso sí: siempre respetando el acontecimiento, buscando nuevos y mejores aconteceres, tratando de producir Acontecimientos con mayúsculas, es decir: cambios, bienestar, mayor libertad, más y mejor autopoiesis, más vida.

Alfredo Perdomo Maldonado




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