ACONTECIMIENTO Y CLÍNICA
(Viejo artículo publicado hace unos años en la web de los amigos de Imagen Cristal)
¿Cómo pensar el acontecimiento en la clínica
o, mejor dicho: el nocepto de acontecimiento en la clínica? ¿A qué me refiero
con “nocepto”? Juan Carlos De Brasi usa este término para referirse al uso de
una palabra que intenta dar cuenta de una realidad concreta como proceso,
teniendo en cuenta su de(s)terminación, sin caer en la vaguedad de la noción ni
en la rigidez del concepto. Como afirma el propio autor: un proceso “de
pensamiento rizomático abierto desde una temporalidad historizada y el trabajo
con materia prima diversificada” (en: “ La Monarquía Causal ”, pags. 81-87,
Montevideo, Ed. Multiplicidades, 1996).
En toda la terminología de Deleuze y Guattari
no hay ningún afán de dar por terminadas, por finalizadas, por “definidas” en
forma “clara y distinta” (como sí lo intenta el platonismo y el pensamiento
heredero de algunos conceptos de Descartes) las palabras con las que intentan
dar cuenta de las realidades que han percibido. Gilles y Félix siempre han
preferido trabajar con términos lo suficientemente “fluídos”, que no tengan
demasiada atadura estática, es decir, que no intenten aprehender y dar cuenta
en forma absolutista de una porción de la realidad, ya de por sí inabarcable,
in-finita en el entendido de que siempre se trata de realidad procesual,
dinámica, en movimiento. Una maquinaria lingüística nómade (aunque nunca en
estado puro, obviamente), en contraposición a la malacostumbrada terminología
“científica” propia del pensamiento sedentario de Estado.
El pensar noceptualmente no es hacerlo en
forma absolutista con una ortodoxa máquina de interpretar y de creer que lo
entendemos todo, ni caer en el total escepticismo y visión acrítica de que todo
es tan relativo y vago que es imposible dar cuenta de nada o que da lo mismo
cualquier cosa. ¡No! Es respetar la realidad como proceso en su devenir, en su
naturaleza. Es, paradójicamente, acercarnos más férreamente a aquello que Kant
planteó cuando dijo que no podemos nunca conocer “la cosa” en sí, sino sólo
intentar aproximarnos a ella. Obviamente que aquí lo pensamos en forma
distinta, y llamamos a “las cosas” Campos de Problemas en los que trabajamos y
en los que también somos parte.
La clínica, sea esta en cualquier lugar o
ámbito en el que se lleve a cabo (un consultorio, la calle, un hogar para
ancianos, una institución cualquiera, un grupo cualquiera, un barrio, una
asamblea, etc.), debe siempre respetar la naturaleza procesual de la realidad
en la que trabaja y no puede nunca atarse a pre-conceptos obtenidos de formaciones
académicas (incluso las esquizoanalíticas). Una actitud “deleuziana” o
esquizoanalítica es siempre la de respetar la singularidad, procesualidad y
complejidad de aquello en lo que operamos (como ya señalé: siempre incluyéndose
en el campo al propio esquizoanalista o como se lo quiera llamar al operador
terapéutico).
Con tal espíritu es que el nocepto
“Acontecimiento” tiene un lugar fundamental. Desde el diccionario encontramos
(Aristos, Ed. Sopena, Barcelona, 1998) que tiene significados este término que
Gilles y Félix despliegan en su obra con intensidad. “Suceso, cosa que sucede”.
Por su parte encontramos que “Acontecer” significa “suceder, efectuarse un
hecho”. Devenir, procesualidad y movimiento son otros términos que pueden
acercarse o conectarse con estos significados.
En “Gilles Deleuze para principiantes” (de
Florencia Abbate y Pablo Páez, Ed. Era Naciente, 2001, Bs. As.) encontramos en
muchas ocasiones una interesante guía para algunos desarrollos deleuzianos. Tal
es el caso para el nocepto Acontecimiento. Partiendo de su lectura de la obra
de Nietzsche, Deleuze toma el acontecimiento como una afirmación de la vida, de
la realidad procesual. “El eterno retorno reclama decir “sí” a la existencia, a
la realidad tal como aparece, favorable a nosotros o no, en cada
acontecimiento” (Op. Cit. Pág. 45). Evidentemente esa realidad tal como nos
aparece necesariamente siempre nos implica, porque no estamos separados de
ella, somos parte de esa misma realidad que acontece. Como esquizoanalistas no
estamos neutros o alejados de la situación en la que intervenimos, no estamos
“frente” a un paciente, familia, grupo, organización, etc; somos una parte más
de esa situación. Y como tal, jugamos con los otros, o más exactamente, con los
flujos subjetivos (entre otros), buscando la estrategia pertinente para los
montajes y/o desmontajes que se pueden hacer para incrementar focos
autopoiéticos que en la medida de lo posible generen cambios vitales. Desde ese
lugar es sumamente importante la afirmación de la existencia, del
acontecimiento. Esto es: aceptar la realidad, el suceso que se nos presenta
“como tal”. ¿Qué quiere decir esto? Verlo, aceptarlo, vivirlo en primera
instancia como nos sea posible, tratando de no ponerle “tapujos
teórico-técnicos” que sobre-interpreten la realidad y obturen su comprensión. Y
tener la capacidad para poder darle las lecturas imparciales (aunque siempre
subjetivas) que nos ayuden a comprender lo que allí pasa para poder trabajar;
disponiendo de las teorías y técnicas que nuestra caja de herramientas nos
posibilite. E inclusive produciendo esas máquinas de lectura y operación cuando
lo que sabemos nos es insuficiente. Delicado equilibrio de movimientos de
alisamiento y estriamiento que siempre debemos intentar hacer.
“Amar lo que sucede en tanto sucede equivale a
afirmar el azar” (Op. Cit, pag. 46). Enunciado que nos mueve a pensar en la
complejidad y procesualidad de los fenómenos en y con los que trabajamos, donde
es imposible en forma radical “predecir y controlar” (como le gusta afirmar a
ciertas visiones de la psicología que colocan estos ideales positivistas dentro
de los objetivos de su disciplina). El azar, la procesualidad de fenómenos
sumamente complejos, rizomáticos, siempre juegan, más allá de las posibilidades
de lo que pensamos como estrategia. Respetar el azar y aceptarlo es aceptar el
acontecimiento y la vida. Amar la vida.
El acontecimiento, más que nada es movimiento,
y tal vez corresponda mejor denominarlo “acontecer”. “El sentido es un
acontecimiento: ocurre, pasa. Es un efecto del encuentro entre palabras y
cuerpos. Algo se transforma”…”El acontecimiento es el verbo, aquello que
expresa la relación”….”pero carece de entidad física y no está en el interior
ni de uno ni de otro” (Op. Cit. Pág. 84). Estos desarrollos deleuzianos nos
hacen pensar el acontecer como efecto, como algo que sucede en el “entre”. Nos
hace pensar en la dinámica procesual de la realidad. Nos acerca a lo que los
sistémicos denominan sistemas abiertos, afirmando la imposibilidad de la
existencia de sistemas cerrados. Lo que sucede, más allá de en dónde podamos
visualizarlo, percibirlo, siempre es efecto de una lógica de afecciones, que
como Spinoza afirmó siempre se da en el encuentro de los cuerpos. Pensemos en
el acontecer “llorar”. Podemos ver (o percibirlo en función de nuestra lógica
aprendida) que una persona llora, pero ese llorar es el efecto del trabajo de
varios cuerpos. Es imposible llorar desde la “interioridad” (término que
amerita una visión crítica y despliegue que no es posible desarrollar aquí).
Cuerpos se encuentran para producirlo como efecto (un hecho traumático, un
golpe, un recuerdo, una fantasía, un insulto, vulnerabilidad para llorar, etc.;
siempre efecto entre cuerpos).
“Los acontecimientos son verbos en infinitivo:
“rasgar”, “morir”, “reír”, “enfermar”, etc. (Op. Cit pag. 87). Verbos
que incitan a pensar en su producción, en cómo se efectúa el acontecer y, en
función de la estrategia, cómo podemos ayudar a intentar que se produzca o no
un determinado acontecimiento. Esto último es una operación-pieza clave de un
engranaje terapéutico, analítico (en su concepción más amplia, es decir, no
ligada en exclusiva al Psicoanálisis), libertario, o esquizoanalítico (entre
otros muchos posibles abordajes operativos, pensando en todos los ámbitos
posibles). La invitación es a dejar el platonismo de las esencias, de “las
cosas son”, y pasar a los aconteceres, a los “verbos, cosas que pasan”. Una
línea clave: “dejar de lado el problema de la verdad de lo que son las cosas, y
enfrentar el problema del sentido que le damos a las cosas que pasan y nos
pasan” (Op. Cit. Pág. 88).
En “El Pliegue. Leibniz y el barroco” (Ed.
Paidós, Barcelona, 1989), Deleuze asevera que “el acontecimiento se produce en
un caos, en una multiplicidad caótica, a condición de que intervenga una
especie de criba. El caos no existe, es una abstracción, puesto que es
inseparable de una criba que hace que de él surja algo” (pág. 101, Op. Cit). Es
sumamente importante este enunciado, que va de la mano de este desarrollo, pensando
en los aconteceres de la clínica. La clave está en la criba, es decir, en lo
que hace a la producción del acontecer, que tiene que ver con el encuentro de
cuerpos en un régimen de afecciones, con un devenir procesual, en una
historicidad.
“El caos sería el conjunto de los posibles, es
decir, todas las esencias individuales en la medida en que cada una tiende a la
existencia por su cuenta; pero la criba sólo deja pasar composibles” (Op.Cit.
pág. 102). Toda una lógica de fuerzas, de multiplicidades en movimientos, que
generan posibilidades reales y concretas de procesos perceptibles por nuestros
aparatos de captura, nuestras máquinas de generar visibilidad, con sus virtudes
y limitaciones. “Si el caos no existe, es porque sólo es el reverso de la gran criba,
y porque ésta compone hasta el infinito series de todo y de partes, que sólo
nos parecen caóticas (series aleatorias) por nuestra incapacidad para
seguirlas, o por la insuficiencia de nuestras cribas personales” (Op. Cit. Pág.
102). No podemos aprehender “la cosa en sí misma”, sólo nos podemos aproximar
en función de la visibilidad que podemos lograr en la intervención en el campo
de problemas en el que operamos.
Es en sí misma la clínica la generación de
acontecimientos, buscando en el propio acontecer las fisuras de lo estático, de
aquello que genera malestar, sufrimiento. Siempre nos encontraremos los focos
autopoiéticos, las líneas de fuga moleculares que marcan la resistencia a lo
molar. Potencia de deseo del cuerpo que siempre lucha por su mejoría, por su
felicidad, por la vida. Ahí está nuestro trabajo: ayudar a esos focos
autopoiéticos, intensificarlos, en todo un proceso de liberación. ¿Las
herramientas? Cada operador las usará en función de su disponibilidad, de los
utensilios de la caja. Eso sí: siempre respetando el acontecimiento, buscando
nuevos y mejores aconteceres, tratando de producir Acontecimientos con
mayúsculas, es decir: cambios, bienestar, mayor libertad, más y mejor
autopoiesis, más vida.
Alfredo Perdomo Maldonado
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